Veintiún años con dolores fantasmales, siento sus brazos rodeándome fuerte pero gentilmente, siento la calidez y alivio de su voz hablándome al oído, siento su barba raspando mi frente, siento su mano secando mi mejilla mojada, siento su mirada ahogándose hacia el cielo, su sonrisa rota y marchita, su silueta desvaneciente. Siento mi corazón arrugarse porque nada de esto es cierto, nada de esto pasó, son solo proyecciones de una mente abrumada, ilusionada y empobrecida a causa de un desertor y una guerrera sin escudo.
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