Desde la marca que le hicieron a Caín como castigo por haber matado a Abel, hasta la curación del ombligo del recién nacido, que representa que ya es un individuo, arrojado desde la comodidad del paraíso del útero al mundo a acostumbrarse a su incomodidad o llegar a disfrutarla, la primera cicatriz en un camino para recolectarlas, para consignar en la piel lo frágil o fuerte que se puede ser. El valor simbólico de las cicatrices, la herida que ya sanó, ha transmutado y acumulado significados, que se hacen difíciles de abordar, pues han estado presentes durante toda mi vida. A lo largo de un proceso no lineal, como este texto, emergen las implicaciones que tienen las cicatrices sobre mi cuerpo: un recorrido propio para reflexionar conceptos y relaciones, que se acercan a mi propia feminidad.
Capitones, 2020