Historia
Cartagena de Indias es una ciudad que desde sus inicios hasta hoy ha influido notablemente en los hechos de Colombia. En tiempos precolombinos habitaban en sus costas indios guerreros de la raza Caribe que habrían de darle problemas a más de una expedición colonizadora que se atreviera a desembarcar en sus playas.
Le tocó entonces el honor de la fundación al madrileño Don Pedro de Heredia, el 1 de junio de 1533, con el nombre de “Cartagena de Poniente”, para diferenciarla de “Cartagena de Levante”, en España, amabas con bahías similares.
La naciente población sería blanco de la codicia de invasores ingleses y franceses, y es que su calidad de puerto negrero y comercial la hacía muy atractiva a ojos foráneos. Por lo tanto su protección y defensa eran más urgentes, comenzando en pleno siglo XVI con el Fuerte del Boquerón (donde hoy está el Fuerte del Pastelillo). Luego vendrían, poco a poco, diferentes fortificaciones que rodearían a la cuidad de acuerdo a las existencias y la evolución del arte militar en los siglos XVII y XVIII. Sin embargo, no por esto la cuidad se salvaría de arrasadoras invasiones como la del Barón de Pointis en 1697, que la dejó arruinada.
En 1610 llegarían los primeros frailes del Tribunal de Penas del Santo Oficio de la Inquisición, que extendería su poder de represión y vigilancia hasta la época de las Independencia. Cartagena de Indias fue en ocasiones sede de virreyes, como Don Sebastián de Eslava, que gobernó durante casi diez años seguidos, remplazando a Santa Fe como capital del Nuevo reino de Granada.
El 11 de noviembre de 1811 se firmaría el Acta de Independencia Absoluta de España, comenzando con los muchos bloqueos y sitios que sufrió la Villa de Heredia, cabe destacar el impuesto por Pablo Morillo, El Pacificador, en 1815, quien tenía el objetivo de recuperar esta importante plaza para la Corona Española. “Cartagena de Indias, Cuidad Heroica”, fue el título que se ganaría luego de soportar más de tres meses de intenso cerco.
En la época republicana la cuidad entraría en un largo periodo de estancamiento, producto de su pérdida de interés estratégico y comercial. Se puede citar a Rafael Núñez, cartagenero que durante esta época de “recesión” de Cartagena de Indias, fuera elegido Presidente de la República en cuatro ocasiones, dirigiendo los destinos de la Nación desde la Heroica, como en la Colonia lo hicieran algunos virreyes.
El renacer de Cartagena de Indias como cuidad determinante en Colombia se da entrando el Siglo XX con la reactivación de su economía, cuando su historia y sus leyendas son sólo recuerdos del pasado glorioso de una ciudad turística que recibe el Siglo XXI llena de esperanzas y sueños para el futuro.
Cartagena de Indias fue declarada en 1984 por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad, siendo la primera ciudad de Colombia en ser elevada a este grado.
Así mismo, en 2002 el Gobierno Nacional le confiere el título de Distrito Turístico y Cultural y adicionalmente la nombra como sede alterna de la Presidencia de la República y del Ministerio de Relaciones Exteriores para la recepción de delegaciones e invitados especiales internacionales.[1]
Cultura en Cartagena:
Música: En Cartagena de Indias existe una gran variedad de ritmos, entre ellos podemos resaltar los siguientes:
Champeta: Es un ritmo contemporáneo que nació hace 26 años en la ciudad de Cartagena de Indias (Colombia) con una gran influencia de palenque San Basilio y que a través de los encuentros de Música del Caribe de los años 80 que se realizaban en Cartagena se extendió luego a nivel nacional e influyo recíprocamente en géneros internacionales similares como El Reggaeton, el Raggamuffin y otros. El género Terapia nació como una adaptación de ritmos africanos (soukous, highlife, mbquanga, juju) con vibraciones antillanas (rap-raggareggae, compás haitiano, zouk, soca y calipso) e influencias de la música descendiente de lo indígena y afrocolombiana (bullerengue, mapalé, zambapalo y chalupa). Esta fusión de ritmos configuró una nueva cultura musical urbana en el contexto caribeño, que se consolidó en las barriadas cartageneras a mediados de los años ochenta. Luego en los años 90 sufrió una serie de cambios tanto en sus contenidos, como en su música, acompañado de fenómenos digitales, placas (intervenciones arrítmicas) y siendo tanto amada como rechazada por los sectores élites del país, generando así un género bastante diferenciado de sus orígenes que lo inspiraron.
En sus inicios se difundió a través de los potentes equipos de sonido denominados picós (pick-up) que suenan en las verbenas o casetas. Se caracteriza porque la base rítmica prevalece sobre las líneas melódicas y armónicas, convirtiéndola en una expresión musical bailable en la que predominan una fuerza y una plasticidad desbordantes. Los instrumentos empleados en la ejecución de este alegre y contagioso ritmo son la voz, la batería, las guitarras eléctricas, el bajo, las congas y el sintetizador, que añade efectos rítmicos.
Este género musical tiene, como sus elementos únicos, una división temporal de tres aceleraciones, la música inicial, el coro y un tercer elemento llamado el Despeluque, que es propio de ritmos fuertes y repetitivos acompañado por lo general de placas (intervenciones digitales)
Con un lenguaje popular y lleno de inventivas los champeteros cantan sus vivencias. Las letras, sobrepuestas a pistas africanas o con música original, evidencian la actitud contestataria de los sectores afrocartageneros discriminados, que arremeten contra la exclusión social y económica o cuentan sus sueños de cambio y progreso.
Cumbia: Es originaria de la parte alta del valle del río Magdalena (Colombia), de la zona geográfica denominada Depresión Momposina, y aún más precisamente de la zona correspondiente al país indígena Pocabuy (incluidas las culturas de las sabanas y el Sinú) que estuvo conformado por las actuales poblaciones de El Banco, Guamal, Menchiquejo y San Sebastián en el Magdalena, Chiriguaná y Tamalameque en el Cesar y Mompós, Chilloa, Chimí y Guatacá en Bolívar, como dan referencia de ello los testimonios de historiadores colombianos como Orlando Fals Borda en su libro Mompox y Loba, de la serie Historia Doble de la Costa, Tomo I, y Gnecco Rangel Pava en sus libros El País de Pocabuy y Aires Guamalenses.
Según el compositor José Barros, uno de los más ilustres cultores de la cumbia: "La cumbia nació en Colombia en el país de Pocabuy conformado por El Banco, Chiriguaná, Mompox, Tamalameque, Chilloa, Guamal, Chimí, Guataca. Pocabuy era un país indígena que se extendía a todo lo largo del río Tucurinca” (actual Magdalena). Don Tomás Carrasquilla afirma: "los tamboriles y caramillos siguen y siguen; siguen la gaita colombiana, siguen el bombo.... Viene después el 'perillero', luego la 'gaitera' y otras danzas menos complicadas; en fin, esos padres de la cumbia”
Los africanos que llegaron como esclavos a estas regiones, al contar la historia de sus grupos étnicos y aquellos hechos famosos dignos de guardarse en la memoria, se servían de ciertos cantos que distinguían con el nombre de “areítos”, que quiere decir bailar cantando: poniendo en alto los candiles, llevaban el correo, que era como la lección histórica que, después de ser oída y repetida muchas veces, quedaba en la memoria de todos los oyentes. El centro del círculo lo ocupaban quienes daban la lección con el pie del canto y aquellos más duchos y peritos en el manejo de las guacharacas, millos, tambores y maracas, para entonar con la delicadeza la música de aquellos cantares que fueron pasando, con el tiempo, de ser elegiacos a entusiasmar, galantear, querellar y divertir.
Mapalé: Baile de marcada ascendencia africana propio del litoral Caribe. Fue introducido en tiempos pretéritos a lo largo de las orillas del río Magdalena por pescadores de un teleósteo denominado mapalé. En sus orígenes fue una danza de labor ejecutada en las noches y amenizada con toques de tambores yamaró y quitambre, las palmas de las manos y el canto. Con posterioridad se produjo una transformación de su temática, atribuyéndole un énfasis de regocijo con carácter sexual y asignándole la evolución frenética que hoy presenta. La coreografía actual mantiene rasgos de su esencia africana en la parafernalia, tanto en el vestuario, que es en extremo sencillo, como en la presencia del machete, instrumento de trabajo utilizado para el procesamiento del pescado.
El mapalé es una danza de pareja suelta. Se baila con pasos cortos, ritmo acelerado y palmoteo constante de los bailarines. Las rutinas se inician con la formación de dos filas individuales una frente a la otra, por parte de hombres y mujeres, para efectuar avances hacia delante y hacia atrás. Continúa con posturas de exhibiciones libres e individuales de los hombres con el propósito de agradar a sus parejas, quienes se turnan para corresponder los enfrentamientos. Los movimientos son frenéticos y con un alto contenido de erotismo. Los de las mujeres son un tanto diferentes y se destacan por ser más excitantes y eróticos.
Bullerengue: Esta danza es efectuada sólo por mujeres. Es quizás uno de los bailes en los cuales se destaca con mayor fuerza la ascendencia africana. Ésta se pone en evidencia en los tambores, el palmoteo y el canto coral que acompaña su ejecución. Al parecer, surgió como una reacción cultural dentro del contexto ceremonial de las comunidades cimarronas, probablemente en el Palenque de San Basilio. En esencia es una danza ritual que se realiza de manera especial cuando las jóvenes llegan a la pubertad. El bullerengue simboliza la fecundidad femenina, aunque no se descarta que también en tiempos coloniales haya tenido connotaciones fúnebres.
Su radio de difusión es muy amplio. Posiblemente partió del Palenque de San Basilio y se extendió luego a otros municipios del litoral Caribe donde la concentración de la población afrocolombiana es muy alta. En dichos lugares se sustituyó el batir de palmas por el choque de tablas de madera y se varió la temática ritual por una de contenido amoroso. La danza se transformó en parranda callejera, bailada por una pareja mixta. Tenemos muy pocas informaciones acerca del momento en que las danzas de origen africano dejaron de ser expresiones rituales para convertirse en bailes profanos.
Sin embargo, sabemos que en San Basilio de Palenque el bullerengue es danzado por mujeres jóvenes que mantienen su cuerpo en posición erguida y realizan movimientos pausados, coordinados y simétricos. Los movimientos de la pelvis, la frotación del bajo vientre, el juego efectuado con las polleras para obtener combinaciones armoniosas y diversas figuras, como mariposas, remolinos y batir de olas, al igual que el palmoteo de las manos, asigna a las bailarinas un aire sereno y ceremonial y una actitud de expectativa. El paso de la danza es menudo y deslizado, apoyando plenamente los pies en el piso. Los desplazamientos se realizan juntando los pies y flexionando levemente las rodillas, conservando el donaire y la compostura. La coreografía forma hileras y filas en línea recta y, en menor medida, círculos. La danza termina en un gran torbellino de cruces de parejas en cuadrillas.
En Córdoba y en el Urabá antioqueño la coreografía del bullerengue resalta la temática amorosa, de conquista y de competencia entre sexos, con alto contenido erótico. Algunas variantes plantean temas específicos como son: el toro o los toritos, la vaca, el sábalo mayero, la rasquiña o rasquiñita.
[1] Tomado de la Alcaldía de Cartagena.