Por: Msc. María Restrepo
Lo que en el mundo del diseño se conoce como: puesta en página, layout, mise en page, propuesta visual, o diagramación, armado, o composición ( en un sentido no muy preciso, pero sí muy utilizado), entre otros, es la manera de nombrar el territorio del Diseño Gráfico donde se encuentran las dos dimensiones esenciales de toda comunicación: la textual y la visual. De ahí su complejidad, y justamente, su poder.
Al posibilitar los procesos de significación —y, ojalá, de diálogo— y, al ser estas el núcleo del hacer del Diseño Gráfico, y particularmente de sus ramas asociadas a la comunicación tales como el diseño tipográfico, el editorial, el de información, el de interfaces etc., la apuesta consiste no solamente en transcribir y transmitir de manera clara y eficiente los mensajes, sino quizá, también, en que se propongan espacios de comunicación capaces de sugerir significados alternos y posteriores que den paso a un intercambio libre y recíproco. Abrir espacios y procesos de interpretación.
De hecho, si nos acogemos a la propuesta hecha por Didi-Huberman que hace para el análisis de la imagen particularmente, en la que sostiene que el régimen Visible es diferente al Visual. En el que mientras el primero corresponde a la manera de entender la imagen y sus características de manera codificada y por tanto aprendida, el otro, el régimen visual, corresponde a esa sorpresa producida ante la imagen que no podemos re-conocer. Podríamos entonces pensar al Diseño Gráfico como una instancia que nos reta a permanecer frente a él sin necesariamente exigir sólo una búsqueda por el sentido, sino que también permita un espacio sugerente para el asombro y la pregunta.
Un encuentro entre lo que está puesto para ser visto, y la forma en la que eso está dispuesto, será entonces lo que determine el complejo conjunto de variables —tanto conceptuales como morfológicas— a la hora de definir la pieza gráfica de comunicación. Decisiones tales como el formato, el color del papel, el tipo de letra, o la diagramación, las cantidades de blanco, etc., que en principio pueden parecer meras decisiones propias de nuestro know how —que claro que hay que conocer y dominar—, son en realidad las herramientas con las que cuenta el diseñador para no sólo visibilizar el contenido, si no traducir y potenciar lo transmitido. Así, asociados los dos registros, el visible más apoyado en lo icónico que nos hace atravesar lo que vemos sin casi cuestionarnos, y el otro, el visual que nos aproxima a lo que constituye la sorpresa de un indicio; se abre la posibilidad de una permanente actualización de los significados, propia de ese “lector modelo” del que hablaba Eco, en la que se transforman los códigos, en propuestas que se mantienen en constante funcionamiento semiótico. Una apertura de posibilidades no lineales que da lugar a un verdadero diálogo entre existencias sobre un mismo contenido. (la creación de mundo, no su representación)
Esto solamente puede hacerlo quien conoce el texto, quien lo entiende y sobre todo quien lo quiere comentar con un otro. De ahí que el diseñador antes de ser un buen traductor, ha de ser un excelente lector. Y digo excelente porque esa lectura que el diseñador ha de practicar para saber de qué se trata un texto, o de cuántas palabras habrá por línea, o de cuánto margen debe haber según el formato, debe corresponder, además, a una lectura curiosa y activa en la que aparte de entender e interiorizar el contenido — entendiendo, como decía Bajtín, que todo estilo está indisolublemente vinculado con el enunciado—, habría que pensar en qué es lo que se quiere decir y en para qué decirlo. Antes que en el cómo, el para qué. Ha de saber, ojalá, también, qué lee la gente a la que se dirige, cuáles son sus hábitos y los de la sociedad a la que pertenecen ambos, y sobre todo el para qué de la importancia de lo que hace.
Así, esto de diseñar se trata entonces, y en el mejor de los casos, de un trabajo activo, riguroso y coherente con el contenido y con la sociedad a la que le habla, y no únicamente con los problemas de lecturabilidad, legibilidad, ritmo, pregnancia o tendencias estilísticas. Porque saber lo que pasa en el mercado y saber replicarlo, es una simple destreza que puede adquirirse sin el lujo que representa hoy la educación universitaria. Sin embargo, la pregunta por el otro y por el contexto (donde es posible la cultura viva) no la resuelve un dispositivo, un comando o una página de “referentes”.
De ahí que la pregunta desde la academia por el por qué del hacer del diseño, y no sólo por lo que hace el diseño, debería estar en el centro de la escena. Pero, para mi, la pregunta anterior a esa es ¿qué le interesa al diseño hoy? (¿tendremos tiempo para pensarla antes de responder?)
Pensar en qué le interesa a esa labor que, si bien no define la mayoría de las veces lo que visibiliza, y que puede lograr que los conceptos adquieran una forma, una apariencia y un tono concretos, generando un espacio visual de asombro y comprensión amplio y generoso, es pensar también en su poder y lo que con él hacemos. No es otra cosa que esa preocupación básica de Tschichold por las implicaciones que existen al comunicar, o a ese logro creativo, pero sin interferir de las letras al que nos invita Bringhurst.
¿Le interesa eso al diseño hoy? ¿Le interesa ese poder, o el otro? Ese de complacer clientes y de vender, ese de responder rápido para darle la razón y justificar las acciones de las empresas, o ese que hace experimentaciones gratuitas y fáciles, que se quedan en eso sin formar parte de ningún proceso de búsqueda. Quiero creer que no. Quiero creer que esa cultura viva que genera y que es generada al mismo tiempo por el Diseño Gráfico, entre otras formas de expresión, aún permite pensar distinto. Es ahí donde radica el verdadero poder del diseño: en inspirar y habilitar posibles interpretaciones, en poder complementar lo que me dices con lo que yo sé y lo que siento. Y es que sólo abriéndole la puerta a jóvenes diseñadores a que sepan no sólo calcar lo que ven, sino que puedan interpretar lo que conocen, y que quieran dialogar con un alguien, es lo que diferencia un diseño que funciona (y no sólo venda), con uno que no.
La universidad como “espacio de pensamiento”, podría hoy asumir el reto de cultivar este diseño del que vengo hablando, de ese con el otro poder. El de dar un espacio para la pregunta, la sorpresa y el intercambio. Ese que no está en una plataforma, ni en un referente, ese que permite ir más allá de los meros contenidos, y que abre la posibilidad de hacer algo con lo dado. Y es que sucede mis queridos, que tomar decisiones que determinen el aspecto de un texto ya se lo puede hacer cualquiera, mientras tenga un computador y conexión a internet para ver “referentes”. Oprimir botones que justifiquen textos a un lado o al otro, que oscurezcan palabras, o que cambien de colores al fondo, lo hace cualquiera con “buen gusto”, y es toda una opción de hacer diseño. Ni más faltaba.
Lo que sí no viene en las barras de herramientas de los programas, o en los toolkits de metodologías de diseño, es la pregunta por lo que se puede hacer con estos recursos, o el para qué siquiera utilizarlos. Ampliar las preguntas y dar espacios de pensamiento antes que solucionar problemas, asociados la mayoría de las veces al consumo, pareciera ser la tarea y la responsabilidad de lo visual hoy. Suscitar una pausa urgente anterior a la búsqueda afirmativa de sentido, que nos ponga de frente a la incertidumbre, y ante lo imprevisto, propiciar espacios para re-conocer y para asombrarse, es de pronto lo que necesita este “hombre-copia-dato” actual, a quien desde siempre le ha interesado entender y entenderse por medio de relatos, una construcción entre dos.
Y al diseño ¿qué le interesa?
BIBLIOGRAFÍA
BAJTIN, M. Estética de la creación verbal, Argentina, Siglo Veintiuno Editores, 2012
BRINGHURST, R. Los elementos del estilo tipográfico, México, Fondo de Cultura Económica, 2012.
DIDI-HUBERMAN, G. Ante la imagen, España, Cendeac, 2010
ECO, U. Lector in fabula, Barcelona, Lumen, 1987.
TSCICHOLD, J. El abecé de la buena tipografía, Barcelona, Campgrafic, 2002.
SOBRE EL AUTOR
María Restrepo
MSC. Diseño Comunicacional
Profesora Asociada II – Diseño Gráfico
Facultad de Artes Y Diseño
Universidad Jorge Tadeo Lozano
Sede Bogotá