Industria cultural, patrimonio y otros demonios

Editorial
Industria cultural, patrimonio y otros demonios
Compartir en
Martes 16 de Agosto 2022
Ilustración: Diana Ruiz Ortiz

Por: Msc. Johanna Zarate Hernández

En este documento se reflexiona sobre las relaciones contemporáneas entre Industrias culturales y creativas, patrimonio e hiperculturalidad. En este marco, se hace importante discutir los conflictos generados por las nociones de identidad que atraviesan lo que entendemos por cultura y por patrimonio y su relación con las Industrias Culturales que definitivamente se enmarcan hoy en las nociones de mercado y  consumo. En ese sentido se inicia una revisión breve del concepto cultura propuesto por Byung-Chul. El autor explica cómo la génesis de la cultura griega coincide con la llegada de extranjeros a Grecia, es así que, la noción occidental de la “gran” cultura Griega, proviene de su mezcla con otras culturas y no de su pureza. Es decir, es la heterogeneidad lo que permite el desarrollo de una cultura como la griega,  elemento que es dejado atrás siglos después por las nociones europeas de identidad y singularidad que de alguna manera, hemos heredado como resultado del colonialismo físico y conceptual del que fue víctima nuestro continente “La ́felicidad nacional` surge cuando el ´alma` olvida su ´diversidad` inherente y eleva una parte de ella como totalidad” (Byung-Chul,2020) 

 

En la actualidad “la cultura se ha incorporado a procesos de producción sofisticados, cadenas productivas complejas y circulación a gran escala en distintos mercados” (Lebrun, 2014). 

 

Las nociones de industria cultural concebidas en el siglo XX se hacen insuficientes por su desconocimiento para abarcar los contenidos creados en las tecnologías contemporáneas, lo cual lleva al desarrollo de la noción de otros tipos de industrias que permiten la participación, la inversión y la oferta de diferentes tipos de contenido.

 

La cultura entendida como la designación del modo particular de un pueblo y la manera en qué  organiza su vida, nos permite entender de qué estamos hablando cuando hablamos de cultura y de patrimonio. Entonces cuando se habla de la cultura ´indígena colombiana´ se refiere al modo de vida de un pueblo o un grupo social. En este documento la fundamentación se enfoca en problematizar la cultura relacionada con “La organización de la instrucción pública, educación como culturización, como necesidad imperiosa para la construcción de las naciones americanas fue, a su vez, el ejercicio de la verticalidad de una cultura (La ilustrada) sobre otras al desconocerlas como tales” (Lebrun, 2014)  es entonces cada persona un actor cultural ya que la cotidianidad constituye a la cultura. Pero ¿hablamos de cultura o de culturas?, el término cultura designa una forma de vida completa  y diferenciada por un territorio, este territorio constituye su propia tradición “ telúrica”, para destacar lo que es propio de cada cultura considerando “ajeno” a toda manifestación que no sea autóctona. Es así que, las culturas permiten visibilizar la diversidad en los “modos” de organizar la vida del mundo: pueblos, grupos, clases, etnias, géneros. También permite entender la forma de comprender los límites y las similitudes entre lo propio y lo ajeno para desarrollar relaciones de intercambio, apropiación, imposición, etc. 

 

Pero, paralelo al entendimiento de las culturas como modo de vida de un pueblo aparece la idea de cultura ligada a los procesos de transformación social y tecnológico, los cuales, se forzaron en las ciudades, de la mano de los medios masivos de comunicación, en este proceso aparece la cultura masiva, que populariza los cambios llevados a cabo bajo esa idea ilustrada de la cultura basada en el territorio y la materialidad y la relacionan con la urbanización, es entonces que las nociones de cultura e industria cultural son reevaluadas en un contexto en el cual las urbes electrónicas van en ascenso, la cultura empieza su proceso de desterritorialización, lo cual implica un movimiento continuo de la población de un territorio a otro, y desemboca en  una cultura sin memoria territorial, una cultura que se basa en lo audiovisual, en lo digital; una desmaterialización que nos lleva a la mayor influencia de estas culturas fuera de la cultura material y que se enfoca en la función que adquiere lo virtual y la información “la desmaterialización es pues, la manera como la lógica de las tecnologías se vuelve cultura, la forma de organizar nuestra vida”. (Herazo, C. Valencia, A. Benjumea, M, 2018)

 

Cuándo hablamos de desmaterialización  estamos hablando de desterritorialización de la vida de la ciudad a través de la información y del movimiento por vías tecnológicas, es así que, las industrias culturales y la práctica del consumo cultural empieza a desmaterializarse también y se convierte en el consumo de información, en otros modelos y lugares distintos a los naturales y tradicionales como lo eran los museos o los espacios arquitectónicos de patrimonio tradicional.

 

Este nuevo consumo cultural y patrimonial, se da de la mano de prácticas de consumo y apropiación tales como: alimentos, ropa, vivienda, autos, lugares  (restaurantes, colegio, centros comerciales, etc) servicios de medicina natural o alternativa, entre otros “el consumo cultural tiene relación directa con una experiencia cultural que modela visiones o formas particulares de ver el mundo” (Herazo, C. Valencia, A. Benjumea, M, 2018) todas estas visiones particulares provienen de una cosmovisión pre existente que genera una cosmovisión nueva y particular para cada sujeto o para cada “turista” en palabras de Byung-Chul Han de las industrias culturales. Éstas prácticas de consumo en las que se usan y se apropian bienes simbólicos como la música, la pintura, el teatro, la televisión, el cine, la prensa y los libros; también constituyen unas visiones del mundo particular que empiezan en la actualidad a unirse a la globalización y a la transnacionalización que conlleva a la caída del Estado Nación como el ente director y regulador de la cultura y el patrimonio de un territorio llamado Nacional. 

 

“El consumo, en tanto práctica cultural, es tan fundamental que gran parte de los conflictos urbanos ocurren cuando algunos son marginados de la posibilidad de usar (consumir) los beneficios que la ciudad ofrece” (Herazo, C. Valencia, A. Benjumea, M, 2018)  parece  entonces que se empiezan a privilegiar el consumo colectivo que se da en parques, en  espacio público o en calles, de alguna manera el consumo cultural y patrimonial se convierte en otra forma de servicio y derecho público.

 

La cultura y el patrimonio se convierten, en parte de un sistema, el sistema cultural, en el cual la cotidianidad o el modo de vida se transforma en la práctica productiva de los pueblos, los productos culturales de la comunidad se profesionalizan y se empiezan a entender  como oficios expresivos y creativos, que se manifiestan en la esfera pública accesibles a “todos”  mediante la proliferación de prácticas adaptadas a las necesidades de este nuevo espacio desterritorializado y desmaterializado. Bailarines, poetas, escritores, tejedores, bordadores, etc. llevan las antaño expresiones culturales, a la producción en serie que les permiten ingresar en el sistema productivo de una industria masiva “la cultura es el conjunto de relaciones a través de las cuales nos hacemos y rehacemos unos a otros” (Herazo, C. Valencia, A. Benjumea, M, 2018) En ese sentido podríamos hablar de la cultura como una mediación que permite entrar en contacto entre sujetos de diferentes territorios, ahora cada vez más difusos, convirtiéndolos en turistas multiculturales de la hiperculturalidad mediada por las nuevas tecnologías que trascienden los espacios patrimoniales y culturales tradicionales y materializados.

 

Jesús Martín Barbero explica “antes, la mayoría de los hombres, las cosas, y no sólo las de arte, por cercanas que estuvieran estaban siempre lejos, porque un modo de relación social les hacía sentirlas lejos, ahora, las masas, con ayuda de las técnicas, hasta las cosas más lejanas y más sagradas las sienten cerca. Y ese ´sentir`, es experiencia, tiene un contenido de exigencias igualitarias, que son la energía presente de la masa” (Barbero, 1987) Ahora, si tomamos como base la definición pública que comparte el ministerio de cultura de Colombia, sobre patrimonio cultural encontramos que en nuestro territorio “El patrimonio cultural es la expresión creativa de la existencia de un pueblo en el pasado remoto, en el pasado cercano y en el presente. Nos habla acerca de las tradiciones, las creencias y los logros de un país y su gente. La palabra patrimonio significa algo que ha sido heredado, debe, de hecho, considerarse como el legado que recibimos de nuestros ancestros y que debe pasar a las futuras generaciones.

 

El término de patrimonio cultural ha evolucionado durante las últimas décadas. Originariamente sólo se refería a obras maestras de valor artístico e histórico, pero ahora se usa más ampliamente y abarca todo aquello que tiene un significado particular para los grupos históricos.” (Ministerio de Cultura, Colombia)

 

Relacionar cultura, patrimonio e hiperculturalidad, invita a revisar la relación con la técnica, explicaba Benjamín sobre la técnica, que no se trata de progreso o avance, en este caso la técnica o tecnología relacionada con la cultura del patrimonio, ayuda a abolir las separaciones y los privilegios y facilitan la democratización de nuevas formas de recepción de las industrias creativas y culturales, estas nuevas formas de recepción, permiten por un lado el recogimiento y la soledad que se relaciona con la técnica afectando el alcance y la función social del patrimonio, y por otro lado, la dispersión de la recepción afectando un colectivo y masificando el consumo patrimonial y cultural “con lo que se está firmando una nueva relación de la masa con el arte, con la cultura, en la que la distracción es una actividad y una fuerza de la masa frente al degenerado recogimiento de la burguesía” (Gómez, 2000) por este lado podemos decir que la cultura y el patrimonio se convierten en elementos de la noción de la hipercultura del consumo en masa de una ´cultura patrimonial` que ya ha sido despojada de su aura o de su sacralidad y se convierte en una herramienta del ocio y el consumo masivo de entretenimiento.

 

Por otro lado, Edgar Morín plantea que la industria cultural es el modelo peculiar en que se organizaron los nuevos procesos de producción cultural. El aporte de este autor es plantear que la industria cultural pasa a significar el conjunto de mecanismos y operaciones a través de los cuales la creación cultural se transforma en producción “con una ganancia que venía no sólo de la descripción socioeconómica del proceso tanto del lado de los productores como de los consumidores, sino de la negación a fatalizar el cambio desmontando así uno, de los malentendidos más tenaces del pensamiento Horkheimer y Adorno: el de qué algo no podía ser arte, si era industria” (Barbero, 1987) en la cultura de masas se suscribe lo cotidiano mediante dispositivos de intercambio entre lo real y lo imaginario, es así que, la estructura semántica de significaciones y significantes se fusionan entre la realidad y la ficción, generando operaciones de significación y arquetipos de significaciones, por lo tanto, la industria cultural empieza entonces a producir información en donde antes primaban los sucesos, ahora prima la información. Esto es extraordinario, ya que en la actualidad parece que  en la producción cultural  en este mundo hipercultural, se le otorga predominancia a la ficción sobre el realismo.

 

El desbordamiento de los nuevos medios y la hiperculturalidad entendida desde los textos de Byung-Chul Han permite entonces eliminar esas tendencias “de negación de sentido y legitimidad de todas las prácticas y modos de producción cultural que no vienen del centro, de lo nacional o internacional, a la negación de lo popular como sujeto no sólo por la industria cultural, también por una concepción dominante de lo político que ha sido incapaz de asumir la especificidad del poder ejercido desde la cultura, y aplastado la pluralidad y complejidad de los conflictos sociales sobre el eje unificador del conflicto de clase” (Barbero, 1987)

 

Es así que la idea de protección del patrimonio, que fue tan potente entre el siglo XIX y el siglo XX se ha convertido en una noción que en la actualidad genera sensación de imposición y violencia, el alejamiento del patrimonio que se evidencia en la relación con la hipercultura tecnológica contemporánea, invita a una visión alterna, una revisión más creativa de los procesos de patrimonio y creación cultural, la búsqueda de una narrativa histórica que no sea común, y generalizada, sino que se fije en la relación entre seres y espacios específicos que permitan una relación discursiva no convencional. Es así que el patrimonio y la cultura se convierten en espacios conflictivos en los cuales, la relación entre los tejidos sociales, la regulación del acceso, el resguardo y la exhibición, deben dar paso a procesos que permitan entender qué ciertas prácticas culturales no deben ser universalizadas y convertidas en consumos de bien cultural, evitando así que dichos procesos patrimoniales y culturales, se conviertan en una ocupación violenta que interviene espacios y comunidades apoyándose en el discurso del desarrollo del Estado nación, hoy el Estado multicultural, que mediante el establecimiento de las industrias culturales y creativas como sector económico, establece una soberanía del Estado con una visión capitalista que busca nombrar, mapear, catalogar y administrar, como lo explica Cristóbal Gnecco en su charla ´patrimonio y pos patrimonio` la industria cultural y patrimonial, entendida como una industria extractiva, en la cual los lugares de memoria se convierten en lugares antropológicos y turísticos, despojan del aura sagrada, en palabras de Benjamín, aquellos espacios, lugares, prácticas, entre otros, que algún día pudieron haberse considerado como sagrados, reducen su representación simbólica, y quedan expuestos, desnudos y reducidos a su valor comercial. 

 

Lo patrimonial o como lo denomina Cristóbal Gnecco lo pos patrimonial de este siglo, lo cultural o lo hipercultural, como lo denomina Byung-Chul Han, deben ir  más allá de lo multicultural y entender que los receptores o perceptores de estos objetos culturales y patrimoniales, los consumidores de las industrias culturales de hoy, pueden estructurar diferentes análisis y distintas apropiaciones, es posible que todos estén hablando de cosas distintas, cuando hablan aparentemente de lo mismo y el patrimonio y la cultura entonces, no tengan que ver con la noción de ´Identidad, Nación, Estado`, ni con el pasado unificado de un discurso, sino con el presente híbrido, peregrino y turístico de una humanidad  que hoy le otorga  una carga conflictiva y política a estas nociones  que se relaciona con las luchas históricas que van más allá de la identidad única. 

 

-Son entonces las industrias culturales y el patrimonio, las agitadoras de nuestros otros demonios-




Bibliografía

 

Barbero, Jesús Martin (1987) De los medios a las mediaciones. Ed. GG, Barcelona

Byung-Chul Han (2018) Hiperculturalidad. Editorial Herder

Gómez, Rocío del Socorro (2000) Gestión cultural: prácticas. Convenio Andrés Bello, Universidad del Valle

Lebrun, Aspillaga Ana Maria (2014) Industrias culturales, creativas y de contenidos, Consensus, UNIFE


SOBRE EL AUTOR

Profesora Asociada I – Coordinadora Observatorio en Diseño y Creación

Facultad de Artes Y Diseño

Universidad Jorge Tadeo Lozano

Sede Bogotá

johanna.zarate@utadeo.edu.co

https://www.utadeo.edu.co/es/micrositio/observatorio-diseno-y-creacion

Firma en publicaciones Zarate-Hernandez, J. E.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

Institución de Educación Superior sujeta a inspección y vigilancia por el Ministerio de Educación Nacional.