El monstruo y el miedo al espejo.

Editorial
El monstruo y el miedo al espejo.
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Miércoles 03 de Mayo 2023
By Angela María Urriola

Por: Francisco Montaña Ibáñez 

No nos cuesta reconocer al monstruo que aparece en los sueños y que tiene tantas formas tan perfectas y tan variables como nuestro miedo, con el que siempre está dispuesto a encajar. En ellos, el monstruo nos paraliza. Es tal su poder sobre nosotros que nos deja sin habla, se apodera de nuestra motricidad, nos ensordece y se apodera de todas nuestras fuerzas para devorarnos en las fauces del pavor.  

Al monstruo también lo podemos ver en la literatura y en el cine. En estas, el monstruo tiene maneras más fijas que se acoplan a los contextos históricos y a los miedos sociales. Algunos son aterradores, como Tiburón, Allien, El Bebé de Rosemary. Otros menos. Pero en todos, podemos encontrarnos con una impresionante energía. Tal vez la misma que nos paraliza en el sueño.  

¿Por qué nos interesa tanto el monstruo, esa entidad disponible a devorarse todos nuestros recursos? Seguramente hay varias respuestas. Una, nos indica que es en la figura del monstruo que circula en las formas de los objetos de la cultura donde podemos ver nuestro miedo, y que, al mirarlo, recuperamos nuestra agencia. Vuelve nuestra voz, podemos movernos, la parálisis nos abandona y esa figura adquiere las proporciones que nuestra vida necesita.  

Es decir, los monstruos son parte fundamental de nuestra manera de estar bajo las estrellas.  

Los grandes creadores de monstruos merecen entonces toda nuestra gratitud. Uno de ellos es Roald Dahl, el escritor británico de novelas y cuentos que han leído niños, jóvenes y adultos y que se ha hecho muy conocido por Charlie y la fábrica de Chocolates, Matilda, Las Brujas, entre muchos otros. Sobre su nombre hace unos meses se produjo una polémica muy interesante. Su casa editorial y la fundación que lleva su nombre y que está encargada de continuar su legado, decidieron producir versiones ajustadas a las sensibilidades de los tiempos que corren, tiempos que están marcados por una profunda preocupación por la corrección política. En consecuencia, los personajes de Dahl que era nombrados como gordos, feos, monstruosos, ahora serán descritos con palabras que no afecten la sensibilidad de nadie. 

Esta decisión tiene varios aspectos interesantes. El primero tiene que ver con lo que significa modificar las obras para ajustarlas a modelos externos a ellas. Esto recuerda periodos tristes de la historia de las artes como el macartismo y la lista negra de Hollywood que imponía límites morales temáticos y políticos a las producciones cinematográficas, o la imposición formal que se imponía a las artes del realismo socialista soviético, y mucho más cerca, a la quema de libros que no se ajustan con la doctrina, sea cual sea. De esto se puede pensar que estas actitudes le reconocen al arte un poder importante para influir en la vida social al tiempo que suponen una única manera de entender la vida social. Tal vez, esa intensidad y energía que se usa para controlar, dominar, domesticar a las obras, sea el resultado de una terrible dificultad para entender que el reconocimiento de la diversidad es el gran logro de las luchas ideológicas, políticas y culturales de las ultimas décadas. Pero, y este es el segundo aspecto, ese reconocimiento de lo plural ha producido una intensificación del reconocimiento y defensa de la singularidad. Entiendo que la importante necesidad de reconocimiento público de la existencia y manifestación de cada singularidad se ha tergiversado hasta límites como el que hacen que una editorial y una fundación dedicadas a la promoción de la obra de uno de los grandes defensores de la infancia y de la diferencia sea modificada para proteger precisamente esa diferencia.  

Lo que se olvida acá es que es necesario ver al monstruo. Es necesario que los libros nos muestren nuestro monstruo, en unas dimensiones que no nos paralicen, que no nos acorralen. No es posible entonces, pretender que el mundo de las imágenes se convierta en el paraíso de la corrección donde todo lo que falla en el mundo de los humanos se reivindica. El mundo del arte hace parte de lo social, de lo histórico. Para eso está, para ponernos de frente a los monstruos que nos habitan, para que podamos verlos, para que cuando nos ataquen en el mundo de los cuerpos sepamos reconocerlos y no nos paralicen.  

 

 

SOBRE LA AUTOR:

Francisco Montaña Ibáñez

  

Escritor, profesor asociado del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia se ha dedicado a comprender a través de la experiencia de sus personajes niños y jóvenes. Entre los reconocimientos más importantes se pueden mencionar: Permio Nacional de Novela de la Cámara de comercio de Medellín, 2022, a la novela El país de las otras importancias, Penguin Random House; No comas renacuajos, Babel, Bogotá, 2009, recibió la nominación White Ravens 2009. La muda, Sudamericana, Bogotá, 2010 ha sido seleccionada en la lista del Banco del libro 2011. En la Universidad Nacional de Colombia (IIE), trabaja sobre la relación entre la figura del niño en el cine y la memoria, la historia y el género. Doctor en estudios hispánicos por la Universidad Sorbona, Paris IV y en Arte y Arquitectura por la Universidad Nacional de Colombia. Sus libros circulan también en México, Venezuela, Ecuador, Argentina, España y Norteamérica.  

 

 

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