Con las compras en internet sucede algo que me permite anotar un par de cosas (menores) sobre los productos dispuestos en las vitrinas del mundo tecno-comercial.
La primera es evidente y tiene que ver con la condición del producto en la vitrina. Dispuesto no a su consumo, sino a su adquisición; pasar a manos de su comprador no es más que una promesa de uso, no es otra cosa que la articulación de un escenario privado en el que el comprador tendrá la posibilidad de ajustar su compra y de decidir si finalmente la utilizará. Sabemos que un número importante de productos, serán siempre nuevos o casi nuevos, mantendrán su estatuto de producto comercial, suspendidos en el instante que antecede al uso.
La segunda, es que sobre los dispositivos de venta en línea, soportados en plataformas tradicionales, se ha invertido en protocolos de visualización de las mercancías de manera que, no es difícil reconocer (generalmente por medio de la vista) desde la textura de una tela o el color de una superficie, hasta la combinación de unos materiales; se pueden hacer aproximaciones, interacciones modestas de cambio de material, rotaciones, cortes, ampliaciones y usar algunas otras estrategias para asegurar en el comprador la idea más precisa del producto al que está accediendo o mejor, que está imaginando.
El comprador en alguna parte del proceso queda satisfecho y decide hacer la compra. Muchas veces sabe con exactitud qué producto va a llegar, muchas otras, tiene una idea sobre el producto que aparecerá en su domicilio, pero sabe que siempre será una sorpresa. En todos los casos y persistentemente el producto estará en la misma condición, aguardando la decisión final, atendiendo a que en el espacio de su intimidad, el comprador le dé la oportunidad final de convertirse, de dejar la incertidumbre del producto, de ejercer realmente su condición de mercancía.
En las escuelas, se ha formulado de manera insistente la pregunta sobre el estatuto de los resultados de los procesos de Diseño; algunas muy interesantes y con un fuerte carácter ontológico, se renuevan a partir de nociones como dispositivo. No obstante, “productos”, les decimos. El resultado del proceso de diseño, es producto. Tal vez no es del todo equivocado pensar que sí lo son, sólo que quizá están antes de aquello que las vitrinas contemporáneas entienden como producto, antes de los reflectores del comercio análogo o antes de los motores de búsqueda y los protocolos de visualización. Antes del fetiche de la imagen que se construye desde la mirada y desde el deseo.
Lejos de la noción de mercancía.