El conflicto Israel-Palestina es una herida abierta en la historia moderna, disputa que ha perdurado por generaciones, marcando un rastro de sufrimiento y desesperación en una tierra que ambas partes reclaman como su hogar. A lo largo de los años, se han involucrado una compleja red de factores que van desde lo territorial y religioso hasta rivalidades geopolíticas que han hecho de Oriente Medio un escenario en constante tensión. En octubre de 2023, esta tensión alcanzó un nuevo punto álgido, dejando a civiles atrapados en medio de un conflicto que parece no tener fin.
Los antecedentes de este conflicto se remontan a la Declaración de Balfour en 1917, cuando el Reino Unido, abogó por la creación de un Estado judío en Palestina. Esta declaración desencadenó una serie de eventos que llevaron a la partición del territorio en la década de 1940. Los palestinos expresaron su descontento, sin embargo, en 1948, se creó el Estado de Israel, lo que llevó a una invasión por parte de países vecinos, permitiéndole a Israel expandir su territorio y ocupar áreas previamente controladas por palestinos, incluyendo partes de Jerusalén.
A medida que Israel expandía su poder, los palestinos establecieron la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1964 como un intento de gestionar sus intereses políticos. Sin embargo, a lo largo de los años, la OLP tuvo distintas facciones, algunas de las cuales recurrieron al terrorismo como herramienta de negociación, lo que llevó a trágicos eventos como el ataque durante los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, en el que murieron 11 deportistas israelíes.
Luego de varios intentos de paz fallidos, Gaza fue tomada por Hamas en 2007, lo que desencadenó un bloqueo israelí y la creciente radicalización de la organización, respaldada por Irán. Para Hamas, Israel es un agresor que ha ocupado su territorio, y la diplomacia no es una vía viable. Sin embargo, no todos los palestinos respaldan a Hamas y a sus métodos. A medida que la diplomacia se debilita y las autoridades palestinas se dividen, la vía armada prevalece como una apuesta.
Recientemente, en octubre de 2023 comenzó una operación a gran escala de Hamas en la frontera de Israel, dejando más de 1,300 personas muertas. La respuesta militar de Israel ha sido intensa y sostenida, empleando importantes recursos y fuerzas militares robustas. La presión de ambas partes por responder con aún más poder ha llevado este conflicto a límites irracionales. Afectando principalmente a civiles, que en su condición de indefensión han experimentado los efectos secundarios de esta acción. Ya no se trata de una lucha entre ejércitos; en su lugar, se libra una lucha indiscriminada con misiles que no distinguen objetivos.
América Latina no ha sido inmune a las repercusiones de este conflicto. Varios países de la región han expresado su apoyo a Israel, mientras que otros han planteado posiciones más neutrales. Sin embargo, el conflicto ha tocado de manera personal a muchas familias latinoamericanas, con seres queridos atrapados en una zona de conflicto. Las posturas de los gobiernos de América Latina también han influido en sus agendas internas, dado que el conflicto ha arrojado luz sobre las conexiones de Israel en América Latina, especialmente en términos de cooperación y asistencia en seguridad y tecnología en una serie de países de la región.
En el caso de Colombia, el gobierno ha respaldado la causa palestina, pero desaciertos en la comunicación y el enfoque han generado una tensión diplomática sin precedentes con Israel. La diplomacia en redes sociales, especialmente a través de plataformas como Twitter, ha anticipado la diplomacia oficial del Estado. Esta tensión ha subrayado la complejidad de la situación y las posiciones encontradas en América Latina con respecto al conflicto.
El conflicto Israel-Palestina es un recordatorio de la urgencia de encontrar una solución pacífica a un conflicto que ha desgarrado a dos pueblos durante generaciones. La región no puede permitirse ser indiferente a un conflicto que tiene ramificaciones en su propia política y seguridad. La diplomacia internacional debe prevalecer, pero en un contexto en el que las posiciones son mutuamente excluyentes, se requiere un esfuerzo global concertado para encontrar una solución a esta crisis que ha cobrado demasiadas vidas y ha infligido un sufrimiento incalculable a ambas partes.