Por: Daniel Bogoya M.
La calidad de la educación superior puede modelarse e interpretarse mediante paradigmas variados. Hay universidades que basan su modelo de calidad en la detección y exclusión de aquellos individuos que no cumplen con los requisitos académicos dictados por ellas mismas, en desarrollo de su autonomía; como resultado del paradigma de la selección, sólo permanecen dentro de esa comunidad, aprenden cosas nuevas y se gradúan los estudiantes que cumplen satisfactoriamente tales requisitos, mientras que los demás aspirantes a ser profesionales son excluidos porque tal vez no nacieron para estudiar o por presunciones similares.
En contraste, hay universidades que fundamentan su razón de ser y su concepto de calidad en la equidad, es decir, ellas consideran que la educación es un derecho, inalienable e improrrogable, que todos los seres humanos son capaces de aprender, porque es un atributo inherente a la especie, y que simplemente hay que diseñar y construir los modos apropiados para materializar esta equidad. La calidad centrada en la equidad implica la conjunción de tres momentos cruciales: el acceso, la permanencia y el aprendizaje. Es decir, no bastaría con solo permitir el acceso a quienes quieren realizar estudios universitarios ni tampoco sería suficiente admitirlos y facilitar su permanencia, sino que es imperativo garantizar el cabal aprendizaje de todos los estudiantes.
En las universidades cuyo paradigma de calidad es la exclusión, podría pensarse en la existencia de comunidades académicas de élite, al nivel de profesores, estudiantes, administrativos, directivos y proyecto educativo, propias de sociedades con altos niveles de discriminación. También se pensaría que allí sólo pueden estar estudiantes de capacidad académica destacada, porque ellos son superiores, pueden mantener o mejorar su ritmo de aprendizaje y conquistar aún estados más altos de sabiduría en un determinado campo.
Por su parte, en las universidades cuyo paradigma de calidad es la equidad, se requiere la conformación de comunidades académicas dispuestas a apoyar el desarrollo del potencial del estudiante, independiente de su condición de origen, género, raza, etnia, religión, ideología o filosofía de vida, para lo cual directivos, administrativos y profesores de muy alto nivel fabrican y despliegan un proyecto educativo potente, apropiado y capaz de lograr el mandato de la equidad. Colombia debe reconocer y promover la calidad tanto de modelos excluyentes como de modelos equitativos, más aún cuando la tasa de cobertura en educación superior llega apenas al orden del 40% en el año 2012, para la franja de 17 a 21 años de edad.
La Universidad Jorge Tadeo Lozano se aproxima al paradigma de calidad basada en la equidad. La Tadeo ofrece equidad de acceso a los estudiantes que manifiestan su interés de adelantar estudios en esta Universidad, y asume con ellos el compromiso de disponer los medios necesarios para promover su permanencia y contribuir a su formación integral, para lo cual cuenta con un proyecto educativo apropiado y con profesores idóneos y comprometidos con el aprendizaje de los estudiantes, imponiéndose el reto de lograr que ellos alcancen muy buenos niveles de formación, debidamente acreditados con pruebas externas. La Tadeo es un Pacto Social por la equidad que se evidencia de manera efectiva en la tendencia de las siguientes cifras: deserción por cohorte igual a 44, 42 y 46% (frente a una media nacional de 49, 52 y 55%), para quienes iniciaron estudios en los años 2005 y 2006, y primer periodo de 2007; y posición 44 en el año 2009, 37 en 2010 y 25 en 2011, entre las cerca de 120 universidades colombianas, en las pruebas nacionales Saber Pro.