Por: Henry Cancelado
Director Área Académica
Ciencia Política y Relaciones Internacionales
Uno de los grandes proyectos del gobierno nacional es la denominada “paz total” dentro de la cual se busca incluir a todos los actores violentos que azotan al país. Es un proyecto ambicioso si se tiene en cuenta que, en estos momentos, especialmente después del proceso de paz de 2016, Colombia se enfrenta a una diáspora de grupos violentos que tienen diferentes orígenes, formas operativas e intereses.
Es importante tener en cuenta que no todos los actores violentos que actúan en el país son herederos del conflicto que muchos estudiosos ubican desde 1964, el cual se caracterizó por guerrillas que plantearon un derrotero político y en ese sentido se enfrentaron al Gobierno, dando como resultado uno de los conflictos internos más largos de la historia, especialmente si lo contamos hasta 2016, por lo emblemáticas que fueron las FARC en dicha confrontación. En ese conflicto que podemos llamar subversivo, varios grupos se organizaron desde diferentes orillas, e intentaron articularse en una coordinadora guerrillera. Rápidamente algunas organizaciones como el M19 y el EPL salieron de la escena de la guerra, especialmente el M19 el cual hizo su tránsito a la vida política de manera exitosa. Sin embargo, el EPL marcaría un camino de lo que será el proceso de otros grupos posteriormente.
Otro tipo de conflicto es el derivado de las mafias o crimen organizado (transnacional algunas veces), caracterizado en el país por las mafias del contrabando de los años 40 y 50 del siglo pasado; la llamada “bonanza marimbera” de las 60 y 70 del mismo siglo, y finalmente el auge de los grandes carteles de las drogas. Claramente este tema no empieza con Escobar, aunque tiene su pináculo con él y su organización, para la última década del siglo XX. En la mezcla de estos dos tipos de conflictos es que el país ha tenido su más grande reto y ha enfrentado sus peores momentos.
Producto de esta combinación son los grupos de autodefensa, mezcla criminal y antisubversiva que logró relevancia dentro del marco de la guerra en Colombia. Estos grupos junto con las guerrillas, una vez desaparecen los grandes carteles, se disputan el negocio del narcotráfico en toda su línea productiva, dando como resultado grupos violentos, muy bien armados y con alcance internacional. En esta bolsa podemos meter a las disidencias del EPL y por supuesto a las de las FARC, así como a las de las autodefensas, el llamado Clan del Golfo. De tal manera, el país pasa, a lo largo de un proceso de veinte años a enfrentar una mutación en su guerra y a tener escenarios grisáceos de violencia profunda que complejizan cualquier iniciativa de paz.
Tal es el caso de la paz total. Lo que involucra y cuestiona el proceso con el ELN, una vieja guerrilla que se considera a sí misma, el último actor político subversivo del país, frente a la miríada de grupos criminales que han surgido. Aparece entonces el interrogante sobre el límite entre lo criminal y lo subversivo, entendiendo este último como una categoría política que reclama y reivindica el ELN, a pesar de prácticas de tráfico o extorsión en las que haya podido incurrir para su lucha y que quedaron claras en las guerrillas, al menos en el proceso con las FARC.
El gran cuestionamiento y a nivel de una política de seguridad, es si se debe negociar políticamente con quienes se pueden considerar criminales. El mismo ELN ha querido separarse del resto de grupos, aunque en algún momento sus actividades se parezcan a las de las disidencias o a las del clan.
Para el gobierno el reto es “vender” la idea de que hay que negociar de manera total, aunque los grupos tengan características y motivaciones diferentes, especialmente porque lo que sigue en juego es el control del territorio y la pacificación de las regiones, muchas de las cuales enfrentan el flagelo criminal el cual puede negociar dejar sus negocios ilícitos, aunque no se sabe aún a qué precio.
Por su parte, con el ELN la agenda es más política y sus delitos van a pasar por ese tamiz, a la vez que se enfrentará a sectores que pedirán trato criminal; ese es el segundo reto de esta paz total.
¿Para todos será lo mismo? Por ahora parece que habrá un proceso diferenciado. Al final el problema será que, si se logra negociar con todos, habrá alguno que considerará su trato injusto, y regresará a las armas y a sus viejas actividades, en ese momento tendremos en el horizonte el siguiente conflicto y su consecuente proceso de paz.