“Y habiendo fallecido fue tanta la fragancia que se experimentaba en su celda que parecía haber muchos aromas en ella (…) halló estar el cuerpo incorrupto el puro y virginal cuerpo, sin mal olor, antes bien exhalando suavísimo olor, y dijo a la Prelada, se podía tener insepulto todo el tiempo que se quisiera, porque no había en él la menor señal de corrupción…” (Declaración de Sor Juana Inés de la Cruz, en copia del Proceso canónico de 1732, sobre la fama de la santidad de la sierva de Dios)
Cuenta la historia que Sor María Gertrudis Teresa de Santa Inés fue una religiosa de clausura perteneciente a la orden de las dominicas, que luego de una vida dedicada a la profesión de su fe murió en el año de 1730, en Santafé. Tres retratos pintados al oleo sobre lienzo que representan el lecho de muerte de la religiosa hablan de un elemento místico y sagrado de la época, un movimiento artístico propio del barroco que devela la alegoría del olor a santidad, la incorruptibilidad del cuerpo y el rejuvenecimiento después de la muerte como virtus o pruebas tangibles del carácter sagrado de los cuerpos de los santos, que son utilizadas para justificar el proceso de canonización ante la Iglesia Católica.
Sobre este tema, el pasado 29 de agosto se llevaron a cabo tres charlas como parte de la Exposición Horror Vacui: una colección de pintura barroca, que se exhibe en el Museo de Artes Visuales de Utadeo hasta el 22 de septiembre. La doctora en Estudios Latinoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México, Alma Montero, habló acerca de las tendencias del arte barroco en el movimiento de “las monjas coronadas”, mientras que las curadoras de la exposición, María Constanza Villalobos y Paula Matiz, se refirieron al proceso histórico y de restauración de los tres retratos de Sor Gertrudis.
Los tres retratos en el lecho de muerte de Sor Gertrudis. El primero, representa a la religiosa al momento de su muerte; los dos siguientes, aluden a la exhumación de su cuerpo un año después.
Los tres retratos de Sor Gertrudis: una historia de santidad y mística contada desde la pintura
La primera pintura, que data de la fecha de la muerte de Sor Gertrudis, y fiel al relato de la biografía de la religiosa, escrita por Pedro Calvo de la Riba, contempla la imagen de un rostro rejuvenecido al morir en una idealización de la santidad. Algunos relatos apuntan que, al momento del fallecimiento de la religiosa, su cuerpo expelía un olor a rosas y a pino: “a la vista de los presentes, el rostro se empezó a transformar, lo que maravilló a los que la vieron al momento de fallecer. En la pintura se aprecia a una religiosa joven, de aproximadamente, 20 años, aún cuando su muerte se dio cuando tenía sesenta años”, comenta Montero.
De igual forma, un año después de su muerte, cuando las religiosas del convento de Santa Inés se disponían a construir el pesebre, un accidente ocurrió en el lugar. Algunas tablas del lugar se partieron, dejando al descubierto la tumba de Sor María. La madre superiora ordenó la exhumación del cuerpo y arreglo de la sepultura, encontrando con sorpresa que el cuerpo de la religiosa yacía intacto, incorruptible ante la muerte, y ante todo, con su rostro resplandeciente, como otra prueba inequívoca de santidad. De allí se desprende la segunda pintura que existe de la religiosa.
Alma Montero en su charla sobre "Las monjas coronadas"
Sin embargo, poco tiempo pasó para que el rostro de la monja de clausura se oscureciera. Inicialmente, este fenómeno se le atribuyó al velo negro que hacía parte de su ajuar fúnebre. Sin embargo, desde el pensamiento místico, luego se le confirió a los padecimientos que había tenido en vida. A pesar de varios intentos por recuperar la blancura del rostro, esto nunca se logró, situación que puede evidenciarse en la tercera pieza.
Es así, como desde aquella época y hasta hoy, los retratos han sido objeto de veneración por parte de algunos fieles. Algunos sostienen que gracias a las tres imágenes de la religiosa se han presentado milagros.
De las monjas coronadas al olor de santidad
Un elemento clave en las pinturas de Sor Gertrudis, considerada el "Lirio de Bogotá", es la corona de flores que posa sobre la cabeza de la religiosa, relato característico de lo que los historiadores de arte denominan “las monjas coronadas”, un movimiento barroco que renació en América Latina y España. Dicho elemento es símbolo de una vida ejemplar de las religiosas en el convento.
Este rito se podía llevar a cabo en dos ocasiones en la vida de una monja: la primera, en el momento de su profesión y votos, donde cada una de ellas se convertía en la esposa de Cristo, en una especie de matrimonio místico donde se moría al mundo y a sus pasiones; y en un segundo momento, cuando las religiosas fallecían, y así, se daba por fin el encuentro eterno con Cristo.
Un recorrido por cerca de 300 retratos de monjas coronadas, compilados por Montero y provenientes de claustros de países como Colombia, México, Perú y España, hablan del ayer y del ahora de la vida conventual, como por ejemplo el vestuario de las religiosas que remitía a la orden que cada una de ellas profesaba, así como las diversas cotidianidades que las rodeaban: “la corona y la palma están reservadas a la muerte justa, es decir, morir por la causa de Cristo”, destaca la curadora mexicana.
Alma Montero, experta en arte latinoamericano mexicana
Aunque este movimiento artístico de “las monjas coronadas” está relacionado con las religiosas muertas, también se pueden apreciar casos de monjas a las que se les corona por su vida ministerial de 25 y 50 años, similares a las bodas de plata y oro que se celebran en un matrimonio.
Montero, además hizo una invitación a recuperar este trabajo interdisciplinar entre la antropología y el arte, en la medida que muchos conventos se están cerrando en el mundo, y la memoria histórica de la vida de estas religiosas, así como sus rituales, se están perdiendo.
María Constanza Villalobos, curadora de la exposición "Horror Vacui".
Así fue el proceso de restauración de los tres retratos
A través del uso de Rayos X, los investigadores María Constanza Villalobos, Mario Rodríguez y Paula Matiz, han establecido las modificaciones e intervenciones que se han realizado a las pinturas, los trazos utilizados por el autor de las mismas, que hasta el momento sigue siendo anónimo, así como los brillos y posibles rasgaduras de la tela.
Como lo relata Matiz, a través de la técnica de luz transmitida se pudo identificar el estado del soporte de las pinturas, así como la pérdida de capa pictórica. Implementando los rayos UV, también se han identificado las capas pictóricas originales frente a las intervenidas.
Lienzo de Sor Gertrudis, donde se evidencia el oscurecimiento de su rostro. Fotografía: Banco de la República.
Según la curadora, la historia posibilita la restauración en la medida que permite confrontar los elementos que de ella emergen con los rasgos y atributos de las obras, al tiempo que la restauración posibilita corroborar o formular hipótesis desde la historia.
El proceso de restauración inició con la limpieza del soporte de la obra. Posteriormente, se eliminó el exceso de cera y suciedad presente en la pintura. En tercer lugar, se realizó la limpieza a la superficie, trabajo meticuloso que tuvo en cuenta los elementos que brindaba la historia sobre el retrato, con el fin de no modificar la esencia de este, y por último, se hizo el resane de la obra. El resultado de la restauración puede apreciarse como parte de las 106 obras que se exhiben en el MAV de Utadeo.