No más posturas eco-amigables
La reflexión en torno a la idea de medio ambiente, se ha determinado mayormente en un sólo sentido: la posibilidad de existencia o mantenimiento de unas relaciones entre los ecosistemas vivos tradicionales y aquellos artificiales que han emergido. Para ser más precisos, se ha ordenado de manera excesivamente antropológica, es decir, circula en torno a la relación que tienen los ecosistemas con la condición, calidad y posibilidad de vida humana en el planeta. De manera que, la pregunta por el medio ambiente, no es una pregunta que en una línea causal clara intente dar respuestas a las condiciones, características o facultades propias del medio ambiente, sino por otra vía a la relación de necesidad de éste, con respecto a la precaria idea de lo vivo que se centra en exclusivo en lo humano.
Es por tanto fundamental, como lo señalan ya algunas de las vías más importantes de la bioética, hacer referencia al medio ambiente, no sólo en términos del sustrato en el que es posible el mantenimiento del ecosistema artificial que privilegia la vida humana, sino más bien en consideración a que la posibilidad de vida sobre el planeta solo será una opción en tanto la vida sea entendida en realidad en un sentido amplio y el medio ambiente no se considere solamente el escenario de la vida humana. La perspectiva entonces no parece ser la consideración del mantenimiento o modificación del medio ambiente para el hombre, sino el cuidado del mismo para su propia existencia. Es justamente la existencia de la vida humana el inconveniente mayor que debe sortear el medio ambiente.
Sabemos hoy que ideas como sostenibilidad y otras bastante más frágiles que tienen que ver con posturas eco-amigables y demás, no sólo han hecho crisis, sino que no permiten enunciar las preguntas importantes y tampoco ordenar la reflexión en torno a aquello que debe ser primordial. Sabemos también que, las formas de producción y consumo a partir de las cuales se ordena la idea de progreso en el planeta, estrecha la idea misma de seguir viviendo y su transformación ya aparece como urgente. Simplemente no es posible seguir viviendo en el planeta de la misma manera a partir de la cual se consolidó la peregrina idea de civilización.
Así las cosas, un espacio de reflexión como el que propone el Observatorio, que se inquiete por la relación entre el desarrollo de productos y el medio ambiente, no sólo tiene vigencia, sino que puede ser el escenario para dejar de insistir en los reiterados lugares comunes y por el contrario comenzar a enunciar las preguntas que han devenido urgentes.
Autor del texto: Prof. Alberto Romero Moscoso
Fotografías e imagen: Prof. Johanna Zárate Hernández