El Decano de la Facultad de Artes y Diseño, Alberto Saldarriaga, dio la bienvenida a Francisco Jarauta, Catedrático de Filosofía de la Universidad de Murcia, quien dictó una conferencia titulada “el laboratorio de la ciudad”.
Jarauta habló de la importancia de no dejar de hacernos preguntas en esta época acelerada, ya que somos nuestras preguntas, “tenemos la suerte de vivir una de las épocas más apasionantes de la historia humana, una época rápida, veloz. Antropológicamente el hecho más llamativo de nuestro tiempo es que todo es rápido, y lo que hoy estamos celebrando mañana ya pertenecerá a la memoria de nuestro pasado”.
A lo largo de su charla se refirió a distintos sociólogos del mundo, como por ejemplo Sygmunt Bauman y su pensamiento respecto a los grandes cambios y transformaciones de nuestro tiempo, que nos han convertido a nosotros en observadores de lugares, asomados a una pantalla virtual, nos hemos acostumbrado a pensar que lo que la pantalla cuenta, su narración, es igual al mundo. Ante estas ideas Jarauta continúa afirmando que “la autonomía del discurso sobre el mundo ha sustituido al mundo, el relato sustituye a la realidad y apenas estamos comenzando la época de las nuevas tecnologías que cambiarán totalmente nuestra situación en el mundo”.
Jarauta habla de los seres ansiosos en que nos hemos convertido, “cuando tenemos la medida de la realidad no tenemos el mapa de los acontecimientos, las sorpresas están garantizadas y la respuesta nuestra es situarnos en ese mecanismo”.
Para Jarauta nuestro gran drama es que la realidad supera a la ficción ya que en 1970 no había ni remota idea de que pudiera existir el pc personal, no existía la palabra internet, y en la actualidad pensamos qué sería de nosotros sin ese universo, sin esa competencia, “sentiríamos que regresamos a la edad de piedra, quedaríamos desconectados, no perteneceríamos a ningún universo”.
Afirma que nos hemos hechos virtuales en un mundo virtual y es el mundo en el que nosotros trabajamos, “pienso que el trabajo intelectual exige la comunicación y la relación de conocimiento, pero hoy los escenarios han cambiado, los territorios han cambiado y las ansiedades se han multiplicado”.
Respecto al hecho de cómo miramos y observamos el mundo, Jarauta cree que no es suficiente tener ojos bellos, los ojos los da la naturaleza, pero la mirada es cultural, “pocos momentos producen tanta emoción como cuando un estudiante tiene mirada propia y ese es el objetivo de toda formación, situar a las personas en el umbral de interrogar el mundo, de entender lo que pasa, de por dónde vamos”.
Afirma que las ciudades se han convertido en el laboratorio por excelencia, en el lugar donde todo ocurre, es la verdadera metáfora del mundo, “en un proceso de globalización como el que hemos tenido durante los últimos 30 años se fueron borrando las fronteras y al final fueron delimitándose los pequeños territorios. Desde un principio la ciudad es la forma cultural más importante”. Respecto a este tema se remite a algunas páginas del génesis, bajo la forma de parábola se cuenta la historia de Caín y Abel.
“Abel es pastor y representa como pastor la civilización nómada de pastores, los nómadas no desarrollaron nunca una teoría ni una jurisprudencia sobre la propiedad, nunca tuvieron el concepto de propiedad de las tierras, una vez todos eran nómadas y todos se llamaban Abel. Llegaron a un río y es la primera vez que el nómada descubre una gran río, se quedan e inventan algo formidable, la agricultura, se hicieron agrícolas, se hicieron sedentarios y fundaron la primera ciudad. Así se abre una nueva historia maravillosa que es la construcción de la ciudad, las primeras chozas de barro, los primeros cultivos, en el neolítico toda la agricultura era ecológica”.
En estos espacios se hace algo evidente y es que es notorio que los pequeños problemas se producen cuando hay más de dos personas “todos los problemas se derivan de que somos más de dos”.
Nacimiento de las ciudades
Se llama a la población ciudad y empiezan a aparecer elementos nuevos como la necesidad de una ley y alguien que la represente, “el círculo de tiza blanco muy pronto se transformó en muro, la ley del tirano es la ley de la civilización”.
Hace cien años se institucionalizan las competencias, y los únicos autorizados a hablar de la ciudad, quien era competente para hablar de la ciudad en 1900, era el historiador o el urbanista, el urbanismo es un asunto del siglo XIX. “Ahora de la ciudad hablan desde distintas disciplinas, siguen hablando los historiadores, urbanistas, sociólogos, antropólogos. No se puede pensar si nuestros referentes históricos son débiles, hay que tener el referente de la historia siempre, la historia no puede fallarnos de nuestra agenda intelectual”.
Considera que si se hiciese un programa de posgrado de la ciudad debería figurar esa complejidad de discursos, ninguno de ellos cierra el espectro sino que lo amplía y lo acerca a la complejidad de la ciudad en el mundo actual. “En un proceso de globalización hay una desterritorialización de la política y la ciudad pasa a ser el espacio más real que podamos imaginar, el espacio en el que vivimos, en el que nos reconocemos, en el que experimentamos la democracia, en el que pertenecemos a una comunidad, es el verdadero espacio de la experiencia humana”.
En la historia de la humanidad el Siglo XX será el año en que la población del planeta se multiplico por 3.4, pasamos de 1.300 millones de habitantes a 7450 millones, y el 68% de esta población vive en zonas urbanas o meta urbanas.
Opina que la comunicación es quien probablemente tenga que intervenir en la construcción de una opinión pública, no para unificar la representación del mundo para que se parezca a nuestros intereses, no se trata de construir la gran utopía sino la pequeña comunidad. “La comunicación juega un papel fundamental, el futuro es comunicación, la comunicación se articula a los procesos de información”.
Finalmente Jarauta se refiere al 2016, año en que se cumple el quinto centenario de la publicación del libro “Utopía” de Thomas More de 1516 “ya no hay tiempo para las grandes utopías, pero dónde quedan las pequeñas utopías, las microutopías, la utopía de barrio, del reconocimiento ciudadano, de la pequeña biblioteca en un barrio, el acercamiento a la construcción de los pequeños espacios que trasforman lo social, no tenemos la fórmula de la historia”.
Concluye con las tres grandes pasiones que deben orientar nuestras vidas, las cuales son el conocimiento, el amor y la humanidad “tenéis la gran fortuna de ser jóvenes y de tener esas tres pasiones, y de visualizar el dibujo de un futuro en el que el planeta estará lleno de humanos que se irán relacionando y quizá descubriendo y reconociendo en los otros, que es igual que los otros, y que necesitamos la ciudad para construir un sistema de protección que permita hacer humanos más humanos o simplemente humanos”.
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es un documental pertinente
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