Violencia en el Tolima: un espiral de atentados, miedo y zozobra

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El departamento del Tolima ha ocupado un lugar central en la historia nacional en su política, en su economía y en la trayectoria del conflicto armado. Como en buena parte del país, la ausencia del Estado en este departamento fue aprovechada por los grupos armados ilegales para hacer presencia territorial. Reconocido como el departamento en el que nacieron las antiguas Farc en los años 60, el paso de la violencia por sus territorios desencadenó un aumento en los índices de violencia política y de pobreza. Con el pasar de los años, el departamento se viene recuperando. Este es un fragmento de un especial de memoria de tres de sus municipios más golpeados por el conflicto.

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Contexto

Durante más de sesenta años de conflicto armado interno, el territorio nacional, indiscriminadamente, fue víctima de desplazamiento, muerte y dolor. El departamento del Tolima, por ejemplo, cuya geografía se caracteriza por la diversidad que le otorgan sus zonas montañosas, redes hidrográficas, cumbres nevadas, amplias mesetas y el valle del río Magdalena, vivió el nacimiento y fortalecimiento de la guerra con la presencia de actores como las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), siendo la población civil la que quedó en medio del fuego.

La posición privilegiada de este departamento lo situó como un corredor estratégico durante los años de conflicto. Aún en tiempos de paz, sus calles, veredas y municipios cuentan la historia del conflicto, marcado por tomas, masacres y amenazas a la población civil. 

La zona norte del Tolima es el enlace entre Cundinamarca, Quindío y el Magdalena Medio, es decir, garantiza las comunicaciones entre el centro y el occidente del país, mientras que la zona centro conecta el sector del Eje Cafetero con la costa pacífica, llegando al puerto de Buenaventura. Por otra parte, la zona suroriental comunica los corredores de las cordilleras Central y Oriental, además de enlazar al Meta, el norte del Huila y al Caquetá. Finalmente, en el suroriente, específicamente el cañón de Las Hermosas, representó un punto estratégico para los grupos armados, ya que cuenta con corredores que garantizan la comunicación con el Cauca, Nariño, el Pacífico y el centro del país. 

Las condiciones anteriormente descritas hicieron del Tolima un territorio en permanente disputa, pues era vital para las dinámicas insurgentes como también para las iniciativas de defensa de los actores contrainsurgentes. Otro aspecto a resaltar es que, debido a que este departamento cuenta con variedad de pisos térmicos, se considera como un territorio productivo en materia de agricultura, lo que permitió sostener, durante largos años, una economía de guerra basada en cultivos ilícitos. 

Estas condiciones geográficas, sumadas al conflicto por la tierra, las luchas de liberación latinoamericanas en el marco de la Guerra Fría y la falta de garantías para el campesinado, hicieron del Tolima la cuna de la guerrilla más grande de América Latina.

Marquetalia, un pequeño territorio del corregimiento de Gaitania, municipio de Planadas, en el departamento del Tolima, fue la zona geográfica que vio nacer a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc-EP). Ubicada en el sur del Tolima, fue controlada por campesinos liberales y bombardeada por el ejército, allí fue el punto de la cúspide para este grupo alzado en armas. Las Farc se fundaron oficialmente en 1964, cuando Marquetalia era el epicentro de La Violencia. Algunos liberales que se habían armado para hacerle frente a los ejércitos conservadores, no habían entregado las armas cuando el general Gustavo Rojas Pinilla concedió una amnistía general. 

El conflicto en la región no cesaba, en el año 2001 los habitantes de zonas aledañas al corregimiento donde se ubicaron las Farc, solo podían ir hasta puntos marcados, pues eran totalmente controlados por este grupo al margen de la ley. Años de zozobra y miedo tuvieron que vivir cientos de pobladores de esta parte del país, pues los ataques contra la Policía Nacional y la población civil no cesaban, especialmente en aquellos municipios que conectan con otros sectores del país.

La dinámica del conflicto armado en el Tolima se concentró en el sur del departamento, especialmente en la zona del cañón de Las Hermosas, la zona suroccidental, que fue usada desde finales de 2010 como refugio para varios miembros de las Farc, en especial para el jefe del secretariado, alias Alfonso Cano. Durante este tiempo, el grupo insurgente tuvo el control total del sur del Tolima y logró imponer sus normas sin remordimiento a la guerra que cada vez se hacía más grande. 

En esta región del país hay un largo historial de ataques y contraataques que dejaron marcada la historia del Tolima, desde el año de 1997 hasta el 2005, periodo que marcó el auge de las tomas por parte de las antiguas Farc. Muchos municipios vivieron en carne propia lo que es el conflicto armado, vivieron años de terror y olvido. La violencia rural acompañó y tuvo de escenarios a los municipios de Cajamarca, Icononzo, Anzoátegui, Chaparral, Cunday, Rovira y Roncesvalles; todos ellos vivieron una persecución implacable desde tiempo atrás, pues el conflicto se tradujo en cruentas masacres a estas poblaciones y dejó como víctimas a cientos de policías y a la población civil que estaba en el centro de todos los actores armados. Las Farc tenían una influencia notoria en muchos de los aspectos de la cotidianidad de estos municipios, como lo mencionan varios pobladores.

Después de entrar con violencia al casco urbano del pueblo; expulsar a la Fuerza Pública, destruir la infraestructura; hacerse con el control militar, económico y político del lugar; ubicar y "ajusticiar" a cualquier colaborador de la policía o del ejército; y, con frecuencia, utilizar armas de alto poder destructivo y de baja precisión, la vida de los habitantes de dichos municipios no volvió a ser la misma, la incertidumbre se volvió parte del paisaje y el temor rondaba por las calles. Esta es la historia de Icononzo, Anzoátegui y Cajamarca, municipios en los que la guerra, en la primera década del 2000, marcó un antes y un después. 


Icononzo 

Homenaje que la Policía Nacional y la comunidad le rinde a los siete agentes asesinados en la emboscada ocurrida en el sector de Puerto Amor, el 16 de mayo de 1999 en Icononzo, Tolima. Foto de Dana Torres.

La tranquilidad que se respira en la plaza principal de Icononzo, parece indestructible: el viento uniéndose al clima cálido que abraza la piel, los pasos que recorren todo el municipio sin afán, como si el tiempo fuese un amigo, no una amenaza; la complicidad de ancianos que cada tarde se sientan en diferentes lugares de la plaza a intercambiar historias y disfrutar de una vejez en paz, incluso cuando está cargada con recuerdos llenos de dolor, destrucción y guerra. Ese municipio tranquilo que desprende paz, en un tiempo estuvo saturado por el ruido estridente de las balas chocando contra cuerpos que caían sin vida, del terror de los icononzunos de salir a la calle porque tal vez no podrían volver a sus hogares con vida, las amenazas, las extorsiones y el dolor de una guerra sinsentido que parecía no tener fin.

Entre los momentos más amargos e impactantes que recuerdan los habitantes del pueblo se encuentra el del sector del barrio La Macarena, cerca al establecimiento llamado Puerto Amor, en donde el 16 de mayo del año 1999, se presenció un desenlace fatal, luego de que los policías que estaban asignados a este municipio salieran a hacer el recorrido habitual de los fines de semana en sus labores de patrullaje y vigilancia alrededor del pueblo, pese a las advertencias de diferentes personas que les manifestaron que cambiaran la ruta. El control que terminaba cerca al altar de la Virgen marcaría su rumbo final, puesto que el frente 25 de las Farc aguardaba allí sobre las 8:30 a.m. con el objetivo de tomar por sorpresa a los agentes, de modo que no pudieran responder rápidamente; tras emprender un hostigamiento de aproximadamente una hora, Óscar Valero, dueño del establecimiento Puerto Amor, manifiesta que “eso fue un ataque en gavilla vil y cobarde, pues todas las personas en el pueblo hablaban de un grupo de 20 a 30 hombres contra los 7 policías”. 

Por otro lado, Minia Garzón, esposa de uno de los agentes, relata su cruda experiencia ese día, en la que su vida y la de sus hijas estuvieron en riesgo. Como si hubiese sido algo planeado por el mismo destino, aquella noche se dirigió a otro lugar junto a su cuñada y sus hijas, lo que no se imaginaba era que la muerte le acechaba de cerca, pues horas después llegó a su casa y encontró todo fuera de lugar: dos hombres armados habían estado allí, y para su suerte, esquivó la muerte, a diferencia de otras personas que esa noche no sobrevivieron ante la crueldad para contar su historia. Luego, corrió a la escena de los hechos, donde se encargó de tomar las pertenencias de cada uno de los agentes. Minia, resalta que aunque es muy difícil vivir el conflicto por tanto tiempo, le dice a aquellas personas que no le dan importancia a este tipo de casos o a los servidores públicos que “ellos están poniendo el pecho por miles de personas, al Estado le diría que valoren su trabajo, que les presten más atención y sean más solidarios porque nadie sabe el riesgo que corren”. 

Los agentes asesinados fueron identificados como Hernando Fajardo Ariza, Ambrosio Vera Ducuara, Carlos Visbal Iza, Juan José Jaramillo, Jairo Andrés Ramírez, Ricardo Fajardo Ríos y Jairo Velásquez Pérez, quienes fueron asesinados con un tiro de gracia.

Actualmente Icononzo, específicamente la vereda La Fila, tiene uno de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, que tras el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las Farc, busca que se conviertan en zonas de ubicación temporal para aquellos excombatientes que desean reintegrarse a la vida civil, con todo el tiempo y paciencia que esto implica. Si bien las opiniones respecto a este espacio son contradictorias, debatiéndose entre la idea de injusticia, el sentimiento de abandono estatal y la necesidad de abrirle espacio a la paz, incluso cuando no es una paz perfecta; los habitantes de Icononzo coinciden en que este municipio le apostó a la paz, ahora esperan ganar. 

Anzoátegui 

Anzoátegui es un municipio conocido como “El paraíso escondido entre las nubes” y está ubicado a dos horas de Ibagué, capital del departamento. El sábado 11 de agosto de 2001 se vivía un día normal de mercado, allí los habitantes de las veredas aledañas se reunían a comercializar los alimentos que sembraban, principalmente café, plátano y maíz. Las actividades comenzaron muy temprano, alrededor de las 7:00 a.m., para terminar las ventas a las 4:00 p.m., como era usual. La tranquilidad de ese día terminó a las 4:30 p.m. cuando se escucharon rumores sobre una supuesta toma guerrillera en Santa Isabel, municipio que se encuentra a 15 minutos de Anzoátegui. Algunos de los policías que se encontraban en la estación hicieron intentos para prepararse, pero todo fue demasiado tarde, pues veinte minutos después varios grupos de guerrilleros de las Farc estaban entrando a Anzoátegui con la intención de atacar la estación de Policía y asesinar a los que se encontraban adentro. 

La señora Amanda Soto vivió de frente la toma guerrillera desde su cafetería, su negocio recibió daños por esquirlas e impactos de bala. Aún conserva uno de los casquillos de esos proyectiles. Foto de Andrés Barrera.

Wilder Salazar, subintendente de la División de Protección y Servicios Especiales de la Policía y oriundo de Anzoátegui, tenía 17 años cuando ocurrió la toma. Trabajaba en el supermercado Comersa, uno de los lugares más recordados por los habitantes que vivieron aquel suceso debido a que allí empezó la toma guerrillera con la entrada de subversivos vestidos de civil que atacaron a los policías que se encontraban frente al lugar. Wilder afirma que debido a los espejos del supermercado pudo ver que el agente Fernando Enrique Castaño Hernández estaba tratando de alcanzar a uno de los subversivos cuando fue asesinado. 

Luego de unas horas, las personas que se refugiaban en Comersa escucharon una detonación fuerte, era el estallido de un cilindro bomba, a esto le siguieron más detonaciones, hacia la Alcaldía, la casa del alcalde y el Banco Agrario, lo que ocasionó daños graves a las viviendas cercanas. Después de la entrada de más guerrilleros al supermercado, algunos de ellos fueron avisando a los civiles que debían salir de cualquier lugar cercano a la estación de policía, ya que iban a quemar todo para obligar a los uniformados a salir. Sobre las 2:30 a.m. del  domingo 12 de agosto, muere el segundo policía, el subintendente Luis Hernando Preciado Bermúdez, luego de estar herido y pedir ayuda por varias horas a causa de un disparo al lado izquierdo de su cabeza. 

El 11 de agosto de 2001, durante la toma guerrillera, los subversivos lanzaron cilindros bomba que destruyeron la estación de policía, la alcaldía, la casa del alcalde y otras viviendas aledañas. Foto de Angie Garay.

Eran aproximadamente las 6:00 a.m., cuando varios guerrilleros empezaron a gritarle por un megáfono a los policías que aún estaban resguardados, que se entregaran, pues tenían en su poder a dos compañeros muertos, algunos heridos, otros secuestrados, y si no salían, los iban a matar. La respuesta del comandante de la estación fue: “Si son tan hombres, vengan por nosotros”. Un helicóptero tipo Black Hawk junto con un avión de apoyo de la Fuerza Aérea hicieron presencia sobrevolando el municipio para empezar a repeler el ataque. A raíz de esto, los subversivos comenzaron a saquear los supermercados y el banco para emprender la retirada. Sin embargo, el caos no había terminado, pues los guerrilleros le pidieron a las personas que evacuaran el pueblo completamente, pues sus planes eran incendiarlo y  retirarse mezclados entre la población para que el helicóptero no pudiera reconocerlos. A las 4:00 p.m. del 12 de agosto de 2001, luego de edificaciones derrumbadas, incendiadas, averiadas, las calles destruidas, los habitantes con miedo y preocupación, la estación de Policía transformada en escombros y con dos compañeros fallecidos, culmina una de las tomas guerrilleras más dolorosas que sufrió el departamento del Tolima.

Desde antes de la fundación del municipio de Anzoátegui, los arrieros forjaron la cultura de este territorio. Actualmente esta actividad perdura en las actividades agrícolas y comerciales del municipio. Foto de Karen Téllez.

Cajamarca

El municipio de Cajamarca fue fuertemente golpeado por el conflicto armado interno. Uno de los factores principales que hizo de este municipio un foco de violencia, fue la frecuente disputa entre diferentes grupos armados por los beneficios geoestratégicos de este territorio, ya que se encuentra en la parte alta de la cordillera Central, limitando al norte con los municipios de Roncesvalles y Rovira; y por el occidente con el departamento del Quindío. Siendo así que, por su ubicación geográfica y desde finales de los años noventa, existió una fuerte presencia de dos grupos armados, principalmente: las Farc-EP, con los frentes 21 y 50; y el Bloque Tolima de las AUC. 

La comunidad de Cajamarca y los policías que estuvieron allí durante el final de los noventas y el inicio de los años 2000, aún guardan recuerdos vívidos de los años difíciles que vivieron mientras estos grupos subversivos los asediaban, principalmente las Farc-EP, quienes perpetraron —en su mayoría— los ataques hacia la fuerza pública. 

Año 2002

En la mañana del 11 de noviembre de 2002, sobre las 11:00 a.m., los frentes 21 y 50 de las Farc-EP, en compañía de la columna móvil ‘Tulio Varón’, incursionaron en el municipio y atentaron en contra de la población civil y la estación de Policía. Durante este ataque, la comunidad quedó incomunicada, ya que los guerrilleros atacaron la estructura del puente del río Anaime, ubicado en la entrada del municipio; y la fibra óptica que llevaba el servicio telefónico. El enfrentamiento terminó alrededor de las 5:30 p.m., gracias al apoyo del avión fantasma de la Fuerza Aérea Colombiana, y dejó como resultado a dos personas heridas: 

Año 2003

Según el Colectivo Ansur, en el año 2003 “aumentaron de manera considerable los desplazamientos y violaciones de DD. HH., coincidiendo con el aumento de la presencia del ejército, la llegada de los paramilitares con el Bloque Tolima y el inicio de la entrega de títulos mineros en la región a la AGAC”. El 21 de junio, una patrulla de la Policía Nacional en la que se movilizaban tres agentes y un intendente fue emboscada por un grupo de guerrilleros de las Farc-EP, mientras atendían un caso de piratería terrestre en el kilómetro 4 de la vía a Armenia, en el sector conocido como Los Alpes. La intención de los guerrilleros era asesinar a los policías pero, gracias al apoyo del Ejército Nacional, así como de otros policías que fueron enviados al lugar, se pudo evitar la tragedia. Sin embargo, dos civiles que estaban cerca del punto en el que fueron atacados, fueron heridos con armas de fuego. 

El 21 de junio de 2003, los subversivos dispararon contra una patrulla de la Policía Nacional que se dirigía a atender un caso de piratería, en este hecho resultaron heridos dos agentes. Foto de Michelle Tenjo.

Año 2005

El 16 de marzo de 2005, sobre las 9:10 a.m., un grupo compuesto por once policías de carreteras y una civil fueron emboscados por el frente 50 de la guerrilla de las Farc, en la curva conocida como ‘La Herradura’, en el kilómetro 74 de la vía que comunica a Cajamarca con Ibagué. El grupo comandado por el agente Julián Henao Pérez se dirigía a realizar un patrullaje para garantizar la seguridad de dicha vía. Los guerrilleros atacaron sin compasión, haciendo estallar ocho explosivos y disparando desde los cerros; además, apoyados con lanzagranadas, francotiradores y granadas, lo que hizo imposible que estos hombres pudieran recibir el apoyo necesario. También, algunos civiles quedaron atrapados entre el intercambio de disparos. Después de dos horas, aproximadamente, sobre las 11:30 a.m., se pudo confirmar que habían muerto tres policías y un niño. Además, otros seis policías resultaron heridos de gravedad. A pesar de lo sucedido, la Policía logró evitar que los guerrilleros se tomaran el pueblo.

Hospital Santa Lucía de Cajamarca. Allí fueron llevados cinco de los once agentes que resultaron heridos en la emboscada ocurrida el 27 de julio de 2004, cuando se transportaban vía al municipio de Ibagué. Foto de Karen Zapata.

 

 

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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