“Me muestras las tetas o me voy. Hay más putas como tú en este sitio, y cobran más barato”, este es uno de los comentarios que recibió Catalina* por parte de un seguidor anónimo mientras realizaba una transmisión en directo en su canal de Chaturbate, una de las principales plataformas online de entretenimiento para adultos. Ella afirma haberse sentido vulnerada por el contenido del mensaje y por la ausencia en él de toda dignidad y respeto. En el negocio del modelaje webcam, estas no siempre son garantías.
Dado que la industria no ha parado de crecer en Colombia, el país cuenta ahora con más personas dedicadas a esta labor que cualquier otro en el mundo: entre 100.000 y 300.000, según Laura Sánchez, directora de la Asociación de Modelaje Webcam. Las cifras incluyen a informáticos, fotógrafos, monitores y, por supuesto, modelos, como Catalina*; a quienes se les conoce popularmente como webcamers.
Muchas de ellas, porque en su mayoría son mujeres, acceden al oficio por necesidad. La opción resulta atractiva por las numerosas facilidades que ofrece: modalidad virtual, flexibilidad horaria y rápido acceso a las plataformas con la infraestructura digital necesaria para transmitir contenido sexual explícito en tiempo real.
El peso del prejuicio
Con el auge del negocio desde hace ya varios años, se ha popularizado la idea de que se trata de un oficio sencillo en el cual las modelos no realizan esfuerzos considerables, no se ven expuestas a estrés laboral alguno y facturan siempre exorbitantes sumas de dinero como ganancia. La realidad es diferente. Aunque es cierto que existe la posibilidad de lograr una gran rentabilidad económica en poco tiempo, no todas las webcamers la consiguen; e, incluso cuando así lo hacen, no por ello se ven exentas de recibir todo tipo de tratos denigrantes por parte de personas que se resguardan en el anonimato y que interpretan el acceso consensuado a la intimidad personal como una invitación de carta blanca para deshumanizar y ultrajar a quien se encuentra del otro lado de la pantalla.
Catalina* sintió dudas antes de tomar la decisión de entrar por completo en el negocio. “Mi mamá trabajó mucho en este tipo de cosas. Cuando se llegaban a enterar, las personas la trataban mal por eso; sus parejas, mi abuelo, mis tíos, un montón de gente. Le preguntaban cómo era posible que se rebajara de esa manera”, relata la joven de 19 años. El estigma no sólo está dentro de la industria, sino también en el entorno social de quienes hacen parte de ella. Aún no se normaliza el trabajo y no se percibe por completo como una labor digna. Por esa misma razón, muchas modelos prefieren mentir acerca de su actividad laboral. En palabras de Catalina*, lo más común es decir que trabajan en un call center. Es un asunto cultural.
Algunos de los artículos sexuales utilizados por Catalina* durante sus transmisiones. “La explicitud confronta al tabú”. Habitación de la modelo.
El (no) peso de la ley
Para Javier Torres, administrador y monitor en jefe con experiencia en estudios webcam de renombre como Camaleón Models Group y Smart Studios, el problema también se encuentra agravado por un vacío judicial. “Un trabajador de cualquier otro campo cuenta con garantías y respaldo legal cuando se vulnera su integridad. Como la industria webcam todavía no está regulada en Colombia, aquí no es así. Las plataformas de transmisión tampoco ayudan demasiado; cuando se bloquea a un espectador por trato indebido, el algoritmo de la página hace que se reduzca la difusión del canal de la modelo entre usuarios con patrones de consumo similar, provocando que menos gente llegue al perfil”, afirma.
La ausencia de regulación también implica problemáticas aún mayores. Dado que no existe supervisión permanente para todos los estudios y agencias webcam activas, muchas de ellas funcionan, parcialmente, desde la ilegalidad; siendo este el caldo de cultivo predilecto para los hechos de explotación laboral, abuso sexual y operaciones clandestinas. “Hacia febrero del año pasado fui testigo de un caso muy abrumador: un hombre llamado Vicente Noval, de nacionalidad española, adquirió Fetish Studio, una agencia de modelaje webcam ubicada en Techo, en la localidad de Kennedy, Bogotá; a pesar de que en aquel entonces la empresa sí se encontraba legalmente registrada, el lugar era usado como una fachada, a Noval no le importaba el bienestar del personal o el rendimiento financiero. Su verdadera intención era atraer modelos a la agencia utilizando el trabajo como pretexto, pero cada noche se iba con una de ellas a un bar cercano y, posteriormente, mantenían relaciones sexuales. Si hablamos de consentimiento, ¿qué tan consensuados pueden ser ese tipo de encuentros cuando esas chicas accedían al oficio por necesidad? No tenían otra alternativa. Sabían que, de negarse, arriesgarían su puesto de trabajo”, cuenta Torres, que desempeñaba labores en Fetish Studio para aquel entonces.
La formalización, en trámite
El Proyecto de Ley No. 126 de 2023 es uno de los más recientes intentos por establecer una regulación general de la industria webcam en Colombia. La iniciativa fue radicada en la Cámara de Representantes por Alejandro Ocampo, integrante del Pacto Histórico, el pasado mes de agosto de 2023. En el marco normativo planteado en el texto, que no ha sido aprobado aún, se propone que toda organización que preste los servicios para el desarrollo de las labores de modelaje webcam se encuentre congregada en la Federación de Comercio Electrónico para Adultos (Fencea), principal agremiación del sector. Además, se pretenden implementar condiciones laborales de carácter obligatorio como las cotizaciones por parte de las modelos ante el sistema de seguridad social y el cumplimiento de estándares mínimos de sanidad en los espacios de trabajo. Fencea asumiría la potestad de velar por el cumplimiento de estas directrices.
La Federación de Comercio Electrónico para Adultos celebra una mesa de diálogo junto a representantes de los principales actores de la industria. Se debaten las implicaciones del proyecto. Foto: @fenceacol.
Sin embargo, son varios los motivos por los cuales la presunta formalización de la industria no representaría una solución inmediata para todas las problemáticas que enfrentan las modelos. El primero de ellos es que aún no es un hecho, el proyecto se radicó hace ya casi un año y aún no hay resolución al respecto. Por otra parte, la dignificación del oficio es un proceso más complejo que abarca otros aspectos no moldeables en materia jurídica, así lo cree Saray*, webcamer independiente: “el Gobierno puede regular el negocio, pero no lo que ocurre dentro de él; esto tiene alcance internacional, nos ve gente de todo el mundo, ¿qué pasa con el maltrato psicológico que tenemos de tolerar por culpa de personas que ni siquiera conocemos? La realidad es que, a juicio de gran parte de la sociedad, nosotros somos prácticamente prostitutas, así nos ven y nos tratan como tal. No tenemos el mismo estatus que otro tipo de trabajadores. Eso es un problema cultural y no va a cambiar de la noche a la mañana”, opina la joven de 23 años, que lleva trabajando dos como modelo.
Realidades personales
Saray* también piensa que su identidad de género es igualmente determinante en el trato que recibe: “siento que ser mujer trans se ha convertido en un hecho por el cual varios usuarios en Chaturbate y Strip Chat, que son los sitios web donde usualmente transmito, creen que pueden atacarme cuando no accedo a cumplir con las actividades o servicios sexuales que ellos buscan, algunas de esas peticiones simplemente no son de mi agrado. La reacción inmediata frecuentemente es insultarme, decirme que soy un hombre disfrazado o que tengo disforia de género. A veces, incluso ocurre cuando me niego a ofrecer ciertos espectáculos por un precio menor al ya establecido. Somos nosotras quienes ponemos precio a nuestro trabajo, nadie más”, afirma.
Además, para ella, estas problemáticas no son modificables por iniciativas legales como la de Alejandro Ocampo, ya que “eso se basa más en las condiciones laborales, el dinero y los registros legales de los estudios; que, aunque también son aspectos muy importantes, no cambian la realidad de lo que es este mundo del modelaje webcam. El que nos vean como putas y no como trabajadoras ya depende de la ética individual de cada persona. Por eso mismo elegí ser independiente y no trabajar con ningún estudio; siento que, a pesar de los beneficios que ofrecen, en muchos de esos lugares no te ven como una compañera más, sino como la chica que se desnuda frente a la cámara. Es como si tuviéramos valores diferentes dependiendo de nuestra labor”.
Para Catalina*, en cambio, la regulación sí sentaría las bases de un primer paso enorme. “Lo legal lleva a lo social. Quizás en unos años las personas nos vean de forma más normal, porque el avance que hemos conseguido hasta ahora no es suficiente. Lamentablemente, hay otra parte del negocio que nunca cambiará, porque hay tratos que, aunque no sean un ataque directo a nuestra persona, sí representan una incomodidad enorme y, a mí en particular, me han hecho desarrollar sentimientos de culpa por pensar que con mi trabajo estoy perpetuando comportamientos enfermizos en personas con preferencias sexuales totalmente cuestionables. Uno de los servicios que ofrecí parecía totalmente normal, hasta que el cliente me hizo una proposición que me hizo sentir profundamente asqueada”. La joven asegura que incluso sintió deseos de llorar en aquel momento. “Te pareces mucho a mi hija. Es así: toda chiquita y tierna como tú. A mí me gusta verla cuando está desnuda y masturbarme, me excita mucho. Imítala. Haz como si fueras ella. Mírala, son igualitas”, es el mensaje que impactó por completo a Catalina*.
La interfaz de Strip Chat, una de las plataformas más grandes de entretenimiento para adultos online, detalla el número de modelos en activo en tiempo real. En la mayoría de este tipo de sitios, cualquier usuario puede comentar las transmisiones con tan solo crear una cuenta.
“Fue una experiencia muy dura y no estaba preparada para algo así. Pero eso es justamente lo que me lleva a creer que la formalización puede ayudar; muchos sitios tienen, por ejemplo, psicólogos para nosotras y un equipo dedicado a garantizar que todo salga bien durante las transmisiones. Desgraciadamente, no es un apoyo con el que cuenten todas todas las chicas y claro que muchas de ellas aún trabajan sin estos beneficios o incluso desde la clandestinidad, es por eso que sí creo que se avanzaría bastante legalizando una propuesta como la presentada ante la Cámara, porque garantizaría condiciones mínimas y necesarias para todas. Otra parte ya depende directamente de las plataformas, que permitan bloquear sin represalias a este tipo de personas como la que tuve que tolerar, porque su comportamiento me parece totalmente enfermizo, hablaba de su propia hija, seguramente una menor de edad por cómo la describía, ¿en qué cabeza cabe?”, se pregunta ella.
Actualmente, la jóven continúa en el oficio. Asegura que ha sobrellevado con resiliencia la carga emocional que este implica. Por su parte, Saray* hace lo mismo, con menos expectativas y mayores reservas frente al futuro de la industria, pues la visualiza aún lejos de lograr su tan anhelado proceso de transformación social.
A la espera de lo que parece ser un tardío fallo definitivo frente al proyecto de ley en curso, solo queda resaltar la importancia individual para cada persona de establecer un veredicto propio, no el de exaltar esta profesión o acaso magnificarla; sino, en particular, el de respetarla. Depende de un acto colectivo de conciencia social el ver y tratar a quienes trabajan en el modelaje webcam como personas del mismo valor que cualquier otra que desempeña un oficio tradicional igualmente honrado. Más allá de toda connotación legal, es obligación ética. Conocer las experiencias personales de quienes viven a diario la realidad de esta industria puede ayudar a entenderlo: la dignidad es un acto humano.
*Los nombres de las protagonistas de esta historia fueron modificados por temas de seguridad.