“Su bebé tiene síndrome de Down”, esa fue la noticia que recibió la psicóloga Margarita Tamayo aquel agosto de 2016. “Lloramos, nos abrazamos, pero amábamos profundamente a nuestro hijo”, confiesa ahora. La noticia para sus hermanos Juan Andrés y Mavy Daniela, tampoco fue fácil. Sin embargo, el pequeño Alaín, sin saberlo, habría de ser la inspiración para muchos niños con discapacidad.
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Margarita Tamayo es caleña. Ella empezó a estudiar psicología en agosto de 1998, en la Universidad Antonio Nariño, sede Roldanillo, Valle del Cauca.“Ella estudiaba y trabajaba al tiempo, se costeó sus estudios. Es una mujer que se ha hecho sola”, contó Lisa Tamayo, su prima y hermana. “Ella es el eje central de la familia, ella cuida de todos nosotros”, añade.
Sin embargo, el día más difícil de su vida llegó al recibir la noticia de que su hijo menor había nacido con múltiples problemas de salud. Era 11 de marzo de 2017. El valiente Alaín, que vio por primera vez la luz del sol, necesitaba oxígeno para respirar. Después de llorar y llorar, de repente, encontró paz en un pequeño pero ‘calientito’ lugar: su incubadora. Mientras tanto, el médico le contaba a sus padres acerca de los órganos que tenía comprometidos: el corazón, los riñones y los pulmones.
Y así ha crecido Alaín, con difíciles quebrantos de salud. Para su familia no ha sido fácil el camino, pero este ha estado adornado de amor y buenos recuerdos: “Juan Andrés, mi hijo mayor, se la lleva muy bien con él, lo quiere mucho”, cuenta Margarita sobre su primogénito, el deportista de la familia. Su pasión: el fútbol. Y es que, de alguna forma, siempre intenta transmitirle esa afición al pequeño, en medio de su condición: “A su ritmo, él sale con Alaín afuerita de la casa para que cada día afirme mejor sus pasitos cuando camina”, agrega. Por su parte, Mavy Daniela, su hermana, a pesar de que vive lejos - en España – mantiene con Alaín un cordón umbilical de afecto fraternal que nunca se rompe, sin importar las fronteras.
A pesar de todos sus problemas, Margarita no transfiere esa carga emocional a sus pacientes ni tampoco deja que las de ellos interfieran en su vida cotidiana. De hecho, logra llevar ambas sin afectarse emocionalmente: “Yo siento que Él (Dios) es mi sustento. Siempre he sido una mujer que busca agradar a Dios y ponerlo por encima de todo”, comparte emocionada.
Claro está, que ella jamás transmite o impone sus creencias en consulta, por ética profesional. Asimismo, resalta la importancia del autocuidado, participando en actividades extracurriculares: “Hacer deporte, nadar, salir a comer, etc., la idea es mantener ese equilibrio”. Por otro lado, su esposo hace énfasis en el apoyo que recibe de él y de su familia para lograrlo.
Alaín junto a uno de sus familiares.
¿Cómo es ella en consulta? - Estaba terminando una década, diciembre de 2010. Yurani Quinchía tuvo una crisis psicológica muy fuerte porque su hijo había nacido con graves problemas genéticos que le acarreaban lamentables dificultades psicomotrices; y por ende, el llevar una vida normal. “Mi cuñada buscó una cita con una psicóloga, y ahí conocí a Margarita”.
Sintió que su vida se hizo a un lado y que podía vivir solamente en pro de las necesidades de su hijo: “No sabía cómo enfrentar la situación, pero me encontré con una persona muy asertiva; y con el tiempo, descubrí una mujer muy empática, ética y amable”. Y es que, Margarita, según relata, siempre trata de ver las cosas desde otro punto de vista, lo que la llevó a pensar que su situación no debía cuestionarse, simplemente tenía un propósito: “Empecé a sacar adelante mi proceso y el de mi hijo, desde el amor y la aceptación”.
Y de alguna forma empezó a encontrar ese plan: “Años después, Margarita tiene a Alaín y yo empiezo a aconsejarle, a orientarla, a darle recomendaciones con base a mi proceso; y le han funcionado”, contó. Todo llegó a ese punto porque las terapias con Margarita eran tan cercanas que se consolidó una amistad inquebrantable, como un río que fluye eternamente.
"Aladín con su nucleo familiar"
Sin embargo, los psicólogos siguen siendo humanos. 21 años atrás, el 17 de abril de 2003, sus primos hermanos, a quien consideraba sus sobrinos, sufrieron un accidente que conmocionó a Colombia en aquel entonces. Ellos querían pasar semana santa en Medellín. Sin embargo, un bus intermunicipal que los transportaba a esa ciudad chocó de frente con una tractomula cuando su conductor tuvo un microsueño. En el accidente murieron 11 de los 28 pasajeros. Sus familiares eran aún jóvenes adolescentes.
Margarita entró en shock, suspendió sus consultas por tres meses y fue a terapia donde una colega para ser tratada. La depresión no la dejaba tranquila. “En este oficio, lo más importante es la ética profesional, yo no podía seguir atendiendo pacientes, no podía transferir esa carga emocional”. No obstante, con el pasar del tiempo, este episodio le permitió ser aún más empática con pacientes en situaciones similares; sin perder la objetividad, la imparcialidad del oficio.
Alaín junto a sus padres en un día familiar.
Y es que, según una encuesta publicada por la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, en la que se analizó la respuesta de 678 psicólogos, dos tercios de los participantes habían experimentado problemas de salud mental. Sin embargo, las preocupaciones sobre las consecuencias negativas para ellos mismos y su carrera, además de la vergüenza, impidieron que lo revelaran y buscaran ayuda, temiendo la estigmatización entre el mismo colegaje.
Hoy en día, Margarita Tamayo atiende desde La Unión, municipio del Valle del Cauca, donde reside, a pacientes de diferentes partes del mundo: Canadá, Estados Unidos, México, entre otros. Todo a través de consultas virtuales. Éstas se cuadruplicaron al llegar la pandemia. Y por otro lado, su gran amiga Xiomara Torres creó una fundación en el 2020, teniendo como imagen e inspiración a Alaín, el pequeño niño.
Antes de graduarse de su especialización en el 2017, quien es maestra de profesión, y en medio de todo el sufrimiento que estaba viviendo Margarita con su esposo, Xiomara le prometió hacer a Alaín famoso en todo el mundo, con aquel intrépido sueño que tenía en su corazón: crear una fundación para niños con diferentes tipos de discapacidad tratados bajo un grupo interdisciplinar de profesionales. Hoy en día, el deseo se cumplió. Y es que, tiene padrinos de diferentes partes del país y del mundo que aportan con donaciones al bienestar de los niños y niñas de la organización.