Huir, ser reclutado o morir: el peso de ser menor de edad en Argelia, Cauca

En este municipio donde se encuentra el corregimiento de El Plateado, recientemente intervenido por la fuerza pública, la vida de los menores está marcada por el conflicto. Rodeado de montañas con cultivos de coca en el Cañón del Micay, esta región estratégica es clave para el narcotráfico y es disputada por grupos disidentes de las antiguas FARC. La violencia ha dejado a niñxs y jóvenes atrapadxs entre la guerra, el reclutamiento forzado y la muerte.

En el Cauca se vive una guerra en la que muchos mueren sin siquiera ser parte de ella. Es el caso de Dylan Camilo Erazo Yela, un niño de 10 años, víctima de un ataque con explosivos lanzados en julio pasado desde un dron sobre una cancha sintética en el corregimiento de El Plateado, en medio de combates entre militares y una de las disidencias de las FARC, conocida como el Frente Carlos Patiño, que controla la zona. Fue justo en esta población que se desplegó desde el 12 de octubre la Operación Perseo, un ambicioso operativo de la fuerza pública “para recuperar” El Plateado. El día que murió Dylan Camilo, una decena más de personas resultaron heridas, entre ellas otro menor de edad. 

Cerca de El Plateado, en el municipio de Argelia (la cabecera municipal), la población también siente el peso de la guerra. “Yo no me quería ir de aquí”, dice con tristeza y resignada una mujer de unos 40 años. Ella espera el transporte en una calle del casco urbano. Viaja con dos adolescentes, una de 13 años que lleva un vestido azul, y otra de 15, que va de negro. “Pero es que si no es en el colegio, las buscan en la casa; si no es por las buenas, se las llevan a las malas; si no es porque les regalan cosas, simplemente las obligan”. Sabe que salir es la mejor opción frente al reclutamiento de menores por parte de los al menos dos grupos armados que están en la zona, un fenómeno que se ha intensificado en los últimos años. 

Es una escena que se repite a diario. Hay que salir con apenas lo que se lleva en la mano. Las jóvenes no parecen tan convencidas —la de azul deja atrás a sus amigos y la de negro apenas se despidió de su primer amor—, pero saben que el viaje les puede salvar la vida. 

“Hace muy poco una compañerita del colegio explotó en el aire. La pusieron a llevar explosivos en un caballo”, cuenta la mayor. “Dicen que perdió los ojos, que perdió parte del cuerpo”, interrumpe la más pequeña, sin saber si la compañera de la que hablan sobrevivió luego de ser atendida en un hospital en Cali, a unos 160 kilómetros. No hay una noticia sobre este hecho registrada en los medios, pero las jóvenes lo tienen muy presente. 

El miedo también está presente.  “Cuando un niño no regresa a clases, me da escalofrío porque seguro se lo llevaron para el monte”, dice una profesora de uno de los once corregimientos de Argelia. “Mi hijo menor de edad está en la casa todo el día; prefiere el encierro a tener que irse del pueblo”, cuenta un cultivador de coca. 

Hace unas semanas, La Liga Contra el Silencio recorrió Argelia para entender la violencia que afecta a la población, de unos 28 000 habitantes, y conocer sus esfuerzos por sobrevivir a ella. Ninguna de las personas que accedió a hablar quiso ser identificada por miedo a represalias de los grupos armados ilegales que ejercen el control en la región.

Según el Instituto Colombia de Bienestar Familiar (ICBF), Argelia es el municipio caucano que este año, hasta junio, registraba el mayor número (14) de niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento forzado, que fueron incluidos en el programa de restablecimiento de derechos, lo que representa la tercera parte del total en Cauca. En la lista le sigue Patía, un municipio vecino (con 11 casos).  

El departamento del Cauca es por mucho el que reporta un mayor número de menores reclutados. De los 184 casos en todo el país, 125 (el 68 %) están ahí, según datos del 2023 de la Defensoría del Pueblo. La mayoría son hombres y tienen entre 14 y 17 años. Respecto a la cifras, se asume que existe subregistro porque muchas veces las familias no denuncian por temor.

Entre los menores hay quienes logran ser rescatados de la guerra, pero otros no tienen esa suerte. En videos que circulan en grupos de WhatsApp sobre detenciones y combates se pueden ver los rostros de quienes parecen ser adolescentes con fusiles al hombro. 

En Argelia, también hay otros menores de edad que se salvaron porque no estaban cuando algún hecho de violencia ocurrió. Como pasó en El Sinaí, en otra zona rural, cuando un hogar del ICBF fue afectado por explosivos que destruyeron el techo y las ventanas. 

El Observatorio de Niñez y Conflicto Armado de la Coalición contra la Vinculación de Niños, Niñas y Jóvenes al Conflicto Armado (Coalico), una plataforma que por más de 25 años ha trabajado en el tema, ha identificado que en Argelia se dan, principalmente, cuatro tipos de violaciones a los derechos de esta población: desplazamiento forzado, ataques a escuelas, uso de niños y niñas, y reclutamiento. 

Y en todo el departamento, para este año, el panorama les parece desalentador. “Estamos viendo que 2024 va a marcar una tendencia importante en aumento significativo en temas de reclutamiento. Cauca sigue siendo uno de los escenarios con mayor índice de situaciones asociadas a estos delitos”, explica Julia Castellanos, coordinadora del Observatorio.

Entre los temas que más les preocupa están los reportes de que los menores están siendo usados “como carne de cañón. Van de una a combates”, explica. “Hemos evidenciado que los niños están teniendo menos tiempo de entrenamiento en el uso de armas, en el de estrategias de combate, etc. Los niños duran 15 días en escenarios de aprendizaje, de cómo manejar un fusil, de cómo esconderse. Esto implica que hay cero preparación para responder a un combate”.

Castellanos explica que el gobierno maneja “un índice de probabilidad de reclutamiento”, como parte de la política pública para enfrentar el problema, y en él se ponderan aspectos sociales, económicos, educativos, entre otros. Entre los 20 municipios con el índice de priorización “más alto” por riesgo de reclutamiento, la mayoría están en el Cauca (7) y Argelia ocupa el cuarto lugar.

Los grupos reclutan a los menores mediante el uso de la violencia, de amenazas, de promesas de una remuneración y la posibilidad de volverse ricos, de engaños e incluso secuestrándolos. El estudio ha dejado de ser una opción para muchos. Las cifras de deserción escolar en el Cauca son desalentadoras: 380 100 niños, niñas y adolescentes debían estar matriculados en 2024, pero solo lo hicieron 183 400. Y solo el 26,25 % de quienes terminan el bachillerato se matriculan en la educación superior.

Una vez reclutados, los menores son utilizados en acciones armadas, labores de inteligencia, explotación sexual y trabajo en cultivos de uso ilícito, según el ICBF. También son utilizados como escudos humanos, como dijo el presidente Gustavo Petro en la presentación del programa Misión Cauca el pasado 21 de junio: “Si el narco se gana la población, los niños pasan a las armas, si los niños pasan a las armas no se pueden bombardear. Los niños del Cauca se vuelven el escudo de los armados contra el Estado”.

Para prevenir el reclutamiento, el ICBF ha implementado programas como "Atrapasueños", que ofrece atención especializada, a través de modalidades como Casa de Protección, Casa Hogar, Hogar Sustituto Tutor y Hogar Gestor. Pero los esfuerzos son insuficientes ante la magnitud del problema.

Los que mandan

La violencia en Argelia, ubicado en el estratégico Cañón del Micay, está hoy alimentada por las disputas entre dos grupos ilegales y por los combates con el Ejército. La geografía montañosa y la ubicación cercana a las rutas que salen al océano Pacífico han hecho de Argelia una zona de disputa en el mercado del narcotráfico.

Tras la firma del Acuerdo de Paz de 2016 entre el gobierno y las FARC, una de las facciones que no se sumaron a ese pacto formaron la estructura denominada Carlos Patiño, parte del Bloque Occidental del Estado Mayor Central (EMC), al mando de alias ‘Iván Mordisco’. “Los patiños”, como la gente los llama, llegaron al corregimiento de El Plateado en 2020 y lo volvieron su fortín. 

Desde mediados de 2021 otro grupo viene disputando el control de la zona: el frente Diomer Cortés, de la Segunda Marquetalia, liderada por Iván Márquez, exnegociador de las FARC que abandonó el proceso y volvió a la clandestinidad. 

“Los marquetalios”, como les dicen, están principalmente en las zonas altas, hacia las montañas de Argelia. Actúan en alianza con el Ejército de Liberación Nacional (ELN). "Ellos operan juntos desde que los elenos se quedaron sin comandantes, uno murió en un accidente y el otro fue dado de baja por el Ejército", dice una de las fuentes consultadas en la zona. La versión también la confirman campesinos, líderes y funcionarios con los que hablamos: la Segunda Marquetalia absorbió a la estructura militar que quedó del ELN.

Ambos grupos empezaron diálogos de paz con el gobierno de Gustavo Petro, pero mientras se mantienen con la Segunda Marquetalia, se suspendieron con el EMC de Mordisco en esta zona del país. A mediados de julio terminó el cese al fuego y desde entonces se han intensificado los enfrentamientos entre la Carlos Patiño y el Ejército.

El Batallón de Despliegue Rápido No. 12, de la Tercera División del Ejército, ha identificado a estos dos grupos en la región; y ya no mencionan la presencia del ELN, según la respuesta a un derecho de petición en el que no dieron ningún detalle de los resultados operacionales ni de cómo están combatiendo a los armados, por considerar esos temas como información “reservada y/o confidencial”. 

Las dinámicas de los armados en la región cambiaron después de la firma del acuerdo de paz con las FARC, dice Kyle Johnson, investigador de la Fundación Conflict Response (CORE), quien ha estudiado Argelia y ha estado ahí en varias ocasiones.

En 2009, antes del acuerdo, el ELN y las FARC tenían un pacto de no agresión en Argelia, “tenían el territorio dividido” y existía una “paz relativa”. El ELN controlaba la zona desde El Plateado hacia abajo y las FARC dominaban la cabecera municipal de Argelia y zonas hacia las montañas. Después del acuerdo de paz, el ELN intentó ocupar el territorio de las FARC, pero no lo logró. “Por un par de años hubo paz, hubo tranquilidad en Argelia, pero a partir de más o menos 2019, hay unos intentos de llegada de nuevos grupos”, señala Johnson.

“En febrero de 2020 Los patiños bajan desde la parte alta de Argelia a El Plateado y empiezan a tomarse el pueblo ya de verdad. Después de unos seis meses, se tomaron El Plateado y sacaron al ELN de la parte baja. Entonces, la geografía un poco da la vuelta”, explica el investigador de CORE.

Se refiere a que la zona donde estaba el ELN ahora está bajo control de Los Patiños. 

Debido a la violencia y al escalamiento del conflicto en la región, la Defensoría del Pueblo emitió en mayo la Alerta Temprana 013-2024 para la cabecera municipal de Argelia y 10 corregimientos, y advirtió del “alto riesgo” para la población debido a las disputas territoriales de los tres grupos, aunque diferencia la presencia “permanente” de las disidencias y la presencia “con intermitencia y de tránsito” del Frente José María Becerra del ELN.

En la alerta se mencionó que Argelia es el municipio con “mayores niveles de desplazamiento forzado del Cauca”.  Para Johnson, “el desplazamiento no es algo normal en Argelia. Es realmente un fenómeno nuevo”. Generalmente, existe mucha resistencia de la población a irse, a menos que sean amenazados directamente, están muy arraigados a su tierra. Incluso en medio de los combates “la gente aguanta demasiado”, dice.

Una guerra alimentada por el narcotráfico y el oro

El casco urbano de Argelia se levanta entre los cerros Altamira, El Corazón, Limoncito y Villanueva, y las construcciones dan cuenta del crecimiento desordenado del municipio, al que muchos llegan por épocas o de paso hacia la zona rural, en tiempos de recolección de coca. Los cultivos se extienden por cerros y cañadas. Los centros poblados del municipio se ubican entre montañas, principalmente, a lo largo del cañón del río Micay, que tiene salida al océano Pacífico. La región —montañosa y con salida al mar— es una retaguardia en la que pueden moverse los grupos y traficar hacia el exterior con pasta base o cocaína. 

Argelia y el municipio vecino de El Tambo forman uno de los 15 enclaves productivos de cultivos de coca, con un área sembrada de unas 10 000 hectáreas, calculadas en 2022 y reportadas en el último documento de “Monitoreo de los territorios con presencia de cultivos de coca”.

En la zona la mayoría de laderas están tapizadas de cultivos de coca. De vez en cuando resalta el verde más intenso del café y, esporádicamente, pequeñas zonas de bosque interrumpen la monotonía del verde claro de la planta sagrada de los pueblos indígenas. La coca que por siglos fue alimento del cuerpo y el espíritu se ha convertido en la base de la economía en esta zona y, su comercio, en la razón principal de la guerra.

Todo empezó en El Sinaí, dicen unos; En el Mango, afirman otros, pero todos coinciden en que desde hace unos años El Plateado, la entrada al Cañón del Micay, se convirtió en la “meca” de los cultivos de uso ilícito. De ahí la importancia de la Operación Perseo. En un reportaje de abril pasado, El Tiempo llamó a este corregimiento “la capital” de la cocaína en el suroccidente mientras que para el general Federico Mejía Torres, comandante del Comando Específico del Cauca, es “el Wall Street de las disidencias, su centro financiero”.

El casco urbano de El Plateado es más grande que el de la cabecera municipal de Argelia. Su población flotante, en época de bonanza, ha llegado a superar la de los nativos. La alcaldía municipal calcula que la población de 8 000 habitantes de El Plateado aumentó a casi 20 000 por los raspachines que llegaron durante la época de mayor bonanza entre 2018 y 2022.

La labor más importante en Argelia es el cultivo y procesamiento de la hoja de coca, y eso también ha puesto en riesgo el entorno natural. "Aquí la gente siembra coca hasta los bordes de las quebradas, no respetan nada", afirma un campesino. "Donde hay nacimientos de agua prefieren secarlos porque a la coca no le gusta la humedad y donde hay árboles frondosos y altos prefieren tumbarlos, porque a la coca le gusta el sol". Estas montañas que antes eran grandes bosques y afloraciones permanentes de agua ahora son monocultivos que generan erosión y remociones de tierra.

En El Plateado, las FARC tuvieron uno de sus principales centros de operaciones. Su poder se extendía por todo el territorio al que dominaron de manera férrea, pero en convivencia con los pobladores. "Por aquí no llegaba el gobierno nunca, gobernaba la guerrilla. Había hijos, hermanos o padres vinculados a las filas o trabajando para ellos con los cultivos ilícitos",  afirma un hombre que nació en El Plateado y aún vive ahí.

Este hombre, que prefiere mantener su nombre en reserva, recuerda que las FARC hacían puentes, ayudaban en las escuelas, daban juguetes a los niños en su día, ayudaban con dinero a algún enfermo; colaboraban con las necesidades de la comunidad; eran la autoridad porque no dejaban robar y arreglaban problemas. “Pero estos otros (los grupos que están en la actualidad) dan es plomo. Son manes que quieren arreglar todo a la mala”.

“Ahí ya no hay guerrilla de nada, solo es el negocio de la coca y ahora de las dragas, porque como se está poniendo tan difícil sacar la merca, están metiendo dragas por el (río) Micay. Abajo de Honduras para allá se está llenando de entables de oro”, cuenta un líder comunitario de Argelia, refiriéndose a la presencia de “Los patiños”. Esta noticia confirma la versión: a finales de junio, las autoridades destruyeron maquinaria pesada e instalaciones de minería ilegal en la zona baja del río Micay, un golpe para las finanzas del EMC. 

Una mujer que lidera actividades comunitarias en Argelia recuerda que con la firma del acuerdo de paz con las FARC, la población tenía la “esperanza de dejar la coca”, la actividad que mueve la economía en la región, “y pasar a una vida tranquila. Pero cuando dijeron ‘volver trizas los acuerdos’, los grupos ilegales volvieron a desplegar sus estructuras y todos supimos que la única manera de sobrevivir era trabajando para el narcotráfico”. 

Tras la firma del acuerdo de paz, con la salida de las FARC y la entrada de la estructura Carlos Patiño y, después, de la Segunda Marquetalia “la guerra volvió”. El Estado ha brillado por su ausencia y ahora tiene que recuperar no solo el control militar sino una población apática y en crisis económica, que tiene razones para desconfiar de las autoridades tanto civiles como militares", explica un investigador de la Universidad del Cauca, que no quiere ser identificado porque trabaja en la región. 

El ejército también aumentó su participación desde 2021, lanzando operaciones contra el grupo de Patiño. "En octubre de 2021 empieza una cosa que eran 70 días de combates todos los días entre el Ejército y el Carlos Patino”, recuerda Johnson. Ahora, más recientemente, la Operación Perseo es otro hito y está por verse cómo se concretará la presencia del Estado más allá de lo militar y qué alternativas tendrá para las miles de familias que dependen de la coca.

La desconfianza es fácil de detectar entre los pobladores, incluso hay versiones de posibles alianzas de algunos hombres del Ejército y la Policía con “Los marquetalios” o el ELN para sacar a “Los patiños”. "Son cosas que se saben, pero de las que nadie puede hablar”, dice uno de los pobladores que más años lleva en el pueblo.

Hoy en día, el gobierno de Petro está particularmente enfocado en retomar el control de El Plateado, lo que puede ser visto como una victoria simbólica clave. “Este ministro (Iván Velásquez) está obsesionado con El Plateado. Es uno de los lugares emblemáticos (...) Sería un logro para los militares en la defensa”, dice Johnson. Días después de la entrevista con este experto, la fuerza pública desarrolló la Operación Perseo

La estrategia del gobierno se ha concentrado principalmente en aumentar el pie de fuerza y ordenar combates contra la estructura Carlos Patiño. Las tropas del Comando Específico del Cauca realizan operaciones permanentemente con el objetivo de “estabilizar” la región, pero lo que se ha visto son acciones de guerra. 

En la región, cada tanto hay noticias de combates, desactivación de explosivos y minas antipersonales, ataques, muertos y heridos. Uno de los episodios más críticos y que mostró el poder y conocimiento del terreno de “Los patiños” ocurrió en mayo cuando se filtraron audios de soldados que estaban siendo atacados en la vereda Bolivia. Por los combates, tres militares fallecieron y unas 300 familias salieron desplazadas.

"Los Patiños pelean duro. Esos manes no se le arrugan a nadie, se dan plomo todo el tiempo, tienen billete y tienen armas", comenta un campesino.

La muerte se cruza en todos los caminos. Durante el recorrido que hicimos por la zona rural de Argelia un día vimos el cadáver descompuesto de un hombre en una quebrada que no había podido ser rescatado porque tenía granadas atadas a la cintura. Al día siguiente, a orillas del río Micay, otro hombre vestido de camuflado flotaba en un rebalse. Es común que escenas como esas y otras de combates, de gente armada y de acciones como vehículos grafiteados con la frase “Carlos Patiño” sean grabadas con teléfonos y compartidas.

"Yo tengo amigos allá arriba, son amigos que se han tirado por allá y graban con los celulares. Muchachos que se mantienen por allá en el monte. ¿Cómo será la vida en un día como hoy en que no ha dejado de llover? Seguro están aguantando hambre y frío", dice uno de los muchachos que nos acompaña.

La sensación entre la población es de desesperanza, porque la guerra no para. “El camino de la paz no funcionó, porque mientras el gobierno intentaba hacer mesas de diálogo la producción de coca aumentaba y el reclutamiento de menores se volvió algo insostenible. Ahora es el camino de la guerra, han traído carros blindados, obuses y artillería pesada. También hablan de proyectos productivos y apoyo a las organizaciones locales”, dice un investigador y politólogo en Popayán que prefiere no ser identificado.

La Misión Cauca, lanzada por el gobierno en junio pasado, definió 117 iniciativas en varias regiones del departamento, incluida Argelia, con una inversión destinada a acceso a agua potable, alcantarillado y saneamiento básico, proyectos productivos, salud, vías terciarias y educación, principalmente.

La economía de la coca en el centro

La guerra en Argelia no es algo nuevo, pero han cambiado los métodos y los actores. "Ya no podemos hablar de guerrilla, solo son traquetos defendiendo el negocio; narcos que compran y venden insumos y droga", dice una mujer que recoge coca y espera una cosecha importante para reunir dinero e irse lejos.

La economía de la coca no es lo que era, pero aún es clave: “todo es la coca”, asegura Johnson. 

Hubo un momento, sin embargo, en el que se llegó a hablar de una “crisis de la coca”, como documentó El Espectador en abril del año pasado, por la caída de los precios en medio de la guerra entre los grupos armados.

Según Johnson, esta crisis se vio agravada por las acciones de estos actores, particularmente las del Frente Carlos Patiño: "Los patiños decían: ‘si tú eres comprador de coca, tienes que comprar solamente en el lado de nosotros. Si compras en el lado de la Segunda Marquetalia, si le pagas el impuesto a la Segunda, te matamos”. 

Los efectos se sintieron. Durante una visita en junio pudimos constatar la caída del consumo de bienes y servicios, por la entrada de menos recursos. Un ejemplo fueron las encomiendas: “Antes esta fila era muy larga porque todo el mudo compraba cosas y la gente venía a recogerlas como en una procesión”, decía una mujer en la fila de una de las empresas de envíos. Un conductor de transporte público se quejaba:  “La gente ni siquiera sale, antes contrataban los carros, hacíamos expresos, iban de rumba de un pueblo a otro, pero ya no hay plata para nada”. 

Con las recientes acciones del Gobierno Petro, como la Operación Perseo, habrá que mirar cómo cambia la situación. Pero antes ya la política antidrogas, que se centra en atacar a los grandes compradores, estaba generando otro panorama. Las incautaciones en el 2023 ascendieron a más de 1 100 toneladas en todo el país y en el Cauca los compradores salieron corriendo porque ya no contaban con facilidades para sacar sus alijos de droga.

Según la explicación del general Federico Mejía, comandante del Comando Específico del Cauca del Ejército, que recoge El Tiempo, los emisarios de los narcos de Europa, Estados Unidos y México llegaban a El Plateado a negociar la cocaína y “desde que iniciamos operaciones el año pasado ya no volvieron, ya no se sentían seguros, y eso ha afectado el negocio de las disidencias (…) Se les dañó el negocio y por eso son las retaliaciones y ataques contra la Fuerza Pública: nos quieren sacar a como de lugar de la montaña".

Y eso se siente entre la población. Un campesino que tiene su finca en El Plateado afirma: "Ahora se puso muy difícil. Por eso en Argelia ya no hay casi plata, la gente está preocupada, ya no sé ve el billete”.

No todo es coca en Argelia. También se han ido abriendo espacio iniciativas productivas como el café. Las organizaciones de cafeteros locales son reconocidas por la calidad del producto y aunque la población ha estado, por razones del conflicto, alejada de las leyes, los cafeteros están trabajando hasta para cumplir las normas de la Unión Europea, donde desde el año 2025 solo podrá entrar café orgánico. Y en eso están trabajando las asociaciones cafeteras de Argelia. Los sacos de café se van acumulando en su sede y en el laboratorio se prueban los microlotes. Se puede encontrar variedades como el geisha, dulce y aromático; el borbón, cítrico y suave, los tradicionales arábigos y variedades Colombia y caturras.

Los caficultores tienen esperanza de que las cosas cambien y sean un sector importante. Muchas de sus fincas son islas en un océano de coca. La promesa más reciente del gobierno es un proyecto de 250 000 millones de pesos para sembrar café, pero no solo es el dinero; saben que también es necesario construir una cultura distinta que le gane la pelea a la coca.

Un líder cafetero plantea: "El problema es que no se puede combatir la coca pensando en dinero, nosotros nunca vamos a producir la misma cantidad de dinero que produce un producto ilegal. Eso sí podemos producir tranquilidad, alegría; tenemos cosas que no tienen precio, no tenemos carros finos ni lujos ni oro, tenemos mañanas en familia, tenemos noches de sueño tranquilo y días de mucho trabajo”. 

Si no hay una política de paz que incluya transformaciones culturales y sociales de fondo, tal vez a los jóvenes no les quede nada, o tal vez no quede ninguno para reclamarlo.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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