Por estos días, un grueso número de guerrilleros de las Farc están concentrados en los Llanos del Yarí. Durante jornadas de siete horas diarias analizan y debaten lo firmado en La Habana. Esta es una pequeña radiografía de lo que piensan sobre la posibilidad de firmar la paz.
El camino a la paz está lleno de incertidumbres. El Diamante, un caserío a cinco horas de San Vicente del Caguán, es el epicentro de la X Conferencia Guerrillera. Un campamento de casi siete hectáreas de extensión reúne entre el 17 y 23 de septiembre a representantes y delegados de los 81 frentes guerrilleros que componen a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc. Entre mil y mil doscientos hombres y mujeres revolucionarios, escuchan a los miembros del Secretariado deliberar en un espacio político que no se juntaba desde hace dieciséis años.
La primera incertidumbre se siente en una buena parte de la comunidad de San Vicente. Durante años, ellos han cargado con el estigma de ser personas cercanas a las ideologías del grupo armado. “Es curioso – dice uno de sus habitantes - hace años en épocas de elecciones los candidatos del Centro Democrático han ganado la mayoría de cargos públicos de elección popular”. Algunos sanvicentunos todavía sienten desconfianza por los diálogos firmados entre el Gobierno y las Farc, la herencia de los fallidos diálogos durante el gobierno de Andrés Pastrana es la falta de fe en una salida negociada al conflicto.
“Yo quiero que esto se acabe, hace diez años no veo a mi mamá, no sé cómo está y tampoco sé si está viva”, dice un guerrillero de apellido Paujil. Reconoce, en medio de un campamento construido para esta Conferencia, que alberga a cuarenta guerrilleros del Bloque Sur, que los cuatro años de diálogo en La Habana han traído momentos de calma.
“Yo embolaba zapatos en el centro de Bogotá. Por simple falta de oportunidades tuve que ingresar en las filas de la guerrilla”, comenta otro guerrillero de origen humilde, que confiesa que nació en Bogotá, y que advierte que ingresó a las Farc cuando tenía trece años por convicción y decisión.
Si bien otras conferencias se han centrado en temas de estrategia militar y guerra de guerrillas, esta X Conferencia se ha enfocado en sentar las bases de la plataforma política que aspiran lanzar a futuro. Para muchos, más allá de eso, sus propias aspiraciones están lejos de espacios políticos. “Me gusta el cine, ojalá pudiera hacer algo para mostrar en películas y hacer feliz a la gente”, dice uno de los guerrilleros con más de doce años de combate. “Me gusta la tecnología, hacer cosas con los computadores es lo que quisiera hacer una vez se firme la paz”, sentencia otro con una decena de combates en el frente de batalla.
Todos los frentes y bloques vienen estudiando lo acordado en La Habana. De esas discusiones, los guerrilleros presentaron propuestas ante los delegados de cada estructura guerrillera. “Hace quince días venimos leyendo los acuerdos. De cincuenta páginas diarias leemos en grupos de quince guerrilleros”, dice alias Antonio, guerrillero de la columna Teófilo Forero al mando del reconocido alias “El Paisa”.
“La guerra es muy dura, a nadie le gusta la muerte y la violencia. Todos somos víctimas del odio”, dice una guerrillera encargada de los temas de alimentación y cocina en el Bloque Oriente. Junto con ella, los combatientes construyeron en dos semanas un campamento equipado con más de 250 cambuches o como ellos mismos los llaman caletas, espacios ubicados en el suelo de casi dos metros de largo y ochenta centímetros de ancho, fabricados en madera, rodeada de plástico verde y equipada con colchoneta, sábanas, cobijas y mosquiteros.
“Durante los diálogos, cuando sabíamos que el ejército estaba cerca, preferíamos movernos unos kilómetros para evitar cualquier confrontación”, reconoce un guerrillero de apellido Zambrano, oriundo del Quindío pero con orígenes en Buenaventura. La disminución del número de víctimas durante el cese unilateral y bilateral fue evidente.
Los ideales guerrilleros en algunos de sus miembros todavía siguen intactos. Pareciera que el tiempo y los años no desgastaran sus convicciones: “Nosotros somos una comunidad en la que todos somos iguales. Si hay para comer, pues comemos todos. Si no hay para comer, entonces no come nadie”, narra un guerrillero de nombre Ernesto, a quien todos en el campamento le toman el pelo por su homónimo argentino e ícono de la revolución.
No muy lejos, también envueltas en plástico verde, se encuentran seis grupos de letrinas, hoyos de cincuenta centímetros de profundidad y veinte centímetros de diámetro distribuidos en dos hileras de seis hoyos. “Para nosotros los lujos son cosas innecesarias. Nosotros somos una comunidad que vive con una colchoneta, tres uniformes y lo justo para comer. El socialismo es el siguiente paso del capitalismo”, afirma el autodenominado camarada Antonio.
Bajo el sol de una tarde de sábado, combatientes de las Farc caminan hacia una colina adyacente que conduce a una rústica cancha de fútbol, una de las pocas estructuras que aún parecen ser básicas y rutinarias en el campo colombiano. Allí, durante dos horas, milicianos, fotógrafos y periodistas se mezclan entre sí para formar pequeños equipos de fútbol que se turnan para ingresar al campo de juego. Por un momento todos se involucran, no importa el rango, frente, ideología o nacionalidad, el único fin es ganar el partido.
“Son muchas cosas las que uno quisiera hacer si se firma la paz y la gente cree en esto que estamos haciendo. Yo estoy convencido que la solución no es la guerra, sino el diálogo entre diferentes”, recalca el jefe guerrillero que participa en el partido de fútbol.
La tarde termina. Ya van dos días de deliberación entre los delegados de cada bloque y frente guerrillero. Hay música y arte en las noches. Se observan parejas de novios combatientes en cada rincón de este campamento. Se siente extraño, hay calma y relajación, pero todos saben que todavía no ha pasada nada, no se ha dado la última palabra.
Se percibe una unidad de grupo fuerte, rígida y maciza. Reconocen que hay grupos disidentes, pero la mayoría de guerrilleros de rangos menores o medios saben que el camino era venir hasta aquí y exponer sus argumentos y rechazos a lo firmado, no declararse en rebeldía con lo pactado sin poner la cara ante sus pares.
La X Conferencia sigue su camino. Faltan cinco días de discusión. Por el momento los miembros del Secretariado se limitan a conferencias de prensa cortas y sin tanta información, el mismo Iván Márquez lo dice: “Esto apenas comienza, pero estamos confiados en que vamos por buen camino. Puede haber cierto nivel de incertidumbre, pero estamos seguros que lo que acordamos es un buen paso para alcanzar la paz”. El Diamante y este particular campamento, serán testigos de ese primer escalón.