Noches de navidad

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Noches de navidad
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Martes, Diciembre 10, 2019
Editorial navideña. Cuando inicia un nuevo año, esos días de festejo se convierten en fechas vencidas y nuestra piel empieza a guardar en el corazón las fotografías que, tal vez, el próximo nos recuerden lo vivido. En enero, las cajas vuelven al rincón más oscuro, esperando un año más para volver a dar luz a la nueva navidad.

Redacción: Jennifer Karina Corzo Romero

Ilustración: Christopher Ortiz

Durante un año, las cajas se guardan en la azotea, debajo de las camas y en el último cajón del clóset. Cuando se escucha el resonar de las canciones decembrinas y el aire empieza a sentirse más cálido, porque las fiestas se acercan, las cajas se desempolvan, se arrastran, se abren sus solapas, se rompen las bolsas y se arma la navidad. Un rincón de casa se despeja. Los adornos invaden las ventanas, las paredes se pintan y el arbolito de navidad empieza a florecer. Las guirnaldas entrelazadas en los muros crecen como ramilletes de manzanas rojas y las luces en las fachadas relampaguean como cielos de colores. Las coronas de navidad dan la bienvenida a quienes llegan de visita. En la mesa, una botella de vino y una caja de galletas son el manjar que sabe a navidad.

La música empieza a sonar desde antes de la llegada del primero de diciembre.

El siete, día de velitas, una a una, se encienden desde cualquier lugar del país, sobre una tabla limpia en la terraza, luchando contra el viento para mantenerse encendidas, o desde la puerta de la casa, para compartir con los vecinos. Las historias se transforman cada año. De fondo se escuchan los clásicos de navidad al son de Pastor Lopez, la picardía de Aicardi y la nostalgia del vallenato. Un niño lleva en sus manos el farol que armó el último día de colegio y ese día lo luce con orgullo por la calle. De la mano de su madre, visitan el alumbrado de la ciudad y al final, una velita se enciende para que su regalo de navidad llegue. La cera se derrite y su peculiar olor nos llena de recuerdos. Se encienden historias y el brillo de sus ojos abren un pasillo de faroles que nos guían por todo un mes de dicha y alegría. 

En Colombia se celebra desde hace siglos esta festividad. Es uno de los meses más esperados para el reencuentro de las familias, los bailes de los amigos y el beso de los enamorados. Para algunos, significa el encuentro con seres queridos, una cuento de los abuelos y la dicha de comer sin límite. Se comparte la natilla, se multiplican los buñuelos y el tamal se saborea la mañana del 24. Para algunos la llegada del mesías significa paz y amor, para otros es el retorno a sus pueblos, sus ciudades y a su país. 

Mientras sonrió con mi padre y contempló a mamá, otros levantan la mirada y con brillo en sus ojos van buscando cualquier otro lugar, el cielo en su inmensidad o el horizonte para esperar la llegada de alguien. Durante todos sus días, diciembre pasa entre las luces, la comida y los regalos. Los faroles artesanales y la pólvora de colores acompañan la noche de la luz. Las antorchas de las calles, los alumbrados del parque y el pesebre para las novenas se transforman en escenarios para el abrazo con los recuerdos, el olor a infancia de quienes esperan los regalos bajo el árbol viendo las películas de Nochebuena. 

Cada ser decide cómo vivirlo: en su casa junto a su familia, desde el trabajo esperando que falten cinco pa´ las 12 o en soledad, desde su sofá esperando una llamada. Cada quien le da un sentido, desde que se enciende la primera velita hasta que la última fecha del almanaque se vence. Cuando llega la hora, se esfuman días que no volverán. Solo quedan las risas que se convirtieron en buenos y malos ratos, viajes improvisados y amores pasajeros. Diciembre se convierte en un momento de creación porque es como el fuego, puede crear amor, fortalecer los lazos de una familia, dar el punto perfecto de cocción para la cena de navidad; pero también puede destruir y desaparecer como el tiempo.

Cuando inicia un nuevo año, esos días de festejo se convierten en fechas vencidas y nuestra piel empieza a guardar en el corazón las fotografías que, tal vez, el próximo nos recuerden lo vivido. En enero, las cajas vuelven al rincón más oscuro, esperando un año más para volver a dar luz a la nueva navidad.

 

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