Redacción: Alison Farfan
Ilustración: Leonardo Gómez
Soy compromiso y soy pasión, soy ustedes en una amplia descripción. Soy la manera de conocer nuevos amigos, el rincon de secretos y encuentros de las voces y los instrumentos que crean magia. Soy el tap tap de los zapatos de baile y las rimas de los jueves. Soy la casa que siempre tiene las puertas abiertas.
Muchos han llegado a mi por los cuentos de los pasillos, las charlas entre amigos y algunos profesores que motivan a sus estudiantes a encontrar una pasión que los saque de su zona de confort. Otros también me conocen porque el camino los ha conducido a mi centro. Estoy entre módulos, pocos lo saben, pero yo soy el numero 19. La mayoría llega a mi pasando por la cancha central y un largo pasillo iluminado por luces blancas, donde está mi entrada a cielo abierto, en medio de árboles y algunas flores sembradas. Un camino en piedra los conduce y yo los recibo emocionada. Los más formales me llaman El centro de Arte y Cultura Utadeo, pero para ustedes, mis amigos, soy La Casa Republicana.
Me he convertido en un refugio para todos, incluso cuando llueve; sin embargo los días de sol, mi interior está rodeado de ventanales por donde la luz entra e ilumina todo. Mis columnas en madera, rodeadas de salones con espejos y puertas de otra época, están provistas de muchos espacios creativos y acogedores que te hacen sentir cómodo. Soy tan antigua como la historia de Colombia. A veces me gusta pensar que soy un homenaje a aquella generación de valientes que lucharon por sus derechos y la esperanza de libertad. Estoy aquí desde el establecimiento de la república en el año 1819, cuando la sociedad santafereña sufrió una transformación en el campo cultural, político y en especial artístico que ayudó a construir la Colombia que hoy en día conocemos.
Gracias a esos valientes hoy soy una casa antigua dentro de una ciudad de edificaciones modernas, que se mantiene en pie porque la universidad me abrió un espacio dentro de sus grandes edificios. Ofrezco talleres semanalmente, desde canto hasta improvisación teatral, baile de todos los géneros y clases para aprender a interpretar varios instrumentos, también talleres de rap donde José Puín se encarga de llenar de letras y rimas cada salón. Quienes pasan por mis pasillos lo conocen y le dicen con cariño ‘Mulato’.
Ayudo a aquellos que buscan liberarse y formar una identidad basada en la diversidad que les puedo ofrecer. Al principio muchos llegan con inseguridad, pues temen que sus talentos se vean expuestos, sin embargo yo les recuerdo cada día que un talento no debe desperdiciarse y mucho menos esconderse, sus habilidades me enriquecen y llenan de vida mis rincones. A diario, los escucho zapatear, cantar en los salones, interpretar frente a los espejos y reír entre amigos. En esas, he conocido a gente que ahora están en casas más grandes, algunos cantantes reconocidos o presentadores que ocasionalmente pasean por este campus.
A veces vuelven de lo más alto y me hacen sentir una emoción indescriptible, porque aunque estudiaron carreras ajenas a lo que puedo ofrecer, entendieron que la danza puede ser, por ejemplo, la inspiración para una ingeniera, la música y una guitarra pueden dar grandes lecciones de dedicación a un periodista y el taller de narración oral puede significar la superación de los miedos escénicos de un biólogo marino.
Se dice que se necesitan cuatro abrazos al día para sobrevivir y ocho para mantenernos estables, podríamos sobrevivir sin abrazos pero moriríamos lentamente, según un estudio científico publicado por Cultura Inquieta. De igual manera, podría mantenerme con salones vacíos, pero moriría, desaparecería sin eco en mi centro. Soy una casa que necesita de ustedes para no ser consumida por el olvido y poder retumbar en el vacío de la capital.
‘’Mi experiencia ha sido genial, es un espacio que siempre da la bienvenida y es abierto, no hay zonas para juzgarte y puedes sentirte libre para bailar, en mi caso. Los salones son únicos y me gustan los espejos grandes, lo único que no me agrada es la ventilación’’. Viviana Benavidez cuenta una parte de lo que ha vivido a mi lado, bailando bachata cada viernes en uno de mis salones.
Lo que comparto con Valentina Riveros, estudiante de comunicación social y periodismo es más íntimo: “para mi es un lugar de liberación y de escape de todo lo cotidiano de la universidad. Me gustan mucho los espacios, además de ser una experiencia enriquecedora, de aprendizaje y sobre todo de diversión’’, dice ella.
Sé que el concepto de tiempo es una ilusión, pero a menudo agradezco por las personas que han invertido esa ilusión en mi y han creído que vale la pena persistir en un sueño. Para mi, no morir significa reinventarme cada día, que se desarrollen nuevos talleres y dar vida a nuevos talentos. Las personas a las que finalmente debo mi permanencia en la Tadeo son aquellas que han ayudado a otros a encontrar su camino, profesores e instructores que creen que las actividades extracurriculares son motivación, pasión pura y simple, como Alicia Llorente, directora y mi fiel compañera.
Una casa con puertas abiertas es todo lo que soy y nada, mientras me visiten seguiré en el mismo lugar de siempre, pero nunca con las mismas personas. Me mantendré cambiando y resistiendo al pasado, porque soy el lugar común que guarda los recuerdos de varias generaciones valientes que llevan al mundo su explosión artística.