99 francos

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99 francos
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Sábado, Abril 17, 2021

Por: Antonia Gómez Almarales.

 

Hoy traigo una película que probablemente muy poca gente conoce, lo cual es curioso porque ese era mi argumento para no escribir sobre ella, hasta que me di cuenta de que tenía que hacerlo precisamente porque muy pocos la conocen. Lean con cuidado, mi razonamiento tiene sentido.

 

Estrenada en 2007 y basada en el libro 13,99 euros de Frédéric Beigbeder, 99 francos es una cinta francesa dirigida por Jan Kounen, la cual nos muestra la historia de Octave Parango, un exitoso publicista, quien, en medio de los excesos, la falsedad, el amor y la tristeza, se harta del medio en el que se mueve. Se trata de una sátira hacia el mundo de la publicidad desde su interior y Kounen logró llevarla al cine de una forma que —a mí, como persona que no ha leído el libro— me parece fabulosa, no entrega una comedia dramática, la cual demuestra no tener pelos en la lengua al momento de retratar su realidad.

 

Uno de los aspectos que más me gustaría resaltar, es la cantidad de recursos visuales que explora la película y cómo, aunque son muy variados, no rompen necesariamente con la estética del largometraje en general, si no que se integran a la narrativa de la historia; no están ahí gratuitamente o porque se vean bonitos, tienen un propósito. Por ejemplo, hay una escena donde nuestros protagonistas van en un carro luego de haber ingerido pastillas y empiezan a ver el mundo como un videojuego en el cual deben zigzaguear para recoger puntos, dando como resultado a una persona muy irresponsable al volante. Estos momentos de videojuego los vemos en animación 2D, la cual, no se usa únicamente para resaltar la secuencia en medio de esta película no animada, si no, que también sirve para reforzar la idea de que nuestros personajes ya no perciben el mundo como antes, que siguen estando en él, pero se les presenta de una forma distinta y sorprendente, por ello actúan como lo hacen.

 

Constantemente mediante el montaje y el uso del chroma key (la edición y la pantalla verde) Kounen acentúa ciertos instantes de la vida de Octave, cambia su fondo para hacernos saber que su mente está en otra parte y utiliza la sobreimpresión para mostrarnos cómo Octave se piensa como el creador de necesidades y, al mismo tiempo, se proyecta como el consumidor. Todo esto nos permite entrar en la cabeza de nuestro protagonista cuando se separa de la realidad y percibir la misma desde una forma más intensa, que no es lo que nosotros vemos literalmente cuando sentimos emociones fuertes, pero que creo que, contadas de esta manera son más cercanas a lo que llegamos a sentir.

 

Si bien la cinta se permite traer escenas casi de realismo mágico, también tiene otras que por el contrario lo que buscan es aterrizarnos en la más cruda realidad. Como cuando uno de los ejecutivos de la marca de yogurt está describiendo a su público objetivo y vemos a una ama de casa en un supermercado tratando de elegir cuál yogurt llevar, mientras la vemos, ocasionalmente nos muestran imágenes muy rápidas de cómo llegó ese yogurt a la estantería. Produciendo así un contraste entre lo que se narra, que en este caso son las preocupaciones que puede tener el cliente en el momento, y las imágenes que denotan que a dicha persona no se le pasa por la cabeza todo lo que implica su compra.

Yo interpreto que el director decidió utilizar todas estas herramientas para que la película tuviera un aire a publicidad o televisión en cierto sentido. No sé muy bien cómo explicarlo, pero genera esta sensación de variedad y novedad, tiene ese algo llamativo que hace que veas el anuncio de YouTube incluso después de que se habilite la opción para saltarlo.

 

Al tratarse de la historia de Octave, una gran parte del peso de la película recae sobre sus hombros, o en este caso en los de Jean Dujardin, a quien yo no ubicaba por nombre pero que investigando descubrí que, es el mismo actor que protagonizó El artista en 2011 (Michel Hazanavicius) y que interpreta al dueño del banco suizo en El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013). Aquí da cuenta nuevamente de su gran capacidad para transmitirnos emociones retratando a un personaje complejo, cínico y arrogante y haciéndonos empatizar con él. Representa a un Octave completamente consciente de la forma cómo funciona su trabajo y nos hace sentir cómo esa chispa que lo movía en un principio desaparece y se transforma en algo más. Lo vemos enamorarse, desenamorarse, lo vemos caer y lo acompañamos hasta el final.

 

99 francos es un gran ejemplo de equilibrio entre narrativa y estética, es poderosa, es de esas películas que buscan hacerte pensar mientras la ves y qué mejor forma de hacerlo que desde una comedia. Si tienen la oportunidad de verla, no lo hagan en familia, si saben a lo que me refiero.

 

Escuchen a sus amigos cuando les recomiendan películas, seguro que se encontrarán con historias maravillosas.

 

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