“A veces la gente piensa que los socorristas no tenemos corazón, y sí, tenemos mucho corazón… Lo que pasa es que uno se hace el fuerte porque le toca. Si no fuera así, uno no podría tener esta profesión de salvar vidas”. Esta es una de las reflexiones que José Alfonso Mora, coordinador de la Brigada de Utadeo, hace sobre la que ha sido su vocación de toda la vida: socorrer, asistir, apoyar, auxiliar a las personas en medio de tragedias y emergencias.
Su hermano mayor, Marcelino, le inculcó la pasión por el servicio. “Comencé en la Cruz Roja gracias a eso. Mi hermano me encarriló desde muy pequeñito; básicamente inicié con él ese recorrido maravilloso, que es salvar vidas, desde los 12 años”, dice este bogotano, casado y papá de dos hijos: Andrés Felipe, de 16 años, quien ya le sigue los pasos en el socorrismo, y María José, de tan solo siete años. Con ellos y con su esposa pasa su tiempo libre, disfrutando del deporte y de la vida hogareña. El trabajo, valga decirlo, lo dedica enteramente a la que considera su otra familia: la Tadeo.
Llevas 40 años vinculado a la Cruz Roja. ¿Cómo llegaste? Aparte del socorrismo, ¿qué otras cosas has hecho?
Una de las reglas de la Cruz Roja es que uno debe estar estudiando o trabajando para ser socorrista. Obviamente he alternado mi estudio, primero, y luego mi trabajo con el socorrismo; es un voluntariado por el que uno no recibe pago, pero se aprende muchísimo. Cuando inicié estaba estudiando bachillerato, luego hice una tecnología en ingeniería y seguridad industrial y me encaminé en el tema de emergencias.
¿Cómo ha sido tu recorrido laboral?
Toda mi vida he trabajado en emergencias. Cuando terminé mi primera etapa laboral en la Tadeo, después de 1999, ingresé a la ARL Colpatria y estuve con el grupo de emergencias Garec, que todavía existe; allí trabajábamos con todas las empresas, estuve con ellos 10 años y después retorné a la universidad.
¿Cómo llegaste a Utadeo la primera vez?
Ya trabajaba en emergencias con todas las ARP, así se llamaban las ARL en esa época, y me enviaron a la Tadeo a hacer una capacitación de primero auxilios; gracias a Dios conocí a Armando Gaona Pérez, quien manejó la Oficina de Salud Ocupacional hasta que se pensionó hace cuatro años; con él hicimos un buen equipo y comenzamos a conformar la brigada de emergencias… en ese momento me quedé trabajando medio tiempo. Primero me contrataron por unos meses y luego por un año, así estuve desde 1996 hasta 1999, cuando hubo una reestructuración de la universidad. Estuve en total 10 años por fuera de Utadeo.
¿Cómo fue el regreso a la Tadeo?
Mientras estuve por fuera de la Universidad, la Cruz Roja me envió a Europa dos años y estuve trabajando en Grecia; cuando regresé al país, Armando Gaona me volvió a llamar. Eso fue hace 10 años.
Cuéntanos un poco de esa experiencia en Grecia, ¿Qué hiciste allá?
Esa oportunidad se dio gracias a mi trabajo en salvamento acuático. Trabajé en buques, capacité a los marineros en caídas al agua, en salvamentos por extensión, cuerpo a cuerpo… Ese es otro tema que me apasiona: el salvamento en el agua. ¡Es un trabajo espectacular!
Entiendo que estuviste como socorrista en las tragedias de Armero y del Palacio de Justicia. ¿Cómo las viviste?
Las épocas han cambiado muchísimo, ahora pienso que si la retoma del Palacio de Justicia pasara hoy, nadie se hubiera metido allá, en la boca del lobo. Cuando uno ve los videos de lo que sucedió, es imposible entender cómo nos metimos allá. En ese entonces yo era muy arriesgado, estaba soltero y joven, son experiencias bastante fuertes y muy duras; en el Palacio nosotros entramos y sacamos lo que había porque, la verdad, no quedó nada.
¿Hubo sobrevivientes?
Hubo sobrevivientes de la cafetería y de varios sitios, pero de los magistrados ninguno; a los ocho días fue la tragedia de Armero, bastante impactante ese año 1985. Hice parte del equipo helicoportado… Recuerdo que desde que salí de Catam hasta que regresé a Bogotá no me bajé del helicóptero, estuve a bordo más o menos 8 días, con la tripulación. Mi labor era sacar gente del barro; fue muy traumático, porque nosotros encontrábamos familias completas pidiendo ayuda, pero no cabían todos en el helicóptero, entonces primero sacábamos a los niños y a las señoras, luego retornábamos por los hombres y ya no estaban. Eso fue muy traumático.
De todas las emergencias que he tenido en Colombia la más dura para mí ha sido el atentado contra el Club El Nogal; fue terrible el impacto de encontrar gente viva pidiendo auxilio, personas mutiladas, muchos niños… El trabajo fue muy fuerte. A veces la gente piensa que los socorristas no tenemos corazón, y sí, tenemos mucho corazón… Lo que pasa es que uno se hace el fuerte porque le toca. Si no fuera así, uno no podría tener esta profesión de salvar vidas.
¿Cómo se maneja la frustración de no llegar a tiempo, de no poder salvar una vida?
Es de manejo, de seguir viviendo el día a día. Todavía hago turnos en la Unidad de Rescate de la Cruz Roja, y es increíble todas las cosas que pasan en el país y en Bogotá; cada fin de semana hay muchos accidentes que no se conocen; presto servicio más o menos dos veces al mes, todos los sábados por la noche, y créeme que uno no duerme sacando heridos y lesionados de accidentes vehiculares causados por consumo de trago, por exceso de velocidad… Piensa uno: si no lo hago yo, ¿quién entonces? Esa es la razón por la que sigo ayudando.
¿Cuéntanos un poco de la historia de la Brigada de Utadeo?
La Brigada de la Universidad Jorge Tadeo Lozano es una de las cosas más lindas que me han pasado en la vida; somos un grupo de brigadistas bastante comprometido: llegamos a ser 65 personas capacitadas, dotadas y especializadas en emergencias. Hoy somos 45 y en el centro de Bogotá nadie nos “pone la pata”; tenemos capacitación de primeros respondientes, de bomberos certificados, de trabajos en alturas, y aquí en la zona nosotros atendemos absolutamente todo.
O sea que atienden las emergencias de la Universidad y las del sector…
Nuestro perímetro está entre las calles 26 y la 19 y las carreras tercera y séptima; ahí atendemos todo lo que suceda; en este momento pertenecemos al Comité de Ayuda Mutua de las Universidades del Centro (CAMUC) y somos pioneros en contar con un coordinador de emergencias en una universidad, a partir de entonces empezó la capacitar de los otros coordinadores. Por eso llevamos la delantera en capacitación y experiencia; tenemos un grupo de brigadistas que son primeros respondientes (certificados en primeros auxilios), que están capacitados y certificados por la Secretaría de Salud. Pueden atender cualquier emergencia.
Equipo de Brigadistas en el simulacro distrital de evacuación del 24 de octubre de 2018
¿Cómo ha sido el apoyo de la Universidad para la Brigada?
Incondicional. Gracias a la Universidad tenemos dotación, uniforme de trabajo y gavetas de emergencia donde guardamos todos los equipos; estamos muy bien equipados y capacitados. Cada vez que pedimos renovación de equipos nos entregan cascos, camillas, megáfonos, mascarillas de RCP; también tenemos un apoyo grandísimo del doctor Ramón Tovar, que nos ayuda muchísimo en la capacitación. Desde que llegué hace 10 años siempre nos ha acompañado. No necesitamos traer un capacitador porque contamos con un médico especialista; eso ha sido muy favorable. La ARL nos ha ayudado muchísimo, hemos tenido capacitaciones extramurales, Armando Gaona, la doctora Adriana y ahora Dianita nos han ayudado muchísimo.
Brigadistas de Utadeo en capacitación. Archivo particular Brigada Utadeo
¿Qué le falta a la Brigada de Utadeo?
Más gente, porque entre más brigadistas haya y entre más áreas estén cubiertas con brigadistas mucho mejor para atender una emergencia. Cuando tenemos emergencias individuales salimos siete u ocho brigadistas y las atendemos muy rápido; sin embargo, siempre tiene uno que esperar un evento grande y para poder resolverlo es mejor tener la mayor cantidad de brigadistas. Por eso invito a la comunidad tadeísta para que se unan a la brigada. Lo que aprenden aquí también les sirve para la vida.
Cuéntanos una anécdota sobre una situación en la que le salvaron la vida a alguien…
Atendimos, por ejemplo, el caso de Ana María, una estudiante que viene y me visita seguido; fue atropellada por una buseta en la calle 22 con carrera tercera. Sufrió un trauma craneoencefálico cuando la peineta que llevaba en la cabeza acentuó el golpe al dar con el suelo. Eso le afectó el oído. Hicimos un trabajo espectacular: la sacamos adelante, le dimos los primeros auxilios, pedimos la ambulancia y todo salió bien.
Ana María, ya recuperada, viene cada ocho o diez días a saludarme; me trae una galleta, cada diciembre llega con detallitos para los brigadistas. Ese tipo de cosas hacen muy gratificante nuestra labor.
¿Tenemos en la Tadeo una cultura en el tema de emergencias?
Sí, en eso la universidad cambió muchísimo su cultura y en cuanto a la capacitación que tienen que recibir los brigadistas. Por ejemplo, este año nos fue muy bien en el simulacro de evacuación, tan bien que se está pensando en hacer un simulacro sin avisar… Eso ya son “grandes ligas”, porque es exponerse a muchas cosas, pero también es dar un paso más adelante y es muy gratificante para nosotros como equipo que nos tengan esa confianza.
Simulacro de evacuación en Utadeo. 24 de octubre de 2014
¿Qué significa Utadeo para ti?
Es mi otra familia, paso casi el mayor tiempo de mi vida acá, hago lo que me gusta, me levanto con las ganas más grandes de estar aquí todos los días; para mí es muy importante que la gente nos conozca, que sepan que estamos ahí, que cuenten con nosotros; muchísimas personas saben que las estamos cuidando, que si pasa algo nos pueden llamar y nosotros acudimos en su auxilio. Y ese reconocimiento es muy importante.