Carlos Cortissoz, 39 años, bogotano, casado, vegetariano, apasionado por la música y por entender las cosas, razón por la cual emprendió sus estudios de pregrado y maestría en filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Tiene además un doctorado en Filosofía de la State University of New York (SUNY), Binghamton. Actualmente es profesor asociado del Departamento de Humanidades de Utadeo.
En el 2018, tras un proceso muy riguroso, fue uno de los 13 profesores que obtuvo el reconocimiento a la excelencia en docencia, que otorga la universidad. Hablamos con él sobre su vida, sus pasiones, su práctica docente, y esto fue lo que nos contó.
Hablemos de tu vida personal… ¿qué haces en la vida diaria aparte de ser profesor?
Soy esposo y padre de un pequeño de 6 años, creo que es un ser humano hermoso. Me fascina la música, toqué mucho tiempo guitarra, hace años participe en algunos “Jazz al Parque”, me encanta la música y pienso que uno tiene que traer el conocimiento de ciertas cosas a otras, y para mí, aunque parezca raro, la música y la pedagogía pueden parecerse.
¿En qué se parecen?
Es difícil explicar, pero la música es un lenguaje, aprendes ciertas frases que le robas a otro, aprendes ciertas cosas que se repiten, y con eso puedes crear cosas completamente nuevas, y creo que en pedagogía uno puede hacer un poco lo mismo, coger como hacen los músicos de Jazz, pequeñas estrategias de aquí, pequeñas herramientas de allá y dentro de un libreto que está muy estructurado, ser libre y crear algo completamente nuevo.
¿Qué tipo de música tocas?
Me fascina el jazz, tengo un tres cubano y estoy tratando de aprender por mi cuenta los “tumbaditos” del son y la salsa.
Imagino que eres un lector voraz...
Ya no tanto como quisiera. Ahora una de las cosas que me tiene muy contento este semestre es que estoy dando la clase de literatura universal, estamos viendo tragedias griegas, los clásicos son mi pasión, la tesis de doctorado la hice sobre Platón y estoy re leyendo muchas cosas y aprendiendo muchísimo, llenando muchos vacíos disciplinares que tengo, usando esta oportunidad para aprender. Creo que el profesor es un estudiante eterno.
¿Cuáles son tus pasiones?
Bueno, a mí enseñar me encanta, me gusta la música, leer. El otro día tenía esta conversación con alguien, no es fácil decir cuál es su principal habilidad, pero yo creo que mi pasión en la vida es entender cosas. Y bueno, afortunadamente existen las universidades y uno puede recibir un sueldo por entender cosas.
¿Cómo fue tu llegada a la Tadeo?
Llegué a la Tadeo directamente de hacer mi doctorado en Estados Unidos. Cuando uno está en ese proceso de hacer la tesis de doctorado, eso está acompañado también del proyecto de ubicarse en un entorno laboral. Con mi esposa teníamos claro que queríamos volver a Colombia, ella es profesora de los Andes, yo me presenté en varias universidades y la Tadeo fue la opción más chévere.
¿Dictas la cátedra ética, ciudadanía y paz, háblanos un poco de este reto?
Este es un curso que ha representado un gran reto para mí, la gran cátedra de Ética, Ciudadanía y Paz es la más grande en toda la universidad. Son tres grupos alrededor de 200 o 150 estudiantes de todas las carreras, que tienen que ver esta materia, que las universidades tenemos que ofrecer casi que por ley.
Desde el principio entré en ese proyecto con otros profesores, Andrea Celemín y Angélica Bernal, también de la Facultad de Ciencias Sociales, asumimos el reto de planear esta cátedra y ha sido un camino lleno de aprendizajes, porque la verdad al principio, a pesar de que tuvimos éxitos importantes, esta clase se volvió una clase en la que todos los retos de los grupos grandes afloraron, todas las dinámicas, a veces muy perversas que se generan, por ser anónimos en un auditorio enorme, por tener a su disposición los teléfonos celulares, por estar expuestos a temas que son difíciles, todo eso hacía que esta cátedra tuviera muchos retos de enganchar al estudiante, lo cual es una tarea muy difícil.
En esas primeras experiencias de la cátedra, la cosa tenía sus bemoles, pero eso nos obligó a pensar con mayor creatividad qué hacer para pararse en un auditorio de 200 personas y hacerlos pensar sobre una idea de la vida moral, de la vida ciudadana, de la política, de la violencia. De ahí han salido varias actividades que muchas veces son juegos, experimentos psicológicos, actos en grupo que los estudiantes deben hacer en el salón de clase, que los compromete con los temas y que los hace entender a un nivel no tan intelectual, sino más bien vital, ciertas ideas.
De esas experiencias que has tenido en esos grupos grandes, cuéntame una que te haya inspirado o que tú hayas dicho eso que paso en ese salón ese día fue impresionante…
Mira que hay una experiencia que nosotros tres tuvimos que fue importante porque fue muy retadora, y es que en el módulo de paz, se habla de discriminación, se habla de género, se habla de raza, se habla de clase, y esos son temas difíciles, sobretodo en el mundo contemporáneo, porque es un momento histórico en el que muchos discursos, por ejemplo el feminismo, o las luchas por los derechos civiles, son discursos que en muchas partes del mundo están dando la vuelta, están teniendo un revés.
Entonces, tenemos en el ambiente muchos discursos que nos dicen que quizá, luchas como el feminismo, como la lucha racial o étnica, son luchas que son desiguales también, ahora queremos que las mujeres manden en el mundo y que sometan a los hombres y esos discursos están muy a flor de piel, y en la clase vemos esos temas.
Frente a una de esas clases, algunos estudiantes también reaccionan a esos discursos y una estudiante en particular, nos escribió una carta explicando de una manera muy coherente, pensada y racional, sus puntos sobre por qué el feminismo no es una lucha por la igualdad. Y pues nosotros como profesores tuvimos el enorme reto de cómo llegar a esos discursos que están muy en el ambiente, que están muy en las redes sociales, que no son los discursos que la academia ha establecido, no es lo que las ciencias sociales muestra, pero si son cosas que están en el mundo y en la gente.
Entonces, ¿cómo cambiar mentes? que es en últimas la meta de la pedagogía. Fue un reto enorme en este caso, no digo que hayamos cambiado la mente de esta estudiante, no lo hicimos de hecho, pero si asumimos el reto de tener una conversación horizontal directa, por escrito incluso con ella, y fue una experiencia enriquecedora para nosotros, fue una experiencia de ponerse literalmente en los zapatos de otro.
El año pasado participaste en el Reconocimiento a la Excelencia en docencia y fuiste uno de los profesores que recibió este reconocimiento… ¿Por qué crees que tu manera de hacer pedagogía resaltó sobre muchas otras que se presentaron?
Esa es una pregunta difícil, la verdad es que uno como profesor llega a intuir como es el trabajo de sus colegas, pero conocerlo realmente a fondo es difícil, porque la clase es un acto muy íntimo en cierto sentido, uno se encierra con un grupo de estudiantes que pueden ser 10 o 200 y lo que pasa ahí se queda ahí, claro que uno quiere que las cosas de la clase salgan al mundo, pero hay unos procesos ahí que son muy íntimos.
Entonces uno no conoce realmente lo que otros profesores hacen y que seguramente son muy buenos haciendo, por eso es difícil para mí compararme con otros.
Pero si te puedo decir que hay una cosa que, no digo que la haga bien, pero que por lo menos la percibo como una necesidad imperiosa y es que en este mundo, en donde hay tanta información y tanta comunicación, hay muy poca escucha, hay muy poca comprensión profunda del ser humano en su esencia; la gente está muy sola, la gente vive sus vidas y no pone atención a lo que pasa a su alrededor, creo que una de las cosas en las que he reflexionado y trato de hacer, es realmente ponerle atención a los estudiantes, escucharlos, no juzgarlos ni por sus conocimientos, ni sus ignorancias, ni sus prejuicios.
Y a partir de ahí, he trabajado en una expresión oral que permita inspirar, comunicar, apelar a emociones, a veces creo que debo ser comentado en esta universidad porque en ocasiones uso un lenguaje un poco procaz, cuento anécdotas de la vida real, a veces se me sale una grosería por ahí, pero porque manejo un registro de discurso a todo nivel. Desde un nivel básico, en el que puedo llegar a la vida más normal, hasta el nivel más filosófico en el que trato de aterrizar una idea que está en un libro y que es profunda para la experiencia vital de alguien.
Creo que manejar ese registro en el discurso, al mismo tiempo que estoy midiendo mucho las reacciones y la respuesta de esa audiencia, que son los estudiantes, es lo que me hace particular.
¿Qué significa la Tadeo en tu vida?
La Tadeo ha sido un lugar de muchos aprendizajes, tiene una característica que es un reto pedagógico de todos los días y es la heterogeneidad de sus estudiantes, si tú vas a los Andes a dar clase, puedes encontrar estudiantes de varios estratos, puedes encontrar estudiantes de muchas carreras, pero, el estudiante de Los Andes tiene una personalidad peculiar que si no la tiene la adquiere allá, es un entorno que homogeniza las personas que pasan por ahí, estoy seguro que en la Rosario pasa, en la Nacional también pasa, el que es de la Nacho tiene su sello.
Aquí, no es que el estudiante tadeísta no tenga su sello, lo que sucede es que hay muchos estudiantes tadeístas, muchas formas de ser estudiante tadeísta y es un reto entrar a un salón donde todo el mundo es distinto, te obliga no a homogenizar tu discurso, pero si a manejar muchos registros de la expresión y el discurso para llegarle a la mayor cantidad de gente posible.
¿De dónde te surgió la vocación por la filosofía y por querer entender el mundo desde esa mirada?
Realmente no lo sé. Quería estudiar física cuando “pelado”, pero creo que esa pasión por entender cosas la tenía en ese momento también, en eso no he cambiado nada y la elección de estudiar filosofía fue pensando: ¿cuál es el lugar en donde puedo entender la mayor cantidad de cosas posibles? Por ahí está la respuesta.
Y la verdad, pienso que la filosofía también se parece en esto a la música y es que cuando aprendes música, no vuelves a escuchar la música igual, porque escuchas un reggaetón y empiezas a entender varias cosas. Y cuando estudias filosofía también algo te cambia, empiezas a ver el mundo con otros ojos. A veces tengo la nostalgia de cuál sería la mirada ingenua del mundo, yo ya no la tengo, la perdí hace como 25 años.
¿Cuál es el reto qué sigue ahora en la Tadeo?
Bueno, la pedagogía no acaba, es un arte que uno perfecciona año tras año, hay tantos entornos diferentes, tantas formas de enseñar distintas, no es lo mismo meterse a un salón con 200 estudiantes, que estar es un salón con 25, no es lo mismo dictar a primer semestre, que dictar un seminario de maestría, no es lo mismo hacer unas lecturas dirigidas que tener un estudiante en tus horas de atención.
Son cosas que requieren habilidades tan diferentes, y en eso hay experticias, hay profesores que son excelentes con 5 estudiantes, dando retroalimentación de su trabajo, pero aburren a un auditorio y eso no significa que sean malos profesores, no lo son, sino que la pedagogía es un universo que tiene muchos ámbitos y muchas cosas que pensar, que perfeccionar.
Digamos que ahí, hasta que me muera, estaré creciendo en ella, claro que sin duda, quisiera traducir algunos de estos aprendizajes míos en productos de investigación y por ejemplo en libros de texto o material de enseñanza que de pronto pueda establecerse como material en ciertas clases o incluso escribir.
A veces tengo mis problemas con el lenguaje ultra académico, ese lenguaje en ciertos ámbitos tiene toda su justificación, pero en ciertos campos como la filosofía, no sé si el “paper” académico sea un lugar donde puedas despertar mentes e inspirar, entonces tengo mis problemas con el mundo de las publicaciones, pero si quisiera mucho escribir géneros que quizá no son los que Colciencias puntúa.
Tengo todo un proyecto por ahí - debo confesar que no he hecho nada de él- pero está en la cabeza. Quisiera re escribir el Laques, diálogo de Platón en el mundo contemporáneo, voy por la vida y veo tantas situaciones, por ejemplo: en unos papás decidiendo cuál será el colegio para sus hijos veo los miedos, la ansiedad con la que la gente vive y pues el Laques es un diálogo sobre el miedo y la ansiedad, entonces ¿por qué no reformarlo para este mundo contemporáneo?, en fin, hay cosas ahí por hacer.