Redacción: Daneisi Rubio
Ilustración: Leonardo Gómez
“Hoy se va mi padre, solo era un guardia y lo mataron”, así me contó Gina Guejia, indígena Nasa del resguardo Las Mercedes, en días pasados. Ermiliano Chocue, su mentor y padre, miembro de la guardia indígena de resguardo Chimborazo en Morales, Cauca, fue asesinado brutalmente cuando estaba haciendo control territorial en el municipio para erradicar un sembradío de coca. Por el teléfono no puedo ver su pesar, pero está destrozada. Las letras le salen mezcladas por los nervios y me repite varias veces: “Solo queremos justicia”. Como ella, cientos y miles de indígenas llegaron a Bogotá en los últimos días para exigirle al Gobierno que pare el genocidio. Aunque vienen cargados del dolor por la ausencia de los suyos, gritan en el corazón de la Plaza de Bolívar “¡Fuerza, fuerza, fuerza!”.
Los demás repetimos en coro sus peticiones para hacerles saber que no están solos, pero así parece, o al menos, así les ha hecho sentir este gobierno. Mientras la historia del padre de Gina se repite en las zonas rurales, el primer mandatario está ocupado en Bogotá haciendo malabares, propios de sus dotes, para que sea aprobado su paquetazo: La reforma tributaria, la reforma laboral y, la última novedad de su mentor, la Ley Andrés Felipe Arias. Al comienzo algunos justificaron que el presidente Duque pecaba por inexperto, hoy vale la pena decir que peca por sordo, porque no ha sido capaz de oír a las víctimas ni de tomar medidas para la protección de los líderes, los indígenas y los excombatientes que creyeron en la paz. Por el contrario, se ha dedicado a desplegar a los efectivos de la policía en contra de los manifestantes que claman por el derecho a la vida.
En esas condiciones, es imposible que a la Casa de Nariño no hayan llegado ni uno solo de los clamores que se replican en todo el país, porque Colombia no para de gritar desde hace más de quince días, y no para de llorar muertos desde hace más de 60 años. La deuda del Estado con los indígenas es un saldo histórico en el que están incluidos los despojos de tierra, las violaciones a sus derechos y la sobre explotación de sus territorios por parte de las multinacionales que prometen progreso y traen miseria. Pero, en lugar se atender a sus reclamos, el presidente se ha escudado en si gabinete.
Recientemente han salido a dar declaraciones otros miembros del gobierno, deslegitimado la lucha social. “No pudieron”, dijo Nancy Patricia Gutiérrez, la ministra del Interior, en su cuenta de Twitter, refiriéndose al Paro Nacional como una movilización basada en mentiras. Yo me cuestiono: ¿Quién es el mentiroso? ¿Aquel que en el ejercicio de su gobierno hace todo lo que prometió no hacer en campaña? ¿O aquellos que se movilizan para evitar la catástrofe? La respuesta requiere sentido común, pero, sobre todo, sentido social. Mientras Gina siga teniendo miedo por los suyos y los dueños del poder sigan trazando una brecha irremediable de desigualdad social, no descansaremos. Considero que quienes no pudieron son ellos, los dueños del poder. El paro no fracasó, el verdadero perdedor es el Gobierno.