Biografía de la líder birmana Aung San Suu Kyi

Biografía de la líder birmana Aung San Suu Kyi
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Viernes, Marzo 30, 2012 - 04:00

 

Biografía

1.      Una primera hoja de vida al margen de la política
Hija del general nacionalista Aung San, organizador del moderno Ejército birmano y negociador con el Imperio Británico de la independencia nacional, el 19 de julio de 1947, con tan sólo dos años de edad, quedó huérfana del mismo al caer asesinado el prócer en un complot de sus adversarios; meses después, en enero de 1948, el país obtenía la independencia con el nombre de Unión de Birmania.

La muchacha creció con su madre, Ma Khin Kyi, enfermera de profesión, y sus dos hermanos mayores, Aung San Lin –quien murió siendo niño al ahogarse en el estanque que la familia tenía en su confortable villa capitalina- y Aung San Oo, en Rangún. Allí asistió a la Methodist English High School, si bien terminó los estudios secundarios en India, donde su madre, muy bien relacionada con el Gobierno de la Liga Antifascista por la Libertad del Pueblo (AFPFL, el partido izquierdista predominante y cofundado por Aung San) estrenó el cargo de embajadora en 1960. En 1962 se produjo el golpe de Estado del general Ne Win, que derrocó al Gobierno del primer ministro U Nu, y la familia ya no pudo volver a Birmania, donde la dictadura militar desató una persecución sistemática de los cuadros de la AFPFL.

En 1964 Suu Kyi se tituló en Ciencias Políticas por el Lady Shri Ram College for Women, integrado en la Universidad de Nueva Delhi, y tres años después completó su formación con un bachelor degree en Filosofía, Política y Economía por el St. Hugh's College de la Universidad de Oxford. A partir de 1969 trabajó para las Naciones Unidas en su sede central de Nueva York, como secretaria auxiliar en el Comité Asesor para Cuestiones Administrativas y Presupuestarias, y después, durante un año, sirvió a su país como técnica del Ministerio de Asuntos Exteriores en Bután.

Dejó esta actividad en 1972 cuando contrajo matrimonio con el profesor británico Michael Vaillancourt Aris, un estudioso de la cultura tibetana al que había conocido en Oxford y que desde hacía varios años venía ejerciendo como tutor privado de los príncipes de la familia real butanesa. La pareja vivió unos meses en el reino del Himalaya antes de establecerse en Oxford, donde fundó una familia. En 1973 nació su primer hijo, Alexander, al que siguió un segundo retoño, Kim, en 1977.

Entre 1985 y 1987, mientras su marido cimentaba su prestigio académico como uno de los mayores expertos occidentales en las tradiciones culturales de Bután, Tíbet y el Himalaya, ella amplió su currículum apuntándose a un curso de doctorado en la School of Oriental and African Studies (SOAS) de la Universidad de Londres –si bien vio rechazada su tesis doctoral- y cursando sendas becas concedidas por el Indian Institute of Advanced Studies (IIAS) de Shimla y el Centre for Southeast Asian Studies de la Universidad de Kyoto, donde se concentró en investigar, cotejando los datos que poseía la familia, la trayectoria política y militar de su padre en los años previos a la independencia.

A esta época se remontan sus primeros libros publicados, de muy corta extensión, como una breve semblanza de Aung San, el ensayo Socio-Political Currents in Burmese Literature, 1910-1940 y los títulos correspondientes a Birmania, Nepal y Bután de una colección de guías divulgativas orientadas al público juvenil. En el libro dedicado a su país, la autora se limitaba a hacer una descripción de la geografía, las gentes y las costumbres birmanas, junto con un somero repaso histórico que no entraba en los detalles desagradables de la dictadura de Ne Win (apartado de la Presidencia de la Republica en 1981, aunque no del poder real, que siguió detentando en la sombra como jefe del partido único, el del Programa Socialista de Birmania, BSPP), una de las más férreas de Asia.

2. Icono de la revuelta popular democrática de 1988 y comienzo del cautiverio bajo la dictadura militar
La vida de la tranquila esposa y madre de familia experimentó un drástico vuelco en 1988, un año crucial en la historia de Birmania. En el mes de abril decidió poner fin a 18 años de expatriación para atender a su anciana madre, que vivía en Rangún y se hallaba gravemente enferma, y con el proyecto de levantar una red de bibliotecas que conservara la memoria del padre. Lo que encontró fue un país en plena efervescencia, con grandes manifestaciones en demanda de democracia que el régimen híbrido del BSPP y los generales intentaba aplastar con violencia desatada. El 15 de agosto, tres días después de producirse la dimisión del presidente-general Sein Lwin, apodado el Carnicero de Rangún por ordenar la matanza masiva de manifestantes tras el alzamiento multitudinario del 8 de agosto, envió una carta pública al primer ministro, Tun Tin, pidiendo la apertura de una transición democrática, pero la misiva fue ignorada.

El 26 de agosto, cuando la represión había causado ya muchos cientos de víctimas y la oposición conminaba al tercer presidente en el lapso de un mes, Maung Maung (un jurista que hasta entonces había ejercido de ministro de Justicia), a que formara un gobierno estrictamente civil, Suu Kyi celebró su primer mitin junto a la pagoda Shwedagon de Rangún. Su vibrante alocución ante medio millón de personas, dimensionada por las emociones que suscitaba el recuerdo del reverenciado Aung San, la identificó de inmediato con las aspiraciones populares de democracia e infundió más confianza a unas protestas que veían la caída del odiado régimen al alcance de la mano.

De la noche a la mañana, Suu Kyi se convirtió en el rostro y la voz, para sus paisanos y para el público internacional, de la dramática revuelta birmana, eclipsando a personalidades como el ex primer ministro U Nu, quien, recién regresado del exilio, insistía en representar la legalidad subvertida por el golpe de 1962 y vio rechazada su invitación de formar un Gobierno interino de la oposición. Elocuente, imbuida de un extraordinario valor que contrastaba con su menuda figura e imperturbablemente serena, Suu Kyi comenzó a recorrer el país para galvanizar el movimiento de protesta, desafiando a los soldados que podían matarla en cualquier momento y no dejando de urgir a la población a que luchara sólo por vías pacíficas, sin buscar la confrontación, absteniéndose de provocar gratuitamente a un Ejército con órdenes expresas de tirar a matar. Su discurso de la no violencia evocaba el ideario del Mahatma Gandhi, pero sobre todo seguía los preceptos budistas.

El 18 de septiembre de 1988 las esperanzas opositoras quedaron amargamente frustradas. Ese día, el Ejército, instigado por Ne Win, cuya influencia en la nueva generación de generales seguía siendo indiscutible pese a su jubilación en julio como presidente del BSPP, se hizo formalmente con todo el poder, en una suerte de autogolpe de Estado, y constituyó una junta denominada Consejo para la Restauración de la Ley y el Orden (SLORC). Las manifestaciones fueron sofocadas sin contemplaciones, produciéndose otro baño de sangre, y el nuevo jefe del Estado, el general Saw Maung, asomando ahora la zanahoria, prometió elecciones libres en un intento de desactivar la protesta. Suu Kyi afirmó pronto que Saw Maung no era más que un títere del intrigante Ne Win; como represalia, el aparato de propaganda del régimen desató contra ella una burda campaña pública de desprestigio, acusándola entre otras cosas de ser polígama, de injuriar a Buda por haber dicho que era un hombre como los demás y de estar ligada a fuerzas extranjeras.

El 24 de septiembre, con la mirada puesta en ese nebuloso horizonte electoral, Suu Kyi y dos prominentes desertores del régimen, los generales Aung Gyi, quien fuera el número dos del golpe de 1962, y Tin Oo, ex ministro de Defensa y ex comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, constituyeron la Liga Nacional por la Democracia (NLD), donde se repartieron el liderazgo: Aung Gyi fue elegido presidente, Tin Oo vicepresidente y ella, con mucho la más carismática de los tres, secretaria general. El SLORC no se lanzó a descabezar el nuevo partido, que desafiaba sus bandos prohibitivos, pero empezó a minarlo por sus bases. Además, la NLD sufrió a las primeras de cambio una crisis interna que condujo a la ruptura con Aung Gyi, quien puso en marcha su propia formación tras acusar a sus colegas de tolerar la presencia de comunistas en la Liga.

Días después de este sobresalto, el 27 de diciembre, Suu Kyi encajó la muerte de su madre, vencida por la enfermedad, a los 76 años de edad en su casa de Rangún. Durante los funerales de Da Khin Kyi, la dolida hija elevó la promesa de servir a la causa nacional de los birmanos tal como su padre y su madre lo habían hecho, es decir, hasta la muerte de ser necesario. Al arrogarse una especie de misión sagrada, en unas circunstancias sobrevenidas casi por accidente, Suu Kyi se ponía en la senda abierta en el continente asiático por líderes opositoras a la dictadura como la pakistaní Benazir Bhutto y la filipina Cory Aquino.

El 21 de junio de 1989 la tropa ametralló en Rangún (o Yangon, según la nueva denominación de la capital decretada por el SLORC, que renombró también al país, en lo sucesivo Myanmar) una manifestación de 500 personas encabezada por ella que exigía el respeto de los Derechos Humanos. Antes, el 5 de abril, la líder opositora protagonizó otro dramático episodio cuando, en el curso de una protesta en el delta del Irawady, se enfrentó impávida a una unidad de soldados que la apuntaban; según parece, la peligrosísima situación quedó superada gracias a la oportuna intervención de un mayor que dio la contraorden de bajar las armas.

Por último, el 20 de julio, en un desenlace previsible tras meses de intimidaciones y hostigamiento, Suu Kyi fue detenida y puesta bajo arresto domiciliario en Rangún al socaire de la ley marcial, declarada tres días atrás, y en virtud de la Ley de Protección del Estado de 1975, que facultaba a las autoridades para mantener a cualquier persona detenida sin juicio durante tres años. La arrestada se declaró en huelga de hambre en protesta por la detención de un grupo de estudiantes que había acudido a su casa del número 54 de la Avenida de la Universidad de Rangún, a orillas del lago Inye, para escudarla, gesto de no colaboración con sus captores que iba a marcar la pauta en la penosa etapa que se abría en su vida. En tales circunstancias, la secretaria general de la NLD no pudo participar en las elecciones del 27 de mayo de 1990, que su partido ganó arrolladoramente con el 58,7% de los votos y 392 de los 492 escaños del Parlamento.

La junta, que había presentando a los comicios el nuevo Partido de la Unidad Nacional (NUP, sucesor del BSPP, el cual no sacó más que 10 escaños), se vio sorprendido por tamaña derrota. Desdiciéndose de sus promesas de hacer honor a los resultados, anunció que las elecciones no habían sido a una asamblea legislativa, sino constituyente, de manera que hasta que no estuviera ultimada una nueva Carta Magna (en los tiempos y con las condiciones que ella misma dictase) no habría transferencia del poder a los civiles. El 18 de diciembre, como medida de protesta, un grupo de diputados electos de la NLD liderados por Sein Win, primo de Suu Kyi, formó en el exilio estadounidense un Gobierno de Coalición Nacional de la Unión de Birmania (NCGUB), en el que también obtuvieron presencia la Alianza Democrática de Birmania, el Frente Nacional Democrático y otras organizaciones opositoras.

Durante su reclusión, Suu Kyi, en régimen de incomunicación total desde julio de 1990, volvió a mostrar un carácter templado y una orgullosa determinación, animando a sus conciudadanos a no flaquear y a tener fe en su convicción de la victoria final de la causa democrática. Amenazada con un proceso judicial por el SLORC si no aceptaba el exilio, la líder hizo saber que estaría dispuesta a abandonar el país si se cumplían una serie de condiciones: la liberación de todos los presos políticos, la constitución de la Asamblea electa, la transferencia del poder a un gobierno civil y la emisión de un discurso suyo sin censura por la radio y la televisión.

Los militares no accedieron, pero tampoco se atrevieron a ejecutar sus amenazas, por temor a las reacciones internas y externas. En todo caso, en agosto de 1991 dispusieron una reforma legal con carácter retroactivo de la ley de 1975 con el único objeto de amparar la detención de su antagonista durante un período de cinco años sin cargos ni juicio.

Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, el propósito de Suu Kyi de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado el 14 de octubre de 1991 con la concesión por el Comité de Oslo del Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a su "lucha no violenta en pro de la democracia y los Derechos Humanos" y por constituir "uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en Asia en las últimas décadas". En su nombre, acudieron a recoger el galardón en la capital noruega sus dos hijos, que entonces contaban con 18 (Alexander) y 14 (Kim) años de edad, a quienes la junta había despojado de la ciudadanía birmana. Los 1.300.000 dólares con que estaba dotado el premio fueron destinados a un fondo para financiar proyectos sanitarios y educativos en Myanmar.

Ya antes de recibir esta suprema distinción, Suu Kyi había sido honrada con los premios Thorolf Rafto de los Derechos Humanos, otorgado en octubre de 1990 por la noruega Human Rights House Network (HRHN), y el Sajárov de la Libertad de Conciencia en su edición de 1990, concedido por el Parlamento Europeo en julio de 1991. A partir del Nobel, la líder de la resistencia civil birmana fue laureada en cascada por una comunidad internacional que, sin embargo, por lo que respectaba a sus gobiernos, no resultó convincente en sus presiones y sanciones para obligar a los generales a separarse de un poder usurpado y a detener la violación sistemática de los Derechos Humanos.

Estando confinada en su casa, dos editoriales de Estados Unidos y el Reino Unido publicaron respectivamente sus escritos Burma and India: Some Aspects of Intellectual Life under Colonialism (1990) y Aung San of Burma: A Biographical Portrait by His Daughter (1991), tratándose este último de una reedición de la minibiografía publicada por primera vez en 1984. Su discurso de aceptación del Premio Sajárov, hecho llegar al Parlamento Europeo en julio de 1991, fue publicado en varios países tras la concesión del Nobel a modo de ensayo-manifiesto de corta extensión con el título de Freedom from Fear.

El texto, redactado en un tono asertivo con la inconfundible sintaxis de la pedagogía budista y de principio a fin muy contundente en su denuncia de la dictadura, comenzaba con la siguiente afirmación: "No es el poder lo que corrompe, sino el miedo. El miedo a perder el poder corrompe a quienes lo ejercen y el miedo al castigo del poder corrompe a quienes son objeto del mismo". En otras partes, sin olvidarse de mencionar a sus dos referentes éticos, su padre Aung San y Gandhi, la autora decía: "Será difícil disipar la ignorancia a menos que haya libertad para buscar la verdad sin las cadenas del miedo". También: "La revolución fundamental es la del espíritu, que nace de la convicción intelectual de que el cambio es necesario en aquellos valores y actitudes mentales que modelan el curso del desarrollo nacional".

Asimismo: "Con un sistema que niega la existencia de los Derechos Humanos más básicos, el miedo tiende a estar a la orden del día. Miedo a la cárcel, miedo a la tortura, miedo a la muerte, miedo a perder los amigos, la familia, la propiedad o el medio de vida, miedo a la pobreza, miedo al aislamiento, miedo al fracaso. La forma más insidiosa de miedo es la que coloca tras una máscara de sentido común o incluso sabiduría, condenándolos como locuras, insensateces, nimiedades o futilidades, los pequeños actos diarios de coraje que ayudan a mantener el respeto de la persona a sí misma y la dignidad humana que le es propia. No es fácil para un pueblo condicionado por el miedo y sometido a un régimen de hierro el principio de que podría ser apropiado liberarse a sí mismo del agobiante miasma del miedo. Aun incluso bajo la más aplastante maquinaria del Estado el valor se alza una y otra vez, pues el miedo no es el estado natural del hombre civilizado" .

3. Prueba de resistencia frente al general Than Shwe: el compromiso indeclinable con la democracia
El 23 de abril de 1992 el general Saw Maung fue removido por sus propios compañeros de junta y un colega del escalafón, Than Shwe, le sustituyó como presidente del SLORC, primer ministro, jefe del Estado Mayor del Ejército y jefe del Estado. El oscuro nuevo mandamás de Myanmar, al parecer más preocupado por mejorar la imagen internacional del régimen que su antecesor, se estrenó en el cargo levantando las restricciones a las comunicaciones físicas de la premio Nobel, que fue autorizada a recibir visitas. Días más tarde, Suu Kyi se reunía con su marido, al que no veía desde hacía dos años, y a continuación vino a estar con ella su hijo Kim. En 1993 se produjeron nuevos encuentros familiares, facilitados por la retirada de la guardia que desde 1989 había estado apostada en el umbral de la vivienda. El 25 de diciembre los cuatro deudos pudieron celebrar juntos la fiesta de la Navidad.

Suu Kyi siguió atenta los tímidos gestos del general Than Shwe, que sugerían liberalización y aperturismo. Así el SLORC puso en libertad a un millar largo de presos políticos, levantó el toque de queda, derogó dos decretos relacionados con la ley marcial y reabrió las universidades. En enero de 1993 inició sus trabajos una Convención Nacional, en un 80% nombrada directamente por los militares, con la misión de redactar una nueva Constitución que debía sentar los principios políticos y legales de la Unión de Myanmar. Entre ellos, el régimen citaba la unidad nacional, la soberanía en las relaciones internacionales, el sistema de democracia pluripartidista y una importante reserva de participación de las Fuerzas Armadas en la conducción del Estado.

En enero de 1994 la cautiva recibió a sus primeros visitantes no de la familia, una comitiva integrada por el congresista estadounidense Bill Richardson, un representante de la ONU y un periodista del New York Times. Mayor expectación levantó la reunión que el 20 de septiembre de 1994, en respuesta a sus demandas de diálogo sin condiciones, sostuvo con el mismísimo Than Shwe y con el tercer jerifalte nominal y considerado la eminencia gris del régimen, el teniente general Khin Nyunt, quienes se presentaron en su domicilio-prisión para sostener una "discusión amistosa". El 28 de octubre siguiente cruzó su puerta de nuevo Khin Nyunt, esta vez acompañado de los generales Than Oo y Tin Aye.

Por último, el 10 de julio de 1995, en un gesto destinado sobre todo a apaciguar a la comunidad internacional, el SLORC levantó el arresto domiciliario a La Dama (en birmano, Daw, tratamiento honorífico y de respeto empleado por sus seguidores) y le permitió reemprender las actividades políticas, si bien con un régimen de movimientos severamente restringido, limitado al área urbana de Rangún.

La estrategia de los generales era fingir que les despreocupaban los movimientos de su tenaz opositora, a la que en realidad temían: la vulnerabilidad cierta de esta mujer de porte frágil pero distinguido, inerme y a su merced alimentaba constantemente su carisma, al tiempo que, de alguna manera, la resguardaba de daños mayores: si algo le sucediera a la Nobel, si resultara herida o muerta en una agresión directa, el régimen desencadenaría en su contra un huracán de reacciones, internas y externas, de impredecibles consecuencias.

La camarilla castrense, que no dejaba de perseguir y aterrorizar a las minorías étnicas y religiosas, explotar a prisioneros como esclavos económicos y practicar la tortura y las ejecuciones extrajudiciales con los disidentes políticos reales o imaginarios, no buscaba otra cosa que ganar tiempo, para afianzarse en el poder, sortear la presión internacional –acercándose para ello a los vecinos del sudeste asiático, envite que fue respondido positivamente con la actitud indulgente de estos gobiernos, así como al gigante chino, que aceptó gustoso pertrechar sus arsenales - y hacer irreversible su posición dominante en cualquier nuevo marco institucional.

Vigilada de cerca por los servicios de seguridad, Suu Kyi reanudó los contactos políticos con los miembros de la NLD y el NCGUB, y viajó por el país, violando las condiciones de la revocación del arresto, para mantener viva la causa de la democracia. El 10 de octubre de 1995 recuperó la secretaría general de la NLD, de la que había sido desposeída en abril de 1991 por discrepar con otros dirigentes, más dúctiles a las presiones de los militares, sobre la estrategia a adoptar frente al SLORC y en cumplimiento con la prohibición de que personas con interdictos pudieran ocupar cargos en los partidos. Aung Shwe fue reelegido presidente, y Tin Oo y Kyi Maung vicepresidentes.

La consecuencia inmediata del retorno de Suu Kyi a la jefatura orgánica del partido fue la retirada del mismo, el 28 de noviembre, de la Convención Nacional convocada por la junta en 1993 para la elaboración de la nueva Constitución, cuyo borrador, entre otros puntos poco compatibles con un Estado democrático, reservaba a los militares el 25% de los escaños del Parlamento. Como consecuencia del portazo de la NLD, la Convención suspendió sus trabajos de manera indefinida en marzo de 1996.

La nueva postura no cooperativa de la NLD alarmó a Than Shwe, que una vez comenzado 1996 se dispuso a cortarle las alas a su irreductible líder. En mayo, 250 miembros del partido opositor fueron detenidos sin cargos; en junio, se anunció el castigo con penas draconianas de prisión a quienes divulgaran textos alternativos o propuestas de enmiendas no autorizadas del proyecto de Constitución; en septiembre, una segunda ola de arrestos frustró la celebración del congreso de la NLD y Suu Kyi vio restituido su estatus semicarcelario. El bloqueo policial a su casa duró sólo unos días, pero la áspera advertencia del poder no disuadió a la líder de seguir desafiando la prohibición de moverse fuera de Rangún, cuyos límites urbanos intentó cruzar varias veces.

La actitud de la junta, que el 15 de noviembre de 1997 pasó a denominarse Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo (SPDC), se tornó errática, sugiriendo que el general Than, quien al mismo tiempo intentaba zafarse de la influencia del incombustible Ne Win y se adentraba en una etapa de desavenencias serias con varios altos oficiales -zanjadas a su favor mediante las oportunas purgas-, no las tenía todas consigo con respecto a Suu Kyi. El régimen, primero, prohibió el congreso de la NLD que había sido pospuesto al 27 de mayo de 1997, en el séptimo aniversario de la victoria electoral de 1990, pero después de esa fecha rectificó y consintió que la convocatoria se trasladara a exactamente doce meses después y con la condición de que la asamblea tuviera lugar en la vivienda de la líder, esto es, convenientemente limitada de aforo y vigilada a placer por la seguridad del Estado.

La Dama del sarong -el atavío tradicional birmano, usado tanto por mujeres como por hombres- y el cabello recogido prolongó de manera indefinida su particular pulso con la junta militar, caracterizado por los inagotables paciencia, firmeza y pacifismo de ella como contraste con la razón de la fuerza que exhibían los generales, quienes justificaban su negativa a retirarse a los cuarteles por la supuesta falta de preparación del pueblo birmano para la democracia.

Suu Kyi, por un lado, reclamaba que no se relajara la presión internacional sobre la más antigua dictadura militar del mundo y a los empresarios privados occidentales les desaconsejaba entrar en negocios con la misma en materia de turismo e inversiones. Sus apelaciones al extranjero hallaron un eco limitado en los gobiernos y harto escaso en las compañías interesadas en hacer tratos ventajosos con un régimen que pisoteaba de un sinfín de maneras y a gran escala los derechos más fundamentales de sus gobernados. Aunque, ciertamente, Estados Unidos y la Unión Europea endurecieron sus paquetes de sanciones económicas, armamentísticas y aéreas, el régimen pudo compensar esta cuarentena parcial por su flanco occidental cosechando resonantes éxitos diplomáticos en el mapa asiático (ingreso en la ASEAN, cooperaciones bilaterales con Tailandia, Vietnam y Camboya, compra masiva de armas a China, tratos lucrativos con la Indonesia de Suharto, defensa de las críticas occidentales por parte del Gobierno de Malasia).

Por otro lado, ella continuó jugando al gato y el ratón con los generales. Así, realizó dos azarosos intentos, en julio de 1998 y en agosto de 2000, de evadir el cerco de las tropas que la vigilaban para reunirse con miembros de su partido, los cuales seguían siendo objeto de una represión implacable, con arrestos colectivos, encarcelamientos sin hábeas corpus y numerosas condenas a penas de prisión. Ambas salidas fueron frustradas por las fuerzas de seguridad después de representar su protagonista actos de resistencia pacífica con el objetivo de captar la atención internacional. Así, en la tentativa de 1998 estuvo plantada trece días en un cruce de carreteras, hasta que unos amagos de deshidratación urgieron su retorno a Rangún montada en una ambulancia. En la de 2000, que duró nueve días, permaneció igualmente bloqueada dentro de su vehículo en un camino rural próximo a la capital cuando intentaba llegar a la población de Dala.

La muerte del profesor Aris en Londres el 27 de marzo de 1999, el día de su 53 cumpleaños, tras rechazar las autoridades birmanas una solicitud de entrada para visitar a su esposa (a la que no veía desde la reunión navideña de 1995) cuando el cáncer de próstata que padecía se adentraba en su fase terminal, pareció a los ojos de la comunidad internacional un acto gratuito de crueldad. La junta rechazó cualquier imputación, con la explicación de que había ofrecido a Suu Kyi la libre partida a Oxford, pero que ella se había negado. Sin duda, la premio Nobel temió que quienes confiaban en encontrar la ocasión para quitársela de encima no la dejaran entrar en el país a su regreso. La junta la invitaba abiertamente al exilio y dosificaba la táctica del acoso psicológico: en abril de 1999, al hijo menor, Kim le fue permitido estar con su madre en el aeropuerto de Rangún por unas pocas horas.

4. Otra década más de arresto hasta la liberación en 2010
Puesto que las advertencias y las presiones de todo tipo no conseguían quebrar la determinación de la opositora, el régimen recurrió, tras un paréntesis de cinco años, a su castigo favorito: el confinamiento domiciliario por tiempo indefinido. La medida represiva se abatió sobre Suu Kyi el 21 de septiembre de 2000; entonces, ella, el vicepresidente Tin Oo y otros miembros de la Liga fueron detenidos cuando se disponían a viajar por tren a la norteña Mandalay. Metida en un furgón militar en la misma estación de Rangún, 48 horas más tarde Suu Kyi ya se encontraba arrestada en su hogar.

Sin embargo, no podía hablarse propiamente de regreso al casillero de salida, a la situación de 1989. Aunque prisionera, la líder abrió con la junta unas conversaciones directas y de carácter secreto que fueron facilitadas por el diplomático malasio Razali Ismail, enviado especial del secretario general de la ONU. El diálogo entre Suu Kyi y los representantes del SPDC, supuestamente enmarcado en un proceso de reconciliación nacional que incluiría un acuerdo transitorio de reparto de poder, alumbró a lo largo de 2001 una serie de gestos del régimen considerados propiciatorios, como el final de la propaganda denigratoria contra la Nobel en los medios de comunicación del Estado y la devolución de la libertad de movimientos a Aung Shwe y Tin Oo. La propia Suu Kyi intentó infundir ánimos a sus seguidores y amansar a los militares con declaraciones de signo constructivo y conciliador.

El 6 de mayo de 2002 el mundo acogió con satisfacción y esperanza el resultado más visible del diálogo secreto emprendido por el SPDC y la NLD en octubre de 2000, el levantamiento del arresto domiciliario de Suu Kyi, a la que se prometió el libre tránsito por todo el país. La medida de gracia fue acompañada por nuevas liberaciones de activistas del partido opositor, si bien Amnistía Internacional recordó que un millar y medio de reclusos políticos continuaban languideciendo en las prisiones del régimen. La infatigable líder democrática no perdió el tiempo en su deseo de verificar las condiciones de su puesta en libertad iniciando una gira nacional y demandó a la junta conversaciones inmediatas para la definición de medidas de confianza.

Los llamamientos cayeron en saco roto. Transcurrido un año desde su liberación, Suu Kyi podía constatar que los militares no tenían la menor intención de negociar con ella ninguna propuesta democratizadora. El 30 de mayo de 2003 el fatalismo sobre el porvenir de Myanmar volvió a apoderarse de locales y foráneos con la imposición de la "custodia preventiva" a Suu Kyi y otros 17 dirigentes de la NLD con el pretexto de haber provocado en el curso de una gira provincial por el norte del país, concretamente en las afueras de la población de Depayin, unos choques violentos entre partidarios de ella y del Gobierno.

En realidad, lo sucedido en Depayin fue un incidente orquestado por las autoridades: la caravana de la líder se vio salvajemente atacada por una nutrida turba de personas, quizá hasta 3.000, con atuendos civiles que, a los gritos de ¡muere!, ¡muere! y esgrimiendo armas rústicas, hirió o mató a muchos integrantes del convoy. Supervivientes del terrible ataque que consiguieron escapar a Tailandia relataron que sus agresores les tendieron una emboscada nocturna y que cayeron sobre ellos presos de una furiosa excitación, como si estuvieran ebrios o drogados. El Gobierno habló de cuatro víctimas, aunque ONG asiáticas cuantificaron los muertos en 70. Suu Kyi salió ilesa del sangriento trance porque su chófer consiguió sacar el coche de la refriega, aunque fue detenida nada más llegar a la cercana localidad de Ye-U. Tras la masacre de Depayin, el Gobierno aseguró que la opositora estaba retenida en un lugar secreto por su propia seguridad, ya que se había detectado la presencia en el país de unos "asesinos" que la tenían en el punto de mira.

A últimos de agosto, desde su paradero desconocido –luego se supo que se trataba de la prisión Insein de Rangún-, Suu Kyi inició una huelga de hambre, pero el 19 de septiembre sus captores tuvieron que ingresarla de urgencia en el Asia Royal Cardiac and Medical Center de la capital aquejada de una dolencia ginecológica. Allí le fue practicada una histerectomía, o extracción de la matriz, de tres horas de duración y tras una semana de convalecencia recibió el alta el 26 de septiembre: del hospital salió directamente a su casa de Rangún, donde le aguardaban, aunque entonces ni ella ni nadie lo sabía, otros siete años seguidos de arresto domiciliario. El Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos comunicó al Gobierno birmano que la privación de libertad de Suu Kyi sin cargos ni juicio era un acto arbitrario que contravenía la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Con su secretaria general y su vicepresidente bajo arresto, la NLD ignoró la Convención Nacional, resucitada por la junta en mayo de 2004 tras ocho años de suspensión, y cuya misión sobre el papel era dotar al país de una nueva Constitución. Esta era la primera de las siete etapas de que constaba el "mapa de ruta a una democracia disciplinada" anunciado por el general Khin Nyunt tras ser nombrado primer ministro en agosto de 2003. Los trabajos de la nueva Convención Nacional no duraron más que unas pocas semanas y Khin Nyunt, el oficial supuestamente más identificado con esta dudosa liberalización, fue purgado por Than Shwe en octubre de 2004.

Los años iban pasando para la famosa reclusa, que estrenó la madurez inmediata a la ancianidad. Privada del teléfono, sin acceso a Internet y con las visitas prácticamente limitadas a su médico personal y a los emisarios de la junta, Suu Kyi aprovechaba su abundante tiempo libre para leer, estudiar idiomas, escuchar la radio y tocar el piano. El SPDC, haciendo oídos sordos al clamor internacional y, en la última fecha, a una petición personal de liberación del secretario general de la ONU, Kofi Annan, le extendió el período de arresto sucesivamente en noviembre de 2004, noviembre de 2005, mayo de 2006 y mayo de 2007. En 2006 fue autorizada a recibir dos visitas del diplomático nigeriano Ibrahim Gambari, secretario general adjunto para el Departamento de Asuntos Políticos de la ONU.

A principios de octubre de 2007 Suu Kyi fue vista de nuevo por la televisión estatal con motivo de una nueva reunión con Gambari. La reaparición de la líder tras cuatro años sin imágenes de ella aconteció, no por casualidad, en la coyuntura nacional más dramática desde la insurrección de 1988: la supresión por los militares, con inaudita violencia, de la protesta pacífica encabezada por los monjes budistas y comenzada en Rangún a mediados de agosto. Todo indicaba que la junta, dejando ver a una Suu Kyi con buen aspecto, deseaba calmar la ira mundial por el aplastamiento, con un incierto balance de detenidos, muertos y desaparecidos, de la llamada revolución azafrán, protagonizada por monjes, estudiantes y miembros de la NLD, y cuyo desencadenante había sido la retirada de los subsidios a los combustibles, cuyos precios aumentaron vertiginosamente. Días después de la visita de Gambari, el Gobierno designó al general retirado y viceministro de Trabajo Aung Kyi su enlace formal con Suu Kyi, en lo que parecía ser la apertura de un canal oficial de comunicación junta-oposición.

El 27 de mayo de 2008 el SPDC dio cuenta de la enésima prórroga del arresto de Suu Kyi, que permanecería confinada en su domicilio por lo menos doce meses más. Sus condiciones acababan de endurecerse bruscamente porque el paso del ciclón Nargis, que azotó el país asiático a principios de aquel mes, había dejado a su vivienda con el techo maltrecho y sin suministro eléctrico; las autoridades no le proporcionaron un generador y ella se vio obligada a alumbrarse con velas.

Entre tanto, el régimen militar dio un primer paso en la superación de la petrificación haciendo aprobar en un referéndum nacional -considerado espurio por la NLD- su proyecto de Constitución, polémico texto que reservaba al Ejército importantes cuotas antidemocráticas de poder ejecutivo y legislativo, y que contenía cláusulas restrictivas sospechosamente ajustadas a las características de Suu Kyi, como la prohibición de candidatear al puesto de presidente de la República a aquellas personas cuyos familiares directos, ascendientes o descendientes, estuvieran de alguna manera bajo la jurisdicción de otros países: los hijos de la líder tenían la ciudadanía británica. En diciembre de 2008 la Asamblea General de la ONU, con 80 votos a favor, 25 en contra y 45 abstenciones, aprobó una resolución de condena de la situación de los Derechos Humanos en Myanmar y de demanda de liberación de Suu Kyi.

El 14 de mayo de 2009, próximo a vencer su último período anual de arresto, Suu Kyi vio ensombrecerse de súbito su estatus de prisionera. Ese día, un retén policial se presentó en la casa y la aprehendió junto con sus dos asistentas personales, Khin Khin Win y Win Ma Ma. Las tres mujeres fueron transferidas directamente a la sala de un tribunal especial montado en la prisión Insein, donde un magistrado del Distrito Norte de Rangún les esperaba para juzgarlas por transgresión de las condiciones del arresto domiciliario, ya que habían dado cobijo a un intruso.

La acusación se sustentaba en la extraña peripecia del cuarto procesado, John William Yettaw, un ciudadano estadounidense de 53 años, retratado como un estudiante de Psicología, mormón y veterano de Vietnam con algún tipo de estrés postraumático, que en noviembre anterior había intentado contactar con Suu Kyi tras personarse, sin que las fuerzas de seguridad llegaran a impedírselo, en el mismo umbral de su vivienda. Entonces, la inquilina no había querido recibir al anónimo visitante y había dado parte del caso a las autoridades. En fecha mucho más reciente, el 6 de mayo, Yettaw había sido detenido cuando regresaba a nado por el lago Inye tras conseguir burlar el perímetro de seguridad de la casa de Suu Kyi y pernoctar en ella dos noches seguidas.

De acuerdo con su testimonio, el pertinaz extranjero había alcanzado la vivienda en la antevíspera también a nado, y sus moradoras, no sin grandes reticencias, le habían permitido quedarse a dormir porque estaba exhausto, y con el mismo criterio humanitario le habían proporcionado comida y bebida. El comprometedor huésped estaba allí "enviado por Dios", para advertir a la líder de que unos "terroristas" pretendían asesinarla. Yettaw fue a juicio además por encontrarse en el país de manera ilegal y por vulnerar la prohibición de nadar en el lago Inye.

El juicio contra Suu Kyi, recién recuperada de un achaque por hipotensión que la había obligado a recibir alimentación intravenosa con sueros, se prolongó a puerta cerrada desde el 18 de mayo hasta el 31 de julio de 2009. La defensa invocó en todo momento la inocencia de la acusada, a la que, según ella, no podía exigírsele cuentas por las rupturas de su barrera de seguridad desde fuera, cuya integridad era responsabilidad de la Policía. En mitad del juicio, el 19 de junio, la acusada cumplió 64 años, efeméride que fue saludada por vigilias, actos de protesta y lecturas de manifiestos demandando su liberación a lo largo y ancho del mundo. A principios de julio, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, regresó de Rangún "profundamente disgustado" porque su anfitrión, Than Shwe, no le había permitido reunirse con Suu Kyi.

El 11 de agosto el tribunal especial emitió una sentencia de culpabilidad e impuso a las tres mujeres sendas penas de tres años de prisión con trabajos forzados. La pena máxima por violar la Ley de Salvaguarda del Estado del Peligro de Elementos Subversivos era de cinco años. Automáticamente, el ministro del Interior, general Maung Oo, siguiendo las instrucciones de su superior, Than, conmutó la draconiana condena por otra de 18 meses de arresto domiciliario, que empezaba a contar a renglón seguido de la expiración, en mayo, del anterior período. En cuanto a Yettaw, fue también condenado a prisión, pero el Gobierno le perdonó de inmediato antes de permitirle abandonar el país sano y salvo; oficialmente, su liberación fue un gesto "humanitario" en aras de la mejora de las relaciones con Estados Unidos. El Consejo de Seguridad de la ONU, en una declaración de condena no vinculante –una resolución habría topado de seguro con la oposición de China-, expresó su "grave preocupación" por la suerte de Suu Kyi y los demás presos políticos birmanos.

Para la NLD, gobiernos y organizaciones, el proceso contra Suu Kyi era una artimaña fabricada por el régimen para mantenerla neutralizada políticamente tras vencer su último período de arresto sin cargos y cuando el país afrontaba sus primeras elecciones legislativas desde 1990, las previstas para finales de 2010, que eran el quinto paso del "mapa de ruta a la democracia" diseñado por la junta. La nueva Constitución estipulaba que ninguna persona con condenas judiciales podía presentarse candidata a diputado.

La comunidad internacional, con la notoria excepción de China, convino en que esas elecciones, más allá de su fachada pluralista, no merecerían ninguna credibilidad si la principal líder de la oposición no recobraba la libertad y era habilitada para presentarse a aquellas. Sin embargo, en Estados Unidos, la nueva Administración Obama se mostró dispuesta a entablar un diálogo con la dictadura, buscando arrancar de los generales concesiones democráticas más con la persuasión que con el boicot. A principios de noviembre de 2009, Suu Kyi pudo entrevistarse con una misión diplomática de aquel país. Su encuentro con los altos funcionarios del Departamento de Estado en el Inya Lake Hotel, a escasa distancia de su casa, le permitió tener el primer contacto directo con los periodistas desde el principio de su actual cautiverio.

La líder opositora abrió una batalla legal contra la prolongación de su régimen de arresto. Su recurso al Tribunal Supremo, tras fracasar en el tribunal de primera instancia, fue admitido a trámite el 21 de diciembre y la audiencia de apelación fue celebrada el 18 de enero de 2010, quedando pendiente la sentencia. Días después, trascendió que el Ministerio del Interior consideraba levantar el confinamiento a Suu Kyi en el último tramo del año, coincidiendo supuestamente con las elecciones a la nueva Asamblea de la Unión, aunque se desconocía si el final del arresto, que expiraba el 13 de noviembre, se produciría antes o después de los comicios, para los que todavía no había fecha. En cualquier caso, con la Constitución en la mano, la líder no podría concurrir a un escaño parlamentario porque era rea de la justicia ni tampoco aspirar a la jefatura del Estado al haber estado casada con un extranjero, por más que enviudara de él hacía una década, y disponer sus hijos del pasaporte británico.

Peor aún, la Ley de Registro de Partidos Políticos, presentada en marzo de 2010, prohibía expresamente la militancia partidista de personas que hubieran sido condenadas en un tribunal. Si la NLD quería renovar su condición legal, sin la cual tampoco podría participar en las elecciones, antes debía expulsar a su secretaria general y a otros muchos dirigentes. La reacción de la NLD, que era consecuente con su boicot al referéndum constitucional de 2008, fue rechazar de plano las reglas del juego impuestas por la junta. En consecuencia, el 6 de mayo de 2010, en el último día del plazo de que disponía para registrarse con arreglo a la nueva normativa, la Liga, en una decisión grave asumida sin reservas por Suu Kyi aunque mal acogida por algunos miembros –los cuales se escindieron para formar la Fuerza Nacional Democrática, NDF-, se resignó a quedar desarticulada como organización legal. Ello no disuadió a Suu Kyi y al resto de la ejecutiva de reafirmarse en su llamamiento al boicot electoral.

El 1 de octubre el Gobierno confirmó con marchamo oficial el rumor circulante de que Suu Kyi recuperaría el 13 de noviembre el estatus que había tenido por última vez hacía un septenio. El 7 de noviembre la opositora seguía privada de libertad cuando Myanmar celebró sus primeras elecciones generales en dos décadas. Realizadas sin las mínimas garantías de limpieza, con las libertades fundamentales cercenadas y bajo un marco legal diseñado a la medida del oficialismo militar, las votaciones fueron ganadas masivamente por el Partido para el Desarrollo y la Solidaridad de la Unión (USDP), agrupación montada por la junta y cuyo conductor era el primer ministro desde 2007, el general Thein Sein.

La Comisión Electoral nombrada y controlada por los militares adjudicó a la USDP 259 de los 330 escaños abiertos a competición de la Cámara de Representantes (los 110 restantes hasta los 440 iban a ser nombrados directamente por las Fuerzas Armadas) con el 78,5% de los votos. Segundo, con 18 representantes, quedó el Partido Democrático de las Nacionalidades Shan (SNDP), una formación aliada de la NLD pero que había decidido concurrir. Empatados con 12 puestos quedaron el NUP, el partido promilitar derrotado en los comicios de 1990 y que representaba a la vieja guardia del extinto BSPP marginada por la nueva generación de capitostes castrenses, y la NDF, los recientes escindidos de la Liga disconformes con la directiva de boicot. La USDP se convirtió en la fuerza hegemónica también de la Cámara alta de la Asamblea, la de las Nacionalidades, donde obtuvo 129 de los 168 escaños electorales (mayoría a la que había que sumar los 56 asientos reservados a los uniformados en activo).

Los partidos perdedores denunciaron un cúmulo de flagrantes irregularidades, como la compra de votos, la intimidación en los colegios electorales y la falsificación pura y simple de los escrutinios locales. Hasta transcurrido un mes, la Comisión Electoral no iba a facilitar cifras de participación, que fijó en el 76,8% del censo. La NLD y observadores foráneos descalificaron este porcentaje como irreal.

Finalmente, el 13 de noviembre, dos días después de ver rechazada su última apelación a los tribunales, La Dama pudo salir de su casa, dispuesta a disfrutar de una libertad que, ya se lo había advertido al régimen, no aceptaría que fuera condicional; en el umbral, saludó sonriente y con vivas muestras de emoción a la muchedumbre extática que se había congregado desde el día anterior frente a la casa blanca de dos plantas de la Avenida de la Universidad, vigilada por un no menos impresionante dispositivo de seguridad. En su primera y breve alocución a sus arrebatados seguidores, la líder exhortó a "trabajar unidos para alcanzar nuestros objetivos".

Al día siguiente, Suu Kyi compareció en la sede de la NLD en la capital para pronunciar un mitin en el que instó a los presentes a "no perder la esperanza" en el establecimiento de la democracia, subrayó la importancia de la libertad de expresión como "base de la libertad democrática" y animó a la ciudadanía a actuar "de manera adecuada" para "luchar por lo que es correcto". También, explicó que no guardaba "hostilidad alguna" hacia los responsables de su arresto, que durante el mismo las fuerzas de seguridad la habían tratado "bien", que estaba lista para "trabajar estrechamente con todas las fuerzas democráticas" y que consideraría el escenario del levantamiento de las sanciones internacionales. No obstante el tono conciliador, reclamó a la junta la liberación de los más de 2.000 prisioneros políticos. En las jornadas siguientes, Suu Kyi reiteró estas manifestaciones y se extendió sobre otras cuestiones en una serie de entrevistas concedidas a medios internacionales. También, se reencontró con su hijo Kim, al que no veía desde hacía una década.

5. Elenco de reconocimientos
Con posterioridad a los premios Rafto, Sajárov y Nobel, Suu Kyi recibió numerosísimos galardones y reconocimientos.

Entre los mismos, se citan: el Humanities Human Rights Award (Estados Unidos, 1991); el Premio Internacional Simón Bolívar (UNESCO y Venezuela, 1992); el Award of the international Human Rights del Law Group de Estados Unidos (1992); el Jawaharlal Nehru Award for International Understanding (India, 1993); el Premio Internacional Víctor Jara de los Derechos Humanos del CHRCL de Los Ángeles (1993); el Premio a la Libertad de la Internacional Liberal (1995); el Gandhi Award de la Universidad Simon Fraser de la Columbia Británica (Canadá, 1995); el Freedom Award del Comité Internacional de Rescate (1995); el W. Averell Harriman Democracy Award del National Democratic Institute (Estados Unidos, 1996); el Pearl S. Buck Woman's Award (Estados Unidos, 1997); el Freedom Award del International Republican Institute (Estados Unidos, 1999); la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos (2000); el Madanjeet Singh Prize for the Promotion of Tolerance and Non-Violence (UNESCO, 2002); el Al Neuharth Free Spirit Award del Freedom Forum de Washington, D.C. (2003); el Premio Gwangju a los Derechos Humanos de la Fundación Memorial 18 de mayo (Corea del Sur, 2004); el Premio Olof Palme de la Fundación homónima de Estocolmo (2005); el Freedom From Fear Award de la organización caritativa Public Interest Projects (Estados Unidos, 2006); la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos (2008); el Premi Internacional Catalunya (España, 2008); el Mahatma Gandhi International Award for Peace and Reconciliation (Sudáfrica, 2009); y el Premio Embajadora de Conciencia de Amnistía Internacional (2009).

Además, la líder birmana es doctor honoris causa por las universidades Thammasat de Bangkok (1992), Toronto (1993), Bruselas (1994), Queen’s de Canadá (1995), Oxford (1995), Carlos de Praga (1997), Tecnológica de Sydney (1997), Chapman de California (1997), Natal (1997), Americana de Washington (1997), Glasgow (1997), Cambridge (1998), Bath (1998), de Gales en Cardiff (1998), Bristol (1998), Melbourne (1998), Bucknell de Pennsylvania (1999), Memorial de Terranova (2004), Vrije de Bruselas, Católica de Lovaina, Colgate de Nueva York (2008) y del Ulster (2009). Asimismo, fue nombrada, con carácter honorífico en todos los casos, miembro de las secciones noruega, canadiense y británica del Club PEN Internacional en 1991 y 1992, presidenta del Sindicato de Estudiantes de la London School of Economics and Political Science (LSESU) en 1992, miembro de la UNESCO en 1992, miembro de la Academia Universal de las Culturas de París en 1993 y miembro del Club de Madrid en 2008, entre otras filiaciones. The Elders, el grupo internacional de líderes veteranos liderado por Nelson Mandela, la considera una de los suyos, si bien ausente.

Alexander Aris, en nombre de su madre, ha recogido varios de los premios y ha pronunciado discursos de agradecimiento por los honores recibidos a lo largo y ancho del mundo, donde hasta 2010, año tras año, fueron numerosas las campañas de ONG y activistas en exigencia de la liberación de la ilustre opositora.

Además de los libros citados arriba, Suu Kyi publicó, a partir de 1992, los siguientes escritos: Burma's Revolution of the Spirit: The Struggle for Democratic Freedom and Dignity, de 1994, obra compartida con Alan Clements y Leslie Kean como principales autores, más prefacios de Sein Win y el Dalai Lama; Freedom from Fear and Other Writings, de 1995, quizá su libro más testimonial y emblemático, una colección de ensayos editada por Michael Aris y con contribuciones de Václav Havel y Desmond Tutu; Letters from Burma, de 1998, en coautoría con Fergal Keane; y The Voice of Hope, de 1998, en coautoría con Alan Clements.

 

http://www.cidob.org/es/documentacio/biografias_lideres_politicos/asia/myanmar/aung_san_suu_kyi

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