Por: Katherin Serna López
El Stand de los besos es una comedia romántica de Netflix inspirada en el libro Kissing Booth, su primera entrega fue en el 2018 y si llegaste a verla sabrás que su protagonista es Elle, una jovencita cuyo mejor amigo es el mismo desde que es una niña y con el cual tiene una lista de reglas de lo que pueden y no pueden hacer dentro de su amistad. La película gira en torno a cómo una de esas reglas implica que Elle no puede involucrase con el hermano de su mejor amigo, pero ella cae perdidamente enamorada de él tras besarlo en un estante de besos que hacen para una feria escolar. Desde ahí, la primera y segunda entrega son nada más que un drama juvenil bastante tóxico en el que al comienzo Lee, el mejor amigo de Elle, está molesto por los sentimientos de ella hacía su hermano; después, para la segunda entrega, el drama se centra en cómo Noah (el hermano de Lee y ya novio de Elle) se encuentra en la Universidad y cómo Elle debe enviar solicitudes para ingresar al mundo universitario, por lo que termina enviando una solicitud para ir a la misma universidad de su novio, y otra para ir a la universidad de su mejor amigo, el drama para la tercera entrega inicia un poco en la segunda cuando Elle es aceptada en las dos universidades.
Ahora que tienen un contexto y saben más o menos de qué tratan las dos primeras películas, me centraré en la tercera entrega que se estrenó el pasado 11 de agosto y que, de alguna forma, ha causado revuelo en redes sociales. Una de las polémicas que rodea estos tres filmes es el hecho de que son dramas juveniles con temáticas sumamente básicas y simples; además, idealizan tanto el amor como la amistad tóxica, lo anterior teniendo en cuenta que Elle vive en medio de un montón de polémicas agresivas en las que, lejos de pensar en si misma, termina sufriendo y haciendo todo por complacer a alguien más.
La realidad de la tercera película es que, en sus dos horas de extensión, la mayor parte (por no decir que casi todo el filme) está repleto de acciones poco relevantes para la historia y de, claramente, más escenas exageradamente tóxicas. Es así como tenemos una grabación en la que la mitad del tiempo vemos a Elle volcando su vida al revés para complacer a su mejor amigo y así cumplir los planes de una lista que hicieron cuando eran niños y dejándolo plantado cada tanto para irse corriendo a los brazos de Noah (su novio) y complacerlo. La trama entonces se basa en como, por obvias razones, Elle no puede complacer a los dos al tiempo y cada que le “falla” a alguno termina envuelta en discusiones brutales e hirientes.
Y podría quedarme hablando de cómo Netflix nos trae nuevamente una película en la que las relaciones toxicas se romantizan, pero la sorprendente verdad es que, por primera vez, tengo que rescatar algo de estas entregas. Y aunque siento que la primera hora y media del Stand de los besos 3 fue más una perdida tiempo en la que solamente vi lo mismo una y otra vez, el final si que me dejó sorprendida.
No me voy a convertir en un centro de spoilers por lo que no contaré directamente qué es lo que sucede al final y el porqué, de alguna forma, siento que Netflix al fin hizo algo bien con al menos una de sus muchas películas romanticonas y juveniles. Así que me limitaré a decir que al final, después de mucho drama, eventos innecesarios y escenas aburridas en las que se discute la problemática del “fíjate en mi y sólo en mi o me enojo” podemos vislumbrar, en parte cómo por obra de magia y en parte porque después de tantos golpes no hay más opción que despertar, una Elle que se encuentra consigo misma y que, por primera vez desde que salieron las películas en 2018, se preocupa por sí misma, decidiendo pensar y hacer aquello que realmente quiere y que la hace feliz.
Después de encontrarnos con el giro, sin duda inesperado que nos lleva a una Elle pensando un momento en sí misma, nos encontramos con un final lleno de madurez en el que los personajes dan un paso lejos de la toxicidad y empiezan a tomar decisiones, a realizar acuerdos que demuestran un cuidado propio y una responsabilidad emocional que no habíamos visto jamás en los minutos y entregas anteriores. Y si bien Netflix estuvo mucho tiempo romantizando un montón de actitudes dañinas, al menos esta vez logró dar un giro y creó un personaje que creció y cambió (aunque un poco a las patadas).
Yendo a un punto de vista más personal, El Stand de los besos 3 es uno de esos filmes que pones de fondo mientras haces más cosas, en realidad, no vale la pena verlo completo y sus escenas tienden a ser tan irrelevantes que si te pierdes alguna en realidad no te estás perdiendo de nada, y aunque el final de esta tercera entrega es medianamente rescatable, la verdad es que sí se nota un poco hecho a los golpes. Desde mi posición, vi esta última entrega sólo porque ya me había visto las anteriores, pero si me pidiesen mi recomendación personal, diría que en realidad es una perdida de tiempo. Se lo recomendaría tal vez a alguien que ya se hubiese visto las anteriores y que, como mencioné anteriormente, sólo necesite escuchar algún ruido de fondo; por el contrario, la verdad es que si no te ves la última película (o cualquiera de las que vienen antes) igualmente no te estás perdiendo de nada.