Redacción: Ariana Natalia Parra Ceballos
Ilustración: Sofia Camero Cartagena
¿Estaría de acuerdo si le digo que leer algunos libros de Gabriel García Márquez es conocer, de cierta manera, la historia de Colombia? Pues bien, el propósito del escrito a continuación consistirá en una serie de ideas que respalden lo anteriormente nombrado, para así “establecer” a este autor como figura partícipe de la búsqueda de un relato nacional. Todo esto mediante una pequeña contextualización del escritor, seguido de la explicación y profundización específica de la novela corta Los Funerales de la Mamá Grande y una conclusión sobre la pregunta planteada al inicio.
Gabriel García Márquez, nacido en Aracataca, Colombia en 1927, fue el hombre que se atrevió a conocer la historia de su país y a compartirla plasmándola en distintos textos mediante el movimiento literario del Realismo Mágico. Es increíble, que después de su deceso en 2014, este hombre siga provocando actualmente en las personas una empatía y atracción por sus obras. Su legado prolífico entre lo real y lo imaginario provoca una narrativa tan hermosa que es imposible dejar de leerla, y su trabajo es tan perfecto que se ve reflejado en el cuento a explicar a continuación.
Como primera instancia, Los funerales de la Mamá Grande inicia a voz de un narrador omnisciente, quien procede a realizar un recuento del estado de Macondo después del sepelio de la Mamá Grande. Este narrador es aquel hilo conductor encargado de ceñir de manera crónica los acontecimientos alrededor de la muerte del personaje principal. En la extensión del texto se hace una descripción cronológica de los días previos al deceso y posterior funeral de la matrona de Macondo, y se mencionan cuatro personajes, quienes en principio pueden ser principales, existiendo un último perceptible del relato, el cual es el pueblo de Macondo; la protagonista es María del Rosario Castañeda y Montero, la Mamá Grande, mujer de carácter fuerte y dominante de 92 años que tuvo una vida privilegiada por su posición socioeconómica heredada de generaciones beneficiadas por el esquema feudalista. En la mañana de su defunción se confesó ante el padre Antonio Isabel, junto a Nicanor, su sobrino mayor y Magdalena, la sobrina menor que renunció a todo para unirse a la iglesia dando votos de santidad. Asimismo, hay mención breve de personajes secundarios como el conocido coronel Aureliano Buendía, que en 1875 enfrentó a la abuela de la matriarca. Volviendo al día de su fallecimiento, la Mamá Grande se dispuso a realizar su herencia tanto de bienes materiales como morales frente al Notario y Nicanor. Una vez organizado su testamento y manifestado un discurso en pro del statu quo, se da su muerte y luego su velatorio, al cual asistieron grandes personalidades como el presidente de la República y el Sumo Pontífice. Culminada la crónica, el narrador “sutilmente” resalta la importancia y el dominio ejercido tanto en el ámbito social como político por la Mamá Grande, quien al fallecer dio origen a una nueva época para el pueblo de Macondo.
Ahora bien, ¿cómo esto es parte del relato nacional? Infortunadamente, desde sus inicios, Colombia ha sido un país violentado; azotado en diferentes épocas y de múltiples formas a lo largo de la historia, ya sea por la esclavitud en la conquista, la violencia tiránica en la colonia, o en la República con la hegemonía bipartidista y el terrorífico conflicto armado, dejando así, como repercusión fatídica, a una nación de tercer mundo. En esta novela corta aquellos factores se ven reflejados en tres ámbitos: político, social y ético-moral. En primer lugar, políticamente, la Mamá Grande era una matrona que heredó las encomiendas de la Corona Española y representa a la colonia en su viva imagen, pues seguía existiendo el feudalismo, siendo la Mamá Grande dueña de todas las tierras y sus habitantes los señores feudales que las explotaban, y el absolutismo y el despotismo, donde el poder de toda la región reside únicamente en la matriarca, sin posibilidad alguna de que la población participe democráticamente; sin justicia ni legislatura. Estas formas de gobierno de siglos pasados ocasionaron un estancamiento y subdesarrollo en Macondo, y pese a que legalmente éste no le pertenecía a ella, gracias a su estrato y alta alcurnia, su manipulación en las elecciones y la falsificación de documentos logró ser ama y señora tanto de lo material como de lo que no en el pueblo. Su muerte, en este aspecto, simboliza el fin total de la colonia y de una tranquila represión, y esto se confirma con la llegada del presidente a su funeral, personificando el inicio de la República Colombiana.
En tercer y último lugar, el contexto social de la obra denota que los habitantes de Macondo “aceptan un yugo” (nunca nadie se reveló contra su autoridad) al no tener ni voz ni voto enfrentándose a la explotación de poder de la Mamá Grande; en una época donde el feudalismo, el absolutismo y el despotismo, como se aludió anteriormente, dejan que el pueblo carezca de posibilidades y de libertades, hace que se transforme en otra muchedumbre del común que lucra a los más pudientes. La muerte de esta matrona manifiesta el fin de la dominación de la identidad de las personas y la manipulación de estas, pues ya nadie va a arreglar los matrimonios, reprender a los congresistas, quitar o poner gente en el gobierno, mandar a los magistrados o incluso ya no habrá quien se adueñe de los propios colores de la bandera. Desde un punto de vista ético-moral, el fallecimiento de la Mamá Grande no produce sentimientos de melancolía ni añoranza en la mayoría de las personas, existen en su lugar emociones de indiferencia y aprovechamiento presentados en sus sobrinos, ahijados, sirvientes y protegidos. Después de su deceso, lo primero que hacen es desbaratar la casa y empiezan a calcular los beneficios y ganancias que esta señora les dejó, ansiosos de repartirse la herencia. Hasta “la sombra de los gallinazos que siguió al cortejo por las ardientes callecitas de Macondo” representa a los oportunistas que sacarán provecho de la falta de poder y de orden en el pueblo. Es curioso que en el funeral de la matriarca arriben personajes ilustres como el Sumo Pontífice y el presidente de la República, pero a su vez, estén presentes personas bizarras como ladrones, prostitutas, reinas de belleza, lavanderas y mercaderes, haciendo que la situación se torne de un evento fúnebre a un espectáculo satírico del mismo.
En conclusión y resumiendo lo anterior, a medida que se explora la obra de Gabo, se comprende que sus metáforas nacieron de los lugares comunes y de lo cotidiano, de espacios que describen íntimamente una Colombia olvidada y explotada; donde toda una región conserva memorias de la United Fruit Company o de las dictaduras por parte de los conservadores y liberales, pero que lo hace a través de un García Márquez que otorga literariamente un universo convulso sobre lo que es América Latina. Y si este cuento o sus escritos no son netamente el relato nacional que desde un comienzo la patria ha estado buscando, espero que al menos haga parte significativa de él, pues como el mismo Gabo lo ha mencionado con su corriente narrativa en esos relatos colombianos, “La primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico”.