“Los deberes después, primero derribar la dictadura”, decía un cartel que sujetaba un joven estudiante durante una protesta en Bangkok el día miércoles, tras más de una semana de grandes manifesraciones día a día en la capital tailandesa y en otras ciudades. Los jóvenes continuaron tomando las calles, en unas protestas que aumentaron progresivamente el nivel de participación -reuniendo a decenas de miles de personas- y de tensión, con la policía disparando cañones de agua para dispersarlas el pasado viernes.
Así, el adelanto de Prayut de que iba a quitar el decreto en cuanto no hubiese violencia tampoco cambió los planes de los miles de manifestantes que llenaban las calles de Bangkok el miércoles. Allí entregaron una carta de dimisión para Prayut, asegurando que debía firmarse en como máximo tres días, aunque no anunciaron qué harían de lo contrario.
Si bien Prayut no parece dispuesto a ceder, el profesor Thitinan Pongsudhirak de la Universidad Chulalongkorn de Bangkok, considera que “no se habría llegado hasta este punto si la coalición en el poder y el Senado hubieran puesto en marcha la votación para iniciar la reforma constitucional.
Ahora cada bando está aún más atrincherado. Se trata de una generación que se siente maltratada y abandonada por las elites, especialmente por el régimen del llamado Prayut y el rey llamado Maha Vajiralongkorn. Un respeto que se ha perdido por el abandono hacia su pueblo que pasa la mayor parte en Alemania.