Estudiantes tadeístas reutilizan residuos plásticos para hacer ecoladrillos
En 2019, el informe “Solución a la Contaminación por Plásticos: Asumiendo Responsabilidades”, presentado por WWF, concluía que en el mundo se desperdiciaba cerca del 75 % del plástico que se producía y que buena parte de esos residuos llegaban a las fuentes hídricas del planeta cada año. Además, advertía que la totalidad de emisiones de CO2 que resultan del ciclo de vida del plástico aumentarían en los próximos años en un 50 %.
La invitación que se hacía desde esta organización, y que se mantiene vigente, es que "actualmente la responsabilidad para reducir la contaminación por plásticos recae principalmente en los consumidores. Por lo tanto, el manejo de desechos y los esfuerzos realizados seguirán siendo insuficientes mientras no se implementen acciones en cada etapa de la cadena de valor del plástico".
Conscientes de los cambios que está sufriendo el planeta, pese a que las miradas están puestas sobre la pandemia por el Covid-19, estudiantes de primer semestre de los programas de Biología Ambiental y Biología Marina de Utadeo se colocaron manos a la obra, y desde sus casas, con ayuda de sus familias, reciclan las envolturas o bolsas de productos de alimentos consumidos y las depositan dentro de botellas plásticas hasta llenarlas completamente, teniendo presente que los empaques queden bien comprimidos.
Magnolia Longo, docente del Departamento de Ciencias Biológicas y Ambientales de Utadeo y líder de este proyecto, cuenta que este surgió en el desarrollo de la asignatura de Introducción a la Biología; comenta que el objetivo es que, desde las casas de cada uno de los estudiantes, se concientice de la importancia de la educación ambiental y del aporte que cada persona puede hacer para contribuir al medioambiente.
Este es un proyecto de semestre, en el que los estudiantes recolectan las envolturas de los alimentos que consumen y las introducen en las botellas (también conocidas como ecoladrillos); luego, al finalizar el semestre, las entregarán a la Fundación Botellas de Amor, que se encarga de enviarlas a una planta de reciclaje; allí reprocesan el material para convertirlo en tablas, estibas y otros elementos más firmes en caso de ser utilizado para la construcción.
En esta tarea, los estudiantes no solo deben recolectar las envolturas, sino que deben lavarlas y dejarlas secar por completo antes de meterlas en las botellas, ya que los residuos de comida y líquidos pueden generar malos olores en el recipiente plástico.
Dentro del material flexible que utilizan para llenar las botellas están los cepillos de dientes, las etiquetas plásticas, los pitillos, los empaques de crema dental, el mango de las cuchillas de afeitar, envolturas y bolsas de comida. Dentro de este material no entra el icopor, el tetrapak, los residuos de alimentos, el caucho, el látex ni ningún material que no sea plástico.
Cada determinado tiempo, los integrantes del proyecto deben enviar a la profesora Longo un avance de esta labor; semanalmente, los estudiantes y la docente se reúnen por Google Meet para tomar la clase y compartir sus experiencias de reciclaje que se llevan a cabo desde el campo y la ciudad.
Reciclar desde casa en tiempos de confinamiento
Todos los estudiantes comparten la misma sensación de sorpresa, luego de ser testigos del número de residuos de plástico que desechan en sus casas. Laura Valentina Rojas, estudiante de Biología Ambiental, cuenta que a esta tarea se sumaron su familia y sus amigos, a quienes invitó a reciclar las envolturas de galletas, papas, ponqués, cepillos de dientes, entre otros.
"Esta es una excelente manera de ayudar al planeta, porque evitamos la acumulación de residuos y los gases de efecto invernadero provocados por este material. Sin duda alguna, este es un proyecto innovador que me gustaría adoptar, pero, a partir de mi experiencia, motivar a más personas para que se sumen a esta causa, ya que si queremos tener un cambio, tenemos que empezar desde cada uno", comenta.
Un caso parecido sucede en un hogar de cuatro integrantes que viven en el municipio de Tenjo, Cundinamarca. Se trata de la familia de Nicolás David Martínez, que desde hace un buen tiempo hace uso de las bolsas de leche como "macetas" para sembrar plantas o las reutilizan para la compra de productos a granel.
Cuenta que estas iniciativas se deben trasladar a los colegios, en especial a los que están ubicados en las áreas rurales, donde se produce una alta carga de residuos que muchas veces no son bien manejados y ocasionan emergencias en reservas naturales.
Julián Andrés Camacho, María Paula González y Darlis Sierra también se unen a ese llamado para que la ciudadanía tome como hábito responsable el reciclaje.
Darlis cuenta que su gusto por el reciclaje surgió a partir de los programas de televisión que abordaban temas ambientales. Inició reciclando las botellas de agua con gas que consumía a diario para aliviar el calor de su ciudad natal. Así que empezó a acumular, no solo las botellas, sino también las latas de cerveza, que finalmente entregaba a una comunidad de recicladores. Al llegar a Bogotá, viviendo con sus compañeros de universidad, retomó esta labor, pero ahora con cajas de pizza y cubetas de huevos.