Volkswagen escarabajo, la vida a través de un clásico

Lucas vive en Bogotá. Como si se tratara del hospital de los muñecos, da vida a carros y camiones a través de Servi Herby, un hospital para automóviles. A menudo inicia sus labores a las siete de la mañana. Otras veces se va de un lugar a otro para conseguir repuestos, hacer diligencias o cumplir citas con sus clientes. En el hospital Servi Herby hay especialistas para todo: motor, tapicería, latonería y pintura, y cada paciente tiene necesidades diferentes que se deben tratar. Algunos carros deben permanecer en el taller, como un enfermo en un hospital, a la espera de que le den el alta.

Es un edificio de tres niveles. En el primero se  encuentran los garajes, adaptados como salas de cirugía y, en la pared del fondo, todo tipo de herramientas colgadas: llaves alemanas, alicates, destornilladores y hombres solo. Al fondo, el sonido de un compresor que hace difícil escuchar la radio.

Entre el compresor, el ruido de los motores y los golpes del mazo contra las latas y los pequeños lapsos de la radio, a veces con música popular y otras con reguetón, Servi Herby le da vida a la calle aledaña al río Arzobispo, que de río le queda poco: sin meandros, sin corriente, sin vida. El paisaje fúnebre del río contrasta con los colores de los carros que a diario se estacionan frente al taller.

En el taller la belleza encuentra su espacio en medio del caos. Fotografía de Sara Pineda.

Los días de Lucas son muy agitados en Bogotá. Los de Lorenzo, por otro lado, son más relajados en Armenia. Su común denominador: aman trabajar con autos, pero no cualquiera. Son Volkswagen beetle o escarabajo, los mismos que reciben el nombre de ‘pichirilo’ en la jerga colombiana y ‘vocho’ en la mexicana. Andrés Beltrán ha conducido Volkswagen por 21 años. Lucas conoce todas los trucos y recovecos. Afirma que estos carros tienen energía más allá que una batería.

El escarabajo ha sido uno de los modelos más vendidos en la historia de la industria automotriz con 21.529.464 unidades desde 1938 hasta 2003, año en el que el último ejemplar salió de la planta de Puebla, México. Esta cifra supera los vehículos activos en todo el país. Según datos recogidos por el Registro Único de Transporte RUNT, hasta junio de 2019 había 14.637.422 vehículos activos entre motos, automóviles, utilitarios y otros.

Este modelo se caracteriza por la singular disposición del motor en la parte trasera y su sistema de refrigeración por aire. Son admirados, además, por su diseño simple, nada pretencioso y muy curvilíneo en el techo que le adjudicó su nombre por el parecido con el insecto.  Pasar por esa calle es ver, al menos, media docena de pichirilos de colores variados, más altos, más bajos, enteros o desarmados.  

El Volkswagen aguanta todo, es un lienzo que permite transmitir muchas cosas. Fotografía de Sara Pineda.

Todos tienen una historia con él

Cada persona que ha tenido un escarabajo cerca, porque el tío tenía uno, el abuelo, el profesor o la monja del colegio tenía uno, guarda un recuerdo casi siempre alegre. Afortunado quien, siendo niño, pudo viajar en el pequeño ‘baúl’ entre las sillas y el motor, dormir en el asiento de atrás arrullado por el sonido del motor, o, siendo adolescente, conducir con las ventanas abajo mientras se escuchan canciones de Queen, The Beatles o Led Zeppelin.

La idea de un carro familiar, económico y con excelente rendimiento obsesionó al dictador Adolf Hitler desde 1933. En ese momento el modelo se bautizó como KdfWagen (Kraft durch Freude) que, literalmente, traduce poder a través de la alegría. 

Andrés es socio en el taller Servi Herby, allí empezó a trabajar con su papá desde 1999. En este taller todos los clientes son clásicos. Hay Kombi, la camioneta hippie recordada por todos, Variant, Karmann Ghia, Safari y buggys, todos provenientes del Beetle. Una misma carrocería y diseño primigenia que dio vida a estos modelos. Viajar en un escarabajo es sinónimo de miradas. Aunque la calle esté llena y las personas vayan de afán, toman un segundo para dirigir su mirada al auto y, en ocasiones, a quien lo conduce.

Transitando la Avenida Cali con calle 68º, y antes de llegar a nuestro destino, un niño señaló, con emoción, el auto en el que íbamos. “Todo el mundo tiene una historia con un carrito de estos. Nosotros andamos en familia, con tres, y ver que no pasa desapercibido, que transmite felicidad, es genial. Un escarabajo le saca una sonrisa a un niño”, dice Andrés mientras toca la bocina para que el pequeño sepa que recibimos su alegría. 

Con una sonrisa grande, Andrés dice: “Por ahí dicen que la vida es muy corta para manejar carros aburridos, no es el caso del Volkswagen escarabajo”. Cada experiencia con un vocho es emocionante. Comprarlo o heredarlo, entender qué le falta, buscar repuestos, hacer amigos mientras buscas piezas, verlo andar después de años de estar guardado o en un parqueadero al sol y al agua, viajar.

 

Los objetos reflejados en el espejo están más cerca de lo que parecen. Fotografía de Kike Llamas.

Cada cliente del taller tiene una historia diferente de cómo llegó el carro a su vida, y tal como en una sala de espera en un hospital, las anécdotas van y vienen mientras los acompañantes esperan el diagnóstico o el alta del paciente. Marcela Pineda es clienta del taller hace más de un año, aprendió a conducir solo para poder sacar el carro que fue de su papá por muchos años. Con casi sesenta años y sin haber estado frente a un volante, el “espíritu del carro”, como ella le llama, le dio fuerza de voluntad para vencer el miedo. 

El escarabajo de Marcela se llama Ramón, como su papá. Está en el taller por una fuga de aceite. Ramón, a diferencia de Lorenzo y Lucas, no tiene ningún trabajo más que ser un carro familiar, está retirado, por muchos años acompañó a Ramón padre por toda Bogotá vendiendo seguros. Cuando el padre se pensionó y llegó a una edad en la que ya no se le permitió conducir, Ramón quedó confinado al garaje por más de trece años. Marcela y su hermano lo pelaron, lijaron y pintaron en ese mismo garaje hasta que fue momento de llevarlo a donde el especialista. 

Mientras converso con Marcela se acerca el dueño del taller, Jorge Beltrán, papá de Andrés, con tres tintos que acaba de comprar para hacer la visita de sus clientes más amena. En cada cliente que viene a ver cómo va su carro, a traer abono o a llevarse al ‘paciente’, se percibe un lazo con el taller, con Andrés y con don Jorge. Todos son amigos, conversan, les explican el proceso y los clientes se van contentos, como saliendo de un encuentro con amigos.  

Don Jorge le da indicaciones a uno de sus latoneros. Están terminando de restaurar un escarabajo blanco perla, modelo 61, que lleva con ellos un año y dos meses. Le repararon el motor, sistema eléctrico, la suspensión, hicieron cambio de llantas, tapicería, latonería y pintura. No escatimaron en nada, todo es de primera ¿Cuánto cuesta tener un carro así? Don Jorge, con tranquilidad, da la cifra. “Esta restauración costó 60 millones. Estos carros son muy especiales porque la gente tiene vínculo con ellos y se gastan lo que haga falta para que el carro sea espectacular”. 

Salvador es un referente dentro de la comunidad Volkswagen. Fotografía de Sara Pineda.

El vínculo que las personas tienen con este modelo en particular trasciende más allá de la anécdota, el vocho ha pasado a ser un objeto de culto, un referente estético y es parte de la cultura popular. Andrés Martínez, experto en cultura pop y cine, afirma que al ser un modelo con tantas unidades vendidas en todo el mundo ha estado presente en muchísimas familias y se hizo parte del paisaje urbano en su momento. “El escarabajo tiene una presencia muy fuerte en la cultura, y por eso es tan importante”. Todo eso hace que se retomen elementos que son queridos por todos y se los incluya en productos de entretenimiento.

En cómics, como es el caso de la serie Transformers y su personaje de Bumblebee, un Volkswagen 72 amarillo que puede convertirse en robot gigante, eso, en definitiva, se queda en los recuerdos de los niños que pasaron tardes leyendo o viendo las aventuras de este escarabajo. En el cine hay muchas películas que incluyen a este legendario modelo como Herbie a toda marcha, El resplandor o Capitán América. En la música, la banda de Los Beatles hizo famoso un Volkswagen blanco en la portada de Abbey Road que luego se vendería por miles de dólares.

Y cómo no iba a ser un éxito, si se adapta a casi todos los terrenos y climas. Gracias a su sistema de refrigeración no posee el problema de que el agua en el motor se evapore o congele, como ocurre en otros modelos. Durante las pruebas, el Volkswagen tipo 1 dejó atrás a muchos otros modelos de la época, lo que lo convirtió en la sensación. Para 1938 la producción inició con más de 150.000 vehículos que ya habían sido apartados por un valor aproximado de 1.000 Reichsmark (Moneda de la Alemania Nazi) que en dólares de la época equivaldrían a USD 500. 

Para el dólar de 2019, un escarabajo habría costado alrededor de los USD 8.000, que es un valor bajo en comparación con vehículos de ese año, que oscilan entre los USD 12.000 y los USD 14.000. Es así como su carismática apariencia, su rendimiento de 11 kilómetros por litro de gasolina y el valor final, lo llevaron a la cima de la industria automotriz y directo a los corazones de las personas alrededor del mundo.

 

La simpleza de la vista bogotana desde un escarabajo. Fotografía de Andrés Beltrán.

La energía del Vocho

Hay historias de escarabajos que cambian vidas, que son grandes referentes de este modelo y que de alguna manera buscan su lugar en las familias. Herbie, un Volkswagen escarabajo modelo 63 de color hueso de techo corredizo, con una franja azul y una roja en el costado izquierdo que va desde el frente hasta atrás, y además, un número 53 tanto en el capó como en las puertas, es protagonista de su propia película. En la escena en la que está por ser chatarrizado, Herbie hace lo posible por llamar la atención de quien sería su compañera de aventuras. Finalmente lo consigue, y cuando la piloto entra, la guantera se abre para entregarle una carta en la que le piden cuidar de Herbie.

La historia de Herbie me recuerda a Lorenzo. Ambos autos, abandonados bajo la inclemencia del clima, consiguen llamar la atención de alguien para emprender una aventura. Enrique Llamas, Kike, para los que lo conocen, encontró a su compañero pudriéndose debajo de un palo de mango en Ibagué, Tolima. Hace catorce años, después de vivir mucho tiempo en el abandono, Lorenzo dejó las calles tolimenses para mudarse a Armenia, en Quindío; gracias a Kike, quien hoy es su socio y mejor amigo. Esta historia por un periodo corto fue un amor imposible. Sí, igual que en las telenovelas: el ‘estatus’ del trabajo de Kike no le permitía tener un escarabajo modelo 65, convertible, para colmo. ¿Para colmo?, ¿para colmo de quién? Él era visitador médico y a la compañía no le encajaba que alguien con ese cargo no condujera un carro último modelo, cuenta Kike con tono de indignación.

“Ese carro me hizo cambiar mi forma de ver la vida y de trabajar, porque hoy día ya no soy visitador médico y sí vivo de lo que Lorenzo nos produce por medio de los matrimonios, siendo un auto de boda”. Lorenzo es más que un carro, es una experiencia: un auto clásico, negro brillante, convertible con todos sus detalles, la maleta antigua, el chofer vestido de época. El primer brindis de los novios, entre la iglesia y la recepción, lo hacen en el auto  “y eso no se olvida. Nunca una novia en sus aniversarios se va a olvidar de Lorenzo”, dice.  

El profe fue a visitar al nuevo Salvador. Fotografía de Andrés Beltrán.

El trabajo de Lorenzo contribuye a la creación de más recuerdos en más personas que le guardarán un cariño especial al escarabajo. Estará vivo para siempre volando con alas y caparazones de todos los colores, llevando a las personas que los quieren a nuevos comienzos, o recibiéndolos ellos. Es una relación entrañable, y Kike lo dice mejor: “Las aventuras en un Volkswagen son absolutamente enormes”.

Andrés Beltrán tiene mil historias de cómo sus carros llegaron a él. Pascual, por ejemplo, fue un escarabajo que compró en Medellín, y al momento de recibir los documentos, se dio cuenta de que venía una carta, similar a la de Herbie, que parecía referirse a alguien muy querido. Son siete en total los carros que acompañan a Andrés, pero como en toda familia, siempre hay uno que es el preferido: Salvador.

“Salvador me buscó”, dice Andrés en medio de una sonrisa tímida. Este Volkswagen modelo 66 pertenecía a un profesor del colegio, Salvador Barbosa, y siempre se lo llevó a don Jorge para mantenimiento y reparaciones. Por accidente, el aprendiz de don Jorge en el taller y de Salvador en el colegio, rompió el pomo de la barra de cambios, por suerte se pudo pegar, pero quedó con su “no me olvides”. El carro se vendió en el año 2000 y del ‘profe’ no se supo nada más.

En 2015 Andrés andaba buscando un escarabajo 66 para armarlo en un estilo californiano. Un estilo de carros deportivos, con la suspensión baja y las farolas amarillas. Encontró uno a buen precio, encontró el carro del profe, lo supo por el pomo que había pegado 15 años atrás. “Hoy es uno de los mejores carros armados en Colombia, ganó muchos concursos y me llaman a ser juez por él”. Se pusieron en contacto con el profe para contarle que estaba de vuelta con nosotros, donde sus hijas aprendieron a manejar, y vinieron de Europa a verlo una vez más, cuenta.

Lorenzo es más que un auto, es una experiencia. Fotografía de Kike Llamas.

Esta es la energía de los escarabajos: transmitir alegría, llenar a las personas de recuerdos, cambiar los ingresos de una familia, buscar su lugar en el mundo y abrir sus puertas como alas alas para explorar lugares maravillosos. 

Pero esa no es la única energía que necesita un escarabajo para vivir, su corazón bombea gasolina y sus emisiones comprometen el aire en las ciudades. El mes de marzo de 2020 fue alarmante en materia de calidad del aire en ciudades como Bogotá y Medellín. Kike sabe que el futuro de los escarabajos es cambiar sus motores a gasolina por motores eléctricos para ayudar a reducir la contaminación.

Lo primero en lo que pienso cuando hablamos de motores eléctricos, es el sonido, los motores eléctricos no suenan como suena un escarabajo, directamente, los motores eléctricos no suenan y Kike confirma mi idea: “Nos va a hacer falta el ruido. El taka taka ya hace parte de la vida del vochero”. Andrés García lleva tres años reemplazando motores a gasolina por motores eléctricos, dando nueva vida a muchos automóviles. Buscan que la gente pueda tener un carro eléctrico sin pagar todo lo que cuesta uno.

El ´trasplante’ suena bastante sencillo: sacan todos los elementos contaminantes como bomba de gasolina, exosto y embrague para disponer de ellos de manera que no afecten al medio ambiente. El motor antiguo se dona, como un órgano, a otro vehículo que lo necesita,  y así, ambos tienen un nuevo comienzo. Pero, ¿cuál es la diferencia entre hacer un carro eléctrico y comprar uno nuevo? A lo que Andrés responde, sin pensarlo: “La atmósfera que tiene un escarabajo no te la da otro carro. Este es un objeto de culto, hay comunidades enteras enfocadas en él. Grupos de personas que viven por él y cada cosa que hacen es pensando en su escarabajo”. El costo de un motor para este vehículo es de 34 millones de pesos, las baterías tienen una vida de 15 años y brinda 120 kilómetros de autonomía por carga, además de más potencia.

Carta: Un escarabajo no es un carro, es parte de la familia. Fotografía de Sara Pineda.

Viajar en un escarabajo eléctrico es montarse en una máquina del tiempo que nos lleva con su apariencia al pasado y a los recuerdos de su época dorada. Y con la tecnología, nos transporta al futuro, un futuro limpio que recuerda de dónde venimos con cariño, como el cariño que le tenemos al vocho.

En esta sociedad, donde la vida se basa en el consumo desechable, solo un objeto que ame y permita ser amado, se quedará para siempre con nosotros.  Eso es el escarabajo de mil apodos, un carro que se convierte en la extensión de los cuerpos y los corazones de quienes tienen la oportunidad de encontrarlo, pues una vez estas dos vidas se cruzan, la aventura se convierte en el único mundo posible. Ya sea como miembro de familia protagonista de películas, programas de televisión, cómics o portadas de revistas, siempre será maravilloso verlo volar.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

Institución de Educación Superior sujeta a inspección y vigilancia por el Ministerio de Educación Nacional.