Del oro al hierro explosivo, así es el tejo en Bogotá

Arropado bajo una ruana, nacería hace más de 500 años uno de los deportes que el pueblo colombiano más atesora. Se trata de una tradición que originalmente se acunó en la zona cundiboyacense.

El tejo o turmequé se originó en Turmequé – Boyacá. Sus inicios dan cuenta de la época de La Conquista, cuando los españoles llegaron al poblado y encontraron un asentamiento indígena con costumbres y tradiciones particulares: había un gran mercado que se adelantaba cada cuatro lunas. El cacique de turmequé se convirtió en un gran anfitrión, recibiendo a los caciques de otras comarcas y haciendo ceremonias dentro de las cuales se llevaba a cabo una actividad deportiva o lúdica a manera de celebración y entretenimiento.

El juego del turmequé lo practicaban los caciques- de la gran jerarquía eclesiástica- ofreciendo lanzamientos con discos de oro que llamaban “zepguagoscua”, así lo asegura el historiador Eufrasio Bernal Duffo. Posteriormente, este fue reemplazado por un disco de piedra, actualmente se juega con uno de metal.

A solo 128 kilómetros de Bogotá, nació el deporte que llegó para unir a la Capital colombiana, en cuyas canchas se advera la emoción de un pueblo altivo, culto y soberano que disfruta el sonido de su explosión. Son infinitas las sensaciones que logra vivir el bogotano en un espacio de 19 metros; allí se encuentran al menos 6 canchas de un metro- separadas a 50 centímetros de tablero a tablero- donde el jugador, a 2 metros de distancia, se alista para aplicar el vigor respectivo, y así apuntar al bocín de 11 centímetros que se encuentra ubicado en la mitad de la cancha. 

¿Qué es exactamente el tejo? Dos equipos de 4 o 5 jugadores, discos de medio kilo de hierro templado volando por el aire, lanzamientos desde 19 metros a un cajón de 60 centímetros cuadrados relleno de arcilla con un aro en el medio y rodeado de papeletas explosivas o mechas. Lo fundamental de este deporte, es introducir el tejo dentro del círculo metálico o bocín, en cuyos bordes se ponen mechas – pequeños sobres con pólvora- para que el que logre explotar el mayor número de ellas, sea considerado el ganador de la partida.

 

Paradójicamente, Boyacá no ha demostrado ser muy fuerte en las competencias nacionales de tejo. Bogotá se encuentra posicionada en el primer lugar.

 

Explota la mecha, a su paso explota también el corazón bogotano; al fondo retumba la música norteña que acompaña a los jugadores. En la mesa hay una canasta de cerveza junto a una gallina cocinada, morcilla, papa y chicharrón, que no puede hacer falta a la hora de jugar. Hernando López es uno de los tantos bogotanos que frecuenta constantemente algunos de los 50 establecimientos de tejo que se encuentran registrados en la Cámara de Comercio de Bogotá. Después de una tarde entera jugando con sus amigos, manifiesta que para jugar tejo solo necesita 4 cosas: “2 equipos, la cancha, la mecha y la polita”, añadiendo que tomar cerveza le enciende la chispa para jugar.

El tejo fue declarado Deporte Nacional por la Ley 613 de 2000. En mayo de 2019 alcanzó un logro aún mayor, al ser implementada la Ley 1947 en la que se establece que este deporte es Patrimonio Cultural e Inmaterial de Colombia. Tiene himno y oración. Ya sea por la modalidad recreativa o por la deportiva, el tejo hoy reúne cinco expresiones en la cancha: El deporte, el entretenimiento, la gastronomía, la cultura y la pola.

El deporte

El Tejo es un deporte. Está constituido como cualquier otro y cuenta con una representación en el Comité Olímpico Colombiano. Álvaro Rojas Fernández es el presidente de la Federación Colombiana de Tejo desde 2012.

La visión del Tejo tiene dos formas de expresarse, la primera es la realización de una actividad donde se evidencie conocimientos de física, tales como los movimientos parabólicos. Allí el competidor debe hacer cálculos para cumplir con unos objetivos definidos por la Federación Colombiana de Tejo sobre las normas básicas: hacer moñona, totear una mecha, embocinar o ganar la mano. Esta explicación lo convierte en un deporte que tiene técnica y el cual debe cumplir con unas normas básicas para funcionar. La segunda es, por cierto, la más conocida: consiste en la visión de una actividad en la que se reúnen elementos cotidianos y en la que se puede entretener para lograr pasar el rato de una manera económica.

La competencia es sencilla, por lo que se puede ver como un deporte y a su vez como una forma de entretenimiento, a tal punto de que algunas familias tienen en su casa una pequeña cancha de tejo. El tejo se ve como un momento de recocha, típico de las actividades en las que se libera el estrés, en las que se ríe, se come, se bebe algo, en este caso alcohol –la pola-.

Para acceder a las canchas de tejo, en la gran mayoría de lugares en Bogotá, se requiere de un consumo mínimo de cerveza para poder ocupar una de las canchas.

 

En cuanto al deporte, la investigadora y profesional del deporte Marlene Andrea Rengifo Giraldo, analiza una técnica llamada Biomecánica, que es una ciencia encargada de aplicar las leyes del movimiento mecánico en todos los sistemas vivos, pero que principalmente se enfoca en el aparato locomotor, apoyándose en la mecánica, la anatomía y la fisiología. El tejo es considerado un deporte por la ley 613 de 2000, en ella no solo se establecen las reglas del juego y la extensión en la cultura colombiana, sino que también se constituciona la Fedetejo junto con su himno, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Cundinamarca:

CORO

Orgullosos cantemos al tejo

disciplina y deporte nacional

de esperanza y de fe en nuestra raza

es riqueza de nuestra nación.

 

I

Nuestra herencia el ancestro dejará

con oro un tejo el Cacique forjó

en Boyacá Dios quiso que naciera

y por cuna le dio a Turmequé.

 

II

Con el pulso y destreza lanzaron

y le dieron altura y bondad

recuerdo a su historia dejaron

Torres, Ayala, Fandiño, y Agray.

 

III

Patrimonio y Ley de la patria

lucha de un hombre ferviente y tenaz

Edgar Perea el ponente

Plinio Mendoza el autor.

 

CORO

Orgullosos cantemos al tejo

disciplina y deporte nacional

de esperanza y de fe en nuestra raza

es riqueza de nuestra nación.

 

En el 2019 el Congreso de la República ha reconocido al tejo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación y ha procurado que se generen recursos para:

-La promoción del tejo, con el fin de fortalecer el sentido de pertenencia, arraigo e identidad Nacional en sus manifestaciones culturales y deportivas.

-Garantizar la protección, rescate, promoción y difusión de la manifestación cultural y deportiva del juego.

-Promover la investigación, historia, rescate y difusión de las tradiciones del Turmequé, para que perduren en el tiempo y se transmitan de generación en generación.

-Construir y dotar escenarios con infraestructura y espacios adecuados en cada uno de los departamentos que cuenten con liga registrada y vigente ante la Federación Colombiana de Tejo (Fedetejo), para realizar eventos y Olimpiadas Nacionales e Internacionales del Juego al Turmequé.

-Apoyar el Festival Nacional y el Reinado Nacional del Juego al Turmequé (Tejo), que se realiza en el municipio de Turmequé (Boyacá).

El entretenimiento

Es un deporte. Es una diversión. Al unir esas cualidades se tiene una actividad digna de ser parte del entretenimiento de los ciudadanos.

Por la época ancestral, turmequé era una parada fija en los viajes de distintos caciques. Esto, sumado a la presión y explotación ejercida por los españoles, hacía de este territorio un espacio de constante violencia, es ahí donde el tejo se convirtió en el entretenimiento de la comunidad dirigida por el cacique Pedro Naizaque. Ahora el tejo se ha transformado en un deporte, sin embargo, nunca ha dejado atrás sus orígenes, es como si llevara en sus reglas la esencia de su ser.  Tras este acontecimiento se refleja el aroma del cine de la época indígena en La Colonia, la fragancia de cómo los indígenas chibchas lograron olvidar las guerras que tenían y las presiones que sufrían.

Los implementos utilizados para juzgamiento y disciplina en el tejo son: calibrador, bocinómetro, nivel, la mecha calibrada, la reglilla- pitillo y las tarjetas de amonestación y expulsión. 

 

Actualmente, el Tejo es más conocido por su función entretenedora que por sus grandes triunfos en el área deportiva. En los barrios populares de Bogotá –de clase media- se acostumbra a jugar al tejo cada fin de semana. Muy parecido a lo que ocurría hace algunos años en Boyacá, cuando se pagaba el trabajo de los jornaleros los días sábados, justo antes de empezar a jugar al tejo.

En muchas regiones de Colombia, se siguen manteniendo las costumbres en las que, desde un principio, se ha desarrollado el turmequé. El tejo también reúne tradiciones religiosas, y aunque la oración que se hace para la victoria en la competencia es para la entrega religiosa en el deporte, este no deja de ser una combinación de tradiciones del espectáculo que se ofrece y del entretenimiento en el que se involucran los jugadores.

Gracias, Señor, porque me has dotado de potencialidades deportivas y he logrado desarrollarlas en sana competencia. Gracias por permitirme practicar este deporte autóctono y conocer tantos amigos, lo cual estimula la sana convivencia.

Padre celestial, concédeme las energías necesarias para que mi cerebro elabore la biodinámica de las mejores jugadas. 

Concédeme, Señor, iniciar la competencia con optimismo, y dentro de ellas, tener siempre confianza en mis capacidades.

Señor, haz de mí, un deportista humilde; ejemplo para mi familia, mi Liga y mi Club, sin menospreciar a mis contendores, aunque haya obtenido el más grande de los éxitos deportivos.

Dios mío, ayúdame a iluminar a nuestros dirigentes deportivos para que sus decisiones sean las más acertadas en beneficio del deporte con un futuro mejor.

Gracias, Dios mío, por ser nuestro padre y amigo, esencia de mi vida y luz de mi camino. 

Gracias por todo lo que me has concedido.

Te alabamos sin cesar. Amén.

El Campo de tejo y Piqueteadero Doña Luz queda ubicado en una zona industrial, allí frecuentan muchos trabajadores que en sus tiempos libres asumen esta actividad como el momento perfecto para pasar con sus compañeros.

 

Una cuadra, abajo de la carrera Séptima con calle 22, se encuentra un campo de tejo. Está rodeado por pesqueras y casi que es invisible. Los días allí son distintos, pero a su vez, iguales. En este lugar siempre se ve la monotonía que emite la industria que lo rodea, sin embargo, se experimentan personajes y situaciones diferentes. Ese campo de tejo, en particular, reúne la esencia del tejo en Bogotá, reúne clases sociales, niveles académicos y hasta nacionalidades.

Con una canción de música popular y mesas amarillas se recibe a los clientes de este lugar misterioso, en el cual la magia está en el fondo, como una casona con el patio atrás. Al llegar a ese patio trasero, hay 6 canchas de tejo. A la izquierda, hay un grupo de amigos, entre los 25 y 30 años, jugando. A derecha, a dos canchas de distancia, está el canchero, ese hombre que se dedica al noble oficio de mantener la greda húmeda, como para que el tejo se clave en ella, y seca, como para que la lona o costal pueda limpiar el tejo. Al fondo hay dos canchas más, en una está un grupo de universitarios intentando rendir en el deporte como lo hicieron sus antepasados, en la otra están tres personas: dos de ellas no parecen ser de estas tierras, son extranjeros que, como parte de un tour cultural, están aprendiendo a lanzar el tejo.

Como algunas tribus indígenas, el tejo ha resistido, se ha modificado, pero ha resistido a pesar de las ideas de la globalización que en muchas ocasiones alteran las tradiciones. Sus reglas solo pueden ser modificadas por los colombianos o por los ciudadanos que quieran aprender de la cultura, no se le permite a nadie más.

Gastronomía y amigos

El Club de tejo Los Búcaros fue fundado hace 25 años en Bogotá. Inició siendo administrado por un hombre que gozaba mucho del ambiente y del lugar. No solo trabajaba, sino que disfrutaba del juego mientras bebía cerveza y comía gallina. Hace 22 años, Yadira es quien administra el club, y a diferencia del primer administrador, no ve al tejo como algo que se encuentre dentro de sus intereses. Sin embargo, encuentra su compañía en algo más profundo que el entretenimiento, la familia.

“Este lugar es mi compañía, aunque hay días estratégicos para abrir, yo siempre vengo de lunes a domingo ¿Qué hago sola y encerrada en mi casa todo el día?”. Además, asegura que este espacio le permite disfrutar y aprender sobre la cultura de nuestro país.

En los establecimientos de tejo, durante los partidos, se escucha constantemente en el ambiente la expresión: “Hágale, a lo que da el tejo”, haciendo referencia a cuando uno quiere decir “con toda rapidez”.

 

Sandra Milena Motta es cocinera del Club de tejo Los Búcaros desde hace diez años, sus días inician a las cinco de la mañana, pues a las siete ya tiene que llegar a su lugar de trabajo. Siempre llega motivada, sus clientes aseguran que su gallina es la mejor de la ciudad. Ajos, sal, cebolla, color y gallina son las cosas que la rodean todos los días, se prepara desde que llega al lugar para recibir el pedido de doce gallinas que siempre dispone para la semana.

En el tejo no cabe la palabra sorpresa, en cambio sí cabe la frase “placer gastronómico”. Ir a jugar es saber que se va a disfrutar de un buen plato típico para compartir en familia y amigos, así lo aseguran muchos de sus comensales: “No puede faltar la gallina ni la fritanguita, además, me parece sabrosa porque a uno le empieza a dar hambre cuando ya tiene unas cervecitas en la cabeza. Lo más fácil es coger una presa de gallina con una mano mientras se sigue jugando con la otra”, manifiesta Rosalba Laiseca, quien disfruta compartir estos momentos con sus amigos.

Sandra conoce muy bien a sus clientes, pues recibe muchos extranjeros todos los días, a diferencia de los bogotanos -que siempre van por gallina- a los extranjeros los hace más felices conocer la cultura colombiana mientras degustan de la papa, la yuca, el chorizo y la rellena. Los viernes y sábados son los mejores días para cocinar, pues suelen frecuentar más los grupos de amigos y familias.

Para el 2018, en Colombia había 70.000 canchas de tejo.

 

La cultura

Entre los pocos elementos culturales muiscas que sobreviven en Colombia, la chicha es uno de ellos. En Bogotá se juega al tejo mientras se toma chicha. “El turmequé es un juego que los indígenas practicaron durante mucho tiempo. Junto a eso, solían consumir chicha -bebida fermentada elaborada con maíz- durante las jornadas en las que jugaban. Ahora las cosas han cambiado un poco, pues muchos jugadores consumen cerveza, pues es el principal producto patrocinador de estos eventos a nivel internacional”, explica el historiador Eufrasio Bernal.

Un juego que ha sido parte del pasado, sigue siendo parte del presente, se ha adaptado al tiempo para mantener latentes las huellas de los antepasados, buscando llegar a tener el reconocimiento que solo hasta hace unos meses logró adquirir luego de 500 años. El Instituto Colombiano de la Juventud y el Deporte -entidad estatal que reglamenta y divulga el turmequé o tejo – ha sido uno de sus mayores pioneros, pues a partir de distintas estrategias, ha divulgado este deporte como símbolo cultural y patrimonio de la Nación. 

Álvaro Rojas, presidente de la Federación Colombiana de Tejo, manifiesta que desde la federación se ha venido haciendo el seguimiento correspondiente para garantizar en la Capital un escenario digno para jugar el tejo, añade que: “Hemos logrado agrupar varias ligas, las cuales incluyen diferentes clubes y comités, estas nos ayudan a que se puedan realizan eventos locales, nacionales e internacionales”. Con el paso del tiempo, el tejo se ha internacionalizado en más de 14 países: España, Estados Unidos, México, Perú, entre otros. Para posicionar este deporte es necesario cambiar el pensamiento, así lo visibiliza Bernal, añadiendo que hay que dejar los complejos. “Si nos dicen que tenemos cara de indígenas, entonces nos sentimos humillados y avergonzados. Las cosas no deberían ser así, su cultura y tradición guardan muchas cosas que hasta el día de hoy soy dignas de agradecer y empoderarnos”, dice Bernal Duffo.

 

Fueron los indígenas de la tribu de los Muiscas quienes comenzaron a practicar el tejo hace más de cinco siglos, en ese entonces, acompañaban esta actividad con chicha.

 

El complejo que a lo largo de la historia ha tenido el tejo, tiene su origen en una época de menosprecio de las elites por los sectores populares. Quienes jugaban tejo, se les consideraba como mugrientos y degenerados. Las cosas hoy han cambiado, el tejo en Bogotá se ha manifestado desde distintos sectores de la ciudad. El tejo ha avanzado y se podría modernizar, además, muchos consideran que es importante crear estrategias para fortalecer este deporte, que, de una u otra forma, es un legado de los ancestros, cuyas reglas y seguidores podrían convertirlo en un juego mundial.

El sociólogo Andrés Cabrera, asegura que a través de los medios de comunicación se puede impulsar este deporte, darle la importancia que merece para que retome la jerarquía que merece. “Sería una magnífica propuesta, y estoy trabajando en ella, para implementar la cátedra turmequé en las universidades, para aquellos estudiantes de ciencias sociales y para aquellos estudiantes de educación física, es necesario que se promuevan los deportes de nuestras raíces”.

La pola

El tejo es -tal vez- el único deporte que va acompañado de cerveza. Sin duda, la mejor compañía del hombre en el tejo, es la popular “pola”, pero no Policarpa Salavarrieta, la prócer guaduense que fue asesinada por la libertad de la patria y por el amor.

¿Qué sería del tejo sin la pola? La percepción de algunas personas es que es necesario su consumo, porque se está pasando bien. Es más, se ha convertido en una obligación, porque en los campos de tejo se presta la cancha de acuerdo con el consumo de licor, es casi como un mandato divino, pues para hacer parte de ese mundo, resulta necesario que los clientes pidan y pidan muchas cervezas. Al calor de la chicha se jugaba antiguamente, ahora se juega al calor de una pola.

Los administradores son grandes protagonistas en la travesía del tejo en la Capital. Ellos son personas duras y serias, pero que entienden la dinámica emocionante del deporte, de la competición. En este oficio no hay distinción de género, de edad ni de estrato. Solo basta con que tengan un carácter con el cual sepan decir ‘no’ a los caprichos de los borrachos, sepan manejar la seducción de la cerveza y, por último, que sepan dar ‘el vuelto’, ese dinero que sobra cuando se paga la cuenta de lo que se consumió durante el juego.

Esta popular disciplina cautiva tanto a hombres como a mujeres, algunos lo aprenden y comparten como una pasión, otros simplemente lo ven como una manera divertida de pasar el rato en familia.

 

Ahora, haciendo el análisis desde los indígenas que usaban el oro para jugar, mientras los europeos se mataban por él, en esa época no se tenía la idea de juego ni de deporte, por lo que se tenía que acompañar originariamente de las bebidas típicas de los pueblos ancestrales que se asentaron en Turmequé. No existían las reglas que ahora intentan hacer digno este deporte.

En algunas investigaciones sobre época de La Colonia, se puede ver cómo se representaban las tradiciones de los pueblos ancestrales del altiplano cundiboyacense. En esas representaciones se observan los ritos sagrados que iban acompañados de actividades de entretenimiento, en los que abundaba la comida y la chicha.

Esa parece ser la constante en este particular juego. Lo importante, más allá de su entorno, es que nunca se pierda esta tradición que reúne lo mejor de las costumbres y las tradiciones. Por el momento, si tiene la oportunidad y no siente vergüenza alguna, busque un lugar en el que pueda practicar este deporte y comparta un tiempo con las personas que quiere.

Reconocimiento personería jurídica: Resolución 2613 del 14 de agosto de 1959 Minjusticia.

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