En medio de su apretada agenda, antes de iniciar uno de sus muchos viajes por la Orinoquía, donde, en esta ocasión, busca monitorear satelitalmente a cuatro delfines rosados, Fernando Trujillo, director científico de Omacha y biólogo marino tadeísta, nos abrió las puertas de la Fundación que dirige, considerada actualmente como una de las organizaciones ambientales más importantes del país y un referente para la región.
El nombre de este tadeísta se ha convertido en sinónimo de lucha en pro de la conservación de animales acuáticos que se encuentran en vía de extinción, entre ellos los delfines de río, especie que ha defendido desde hace más de treinta años. Ha sido tal su impacto en los campos de la investigación, la fotografía científica y la apropiación social del conocimiento, que lo han hecho merecedor de importantes reconocimientos, entre ellos el de “Colombiano ejemplar” en 2012, el Whitley Gold Award de la Real Sociedad Geográfica de Londres en 2010, y el Premio Utadeo 2014 en la categoría Ambiente y Sostenibilidad.
En la Fundación Omacha, el quehacer científico se pone en diálogo con los saberes de las comunidades en donde tiene influencia.
Recientemente, Trujillo fue seleccionado por National Geographic Explorer en español como uno de los ochos científicos latinoamericanos que representarán a esta iniciativa. Así mismo, es uno de los protagonistas de ‘River Below’ (Río Abajo), documental que narra dos perspectivas de conservación en la frontera entre Brasil, Perú y Colombia, y que se exhibió en las principales salas de cine en el país, del 15 al 18 de febrero.
Junto a Omacha, Fernando ha coordinado más de quince planes de manejo de especies amenazadas y ha posicionado a los delfines como una especie embajadora de la Orinoquía, logrando cerca de 300.000 hectáreas para su protección. Así mismo, ha intervenido en acuerdos de pesca que han beneficiado a más de 12 comunidades, y en su faceta como fotógrafo, ha logrado compilar registros de especies exóticas de nuestro país, entre ellas el armadillo y el manatí, en 22 libros.
En entrevista con Utadeo, el biólogo marino habló sobre la profunda inspiración que le significó la Expedición Botánica, como eje misional del quehacer tadeísta, en su vocación como conservacionista.
Fernando Trujillo combina su profesión como biólogo marino con su pasión como fotógrafo. A la fecha, ha publicado más de 22 libros de fotografía de especies exóticas del país.
¿Qué elementos de su formación en Utadeo lo inspiraron para convertirse en un conservacionista?
Yo decidí estudiar Biología Marina motivado por las películas del famoso comandante Jacques Cousteau en el mar. Me presenté a Utadeo, y justo entrando a la Universidad, lo invitaron como conferencista cuando él iba de viaje para su expedición al Amazonas. Hablé con él y me comentó que sobre delfines rosados aún no habían investigado, así que durante toda la carrera se fue volviendo inspiracional trabajar en temas marinos de gran relevancia, como tiburones, ballenas y delfines.
En séptimo semestre, en las vacaciones de mitad de año, terminé viajando al Amazonas en un avión de carga, y allí comencé mi historia de investigación con los delfines. Un año después hice parte de la tripulación de un velero que iba por el caribe y el pacífico estudiando ballenas y delfines por Sudamérica. La Universidad me generó el espacio para participar en esta expedición y se convirtió en el elemento principal que he utilizado durante mi vida. Sin embargo, con el trabajo en comunidades, debes estar abierto a reaprender.
Precisamente, ¿cómo hizo para poner en diálogo lo visto en la Universidad con los conocimientos de las comunidades?
Cuando llegué con 19 años al Amazonas sentí cierta resistencia de los indígenas. No querían ni a los biólogos ni antropólogos, porque iban por pocos días, extraían la información, la publicaban y nunca más volvían. Ahí pensé que debíamos hacer las cosas diferentes y decidí quedarme. Esa es la apuesta de Omacha, pues vivimos con las comunidades y sentimos sus problemáticas. No solo desarrollamos estudios científicos sino también construimos los procesos de conservación con la gente local.
Uno no puede hacer conservación con comunidades que tienen hambre o donde hay necesidades, y lo que hacemos es construir alternativas económicas de largo plazo, como por ejemplo, posicionar a una especie de la talla del delfín como atractivo turístico, que anualmente produce cerca de 8,3 millones de dólares en ingresos de turistas. Lo que queremos es que ese dinero no solo quede en las compañías hoteleras y de aviación sino que retorne a las comunidades, a partir de actividades de artesanía de la que se han beneficiado más de 400 familias. Esa combinación entre ciencia, el análisis socio económico y la incidencia política son las que hacen diferente a Omacha.
¿Por qué la Fundación Omacha se ha convertido en un actor fundamental en la conservación marina en el país?
La Fundación Omacha es una Organización sin Ánimo de Lucro. La fundamos hace unos 24 años. En ese momento, entendíamos que hacer conservación era muy difícil y que los pocos esfuerzos que se hacían se centraban en ecosistemas terrestres. Faltaba trabajar con ecosistemas marinos y de agua dulce. Así nació Omacha.
¿Qué rasgos o características propias del espíritu tadeísta ha logrado extrapolar a la Fundación Omacha?
En la época que me gradué como biólogo marino nos exigían mucha independencia en la toma de decisiones. Las salidas de campo eran duras, pues era una lancha que nos dejaba en el mar y se iba. Estábamos cuatro o cinco horas en el mar haciendo todo nuestro trabajo hasta que volvían por nosotros. Eso nos hizo trabajadores incansables y disciplinados, y eso es lo que uno necesita cuando va a afrontar este tipo de situaciones.
La Fundación Omacha es una de las organizaciones de conservación de la vida marina más importantes del país y un referente para la región.
¿Qué ha sido lo más significativo a la hora de ser biólogo marino?
La satisfacción de ver que se consiguen cosas. No es fácil, pero se empiezan a ver cambios, soluciones e intervenciones del Estado para mejorar la situación de algunas especies y comunidades. Sin proponérnoslo, desde Colombia hemos exportado el tema de investigación de delfines de agua dulce a toda la región y hemos formado a cerca de 432 personas en este tema.
Me acuerdo mucho que hace quince años recibí la carta de un niña que me decía: “Señor biólogo marino Fernando Trujillo, yo quiero estudiar Biología Marina, pero mis padres me dicen que esta carrera no sirve para nada y que no voy a tener éxito con eso. ¿Es cierto señor biólogo marino que a usted le pagan y que está consiguiendo cosas?”. Me conmovió esa carta y le respondí. Después de un tiempo me contó que sus papás se convencieron y la apoyaron para estudiar Biología Marina. Entonces, a veces es desconocimiento, la Biología Marina le permite a uno trascender en muchos campos. Colombia es un país de agua, es un país anfibio. Tenemos dos mares y muchos ríos en los que hay mucho por hacer. Podemos ser docentes, dedicarnos a la acuicultura o abrir campos en la ciencia para hacer cosas.
Entonces, ¿cuál es el llamado que usted le hace a todas esas personas que quieren estudiar Biología Marina?
Las personas tienen que comprometerse con una causa en la vida y la Biología Marina es una muy buena causa, pues allí está la génesis de la vida. Somos un planeta que no debería llamarse tierra sino agua. Somos esencialmente acuáticos. Si una persona quiere estudiar Biología Marina, Utadeo es la Universidad que tiene un enfoque hacia ello y da los elementos para hacerlo, lo único que hay que poner es mucha pasión y disciplina.