A propósito del informe entregado por el Banco de la República acerca de la “Evolución socioeconómica de la región Caribe colombiana entre 1997 y 2017”, el profesor emérito de Utadeo, Salomón Kalmanovitz, reflexionó sobre las cifras entregadas por el emisor, en su más reciente columna de opinión publicada en El Espectador, bajo el título de “La prosperidad de la región Caribe”.
De acuerdo con el columnista, la pobreza monetaria en la región se redujo a un tercio de la población, frente a los dos tercios que se registraron en el 2005, al tiempo que el crecimiento económico fue mayor que el de la economía nacional durante el periodo de tiempo analizado. De igual modo, la industria sufrió varias transformaciones a causa del conflicto interno, la revaluación del peso y la sustitución de la carne vacuna por el pollo, generando un impacto negativo en la agricultura y la ganadería, mientras que la producción del café repuntó en los departamento de Magdalena, Cesar y Bolívar.
Pese a ello, Kalmanovitz resalta que los índices desarrollo humano aún son lamentables, pues el analfabetismo llega al 14% de la población, el doble que la media nacional, al tiempo que el hacinamiento se calcula en un 28% de las viviendas, de las cuales el 30% no cumplen las condiciones básicas de sanidad, cuestión que se refleja en la mortalidad de niños menores de un año en una proporción de 31 por cada mil nacimientos.
En cuanto a la minería, se dio un aumento en las exportaciones de carbón, el níquel y el oro, y así mismo, creció significativamente la industria de la construcción debido al auge turístico. Empero, el columnista sostiene que la bonanza minero-energética que vive la región no es suficiente para su transformación productiva y social, y por ende, la mejora de la calidad de vida de sus habitantes. La informalidad en el empleo sigue siendo un factor preponderante en la productividad y la pobreza en el Caribe, y así mismo el sistema de salud y educación continúa siendo deficiente en la calidad del servicio.