Visibilizando a los invisibles: el arte como interventor de la historia

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Visibilizando a los invisibles: el arte como interventor de la historia
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Viernes, Marzo 20, 2015
Estudiantes
El tercer ciclo de charlas de Zona C contó con la conferencia del invitado Alberto Bejarano, quien desde la óptica de Didi-Huberman, recalcó la importancia de las imágenes y el arte como saberes que intervienen la memoria colectiva.
Fotos tomadas por: Laura Vega - Oficina de Comunicación

“La imagen es siempre un lugar. Un lugar de enunciación de la historia”. Esta frase del filósofo francés Georges Didi-Huberman sintetiza el espíritu de la reflexión realizada por Alberto Bejarano, doctor en filosofía y estética de la Universidad París 8 e investigador del Instituto Caro y Cuervo, quien en la más reciente charla de Zona C, compartió con su audiencia cómo el arte y la imagen logran visibilizar otras historias, personajes y puntos de vista anteriormente condenados al olvido. La investigación fue realizada como una aproximación transdisciplinar, especialmente desde la antropología de la imagen, que busca “captar la cotidianidad de Bogotá, a partir de lo que supuestamente no merecía atención, de lo menor, de los figurantes, de los que no tienen un lugar en la historia, y sin embargo están presentes”.

En la conferencia titulada “ver lo no-visto. ¿Una foto puede salvar lo real? Revisitando las imágenes con Didi–Huberman”, Bejarano explora las potencialidades de la imagen y el arte como interventor de historias, a partir del estudio de los archivos personales de los hermanos Acevedo acerca de los carnavales estudiantiles de los años veinte en Bogotá. Dichas piezas audiovisuales resaltan la alegría y la elegancia de los jóvenes pertenecientes a la élite capitalina, quienes pagaban a los hermanos Acevedo para la realización de esas tomas, pero a su vez, retrata a los “figurantes”, un grupo de personas “intrusas” o no deseadas en este tipo de eventos, dada su condición social, los cuales intervienen de manera accidental, creando así una especie de vulneración o ataque a la clase social de la época.

Es allí, donde Bejarano resalta que es tarea del investigador y el artista ver más allá del acontecimiento plasmado en la pieza audiovisual, para llegar a la cotidianidad de esas historias no contadas, donde por ejemplo, en medio del carnaval aparece en escena un niño, quien es rápidamente apartado de la comparsa por uno de los participantes y así borrado de las imágenes de la historia oficial, pero que sin duda participa en esas dinámicas de una ciudad letrada, la “Atenas sudamericana”, que lo destina al olvido y la exclusión por no pertenecer a las castas sociales.

En ese sentido, Bejarano menciona que es a través de las memorias del cine lo que hace posible visibilizar a los no vistos, pues, siguiendo a  Sigfried Kracauer, el cine descubre las maravillas de la vida cotidiana y éstas incluyen a aquellos, que por motivos ideológicos o políticos, han sido destinados al ostracismo. Es allí donde interviene la pericia del profesional de las artes, quien en su tarea de intervenir la historia, debe identificar todas aquellas que se tejen detrás de la imagen, más allá de su propia oficialidad como archivo, puesto que como lo asegura Foucault, el archivo no es lo que agrupa sino lo que excluye, teniendo en cuenta que este tipo de documentos oficiales no son neutros y privilegian un punto de vista.

De esta manera, la imagen cobra sentido, en tanto un lugar de conflicto, donde el investigador es el encargado de “captar los murmullos de la historia” y a partir de allí comprender que los archivos oficiales no son lo que dicen ser, sino que debe explorarse el trasfondo de los mismos sin importar el desgaste o la calidad del material; entre tanto, “las imágenes son un pensamiento también, no son un acompañamiento, no es un decorado de un texto. La imagen nos da a pensar, nos permite interrogarnos sobre otros puntos de vista”. Al respecto Bejarano menciona que “el archivo no se mide en términos de conservación, el archivo se mide en términos de clasificación”. En síntesis, es un diálogo entre el archivo y el investigador, donde éste último debe hacerle preguntas a la imagen y la “imagen tendrá las respuestas adecuadas para ver lo que no se ve”.

“El artista es un sobreviviente de la historia”

En un segundo momento, Bejarano abrió el debate académico en torno a “la imposibilidad de la transdisciplinariedad en el Informe de la comisión histórica del conflicto”. En este espacio, el académico señala que si bien la antropología de la imagen tiene una función muy importante al momento de intervenir historias y develar lo que no ha sido contado, existe un régimen donde el historiador es quien genera conocimiento, mientras que el artista produce solo arte, piezas estéticas para exhibir en una galería, desconociendo, como lo menciona Foucault, que "hay más saberes y otras formas de vida". Con esta afirmación, Bejarano sostiene que “en un sentido académico más formal como las ciencias humanas, que son más tradicionales, hay una resistencia, hay una alergia a discursos transdisciplinarios que se consideran que son faltos de rigor. Yo diría que es todo lo contrario, yo diría que un artista justamente es un investigador y un creador, entonces, no es solamente un investigador, sino que investiga para crear”.

Este condicionamiento ha generado que la sociedad académica vea a las ciencias sociales y las humanidades como las únicas disciplinas que intervienen en los procesos de violentología, omitiendo que el arte, en muchas ocasiones, ha realizado intervenciones a la historia, desde la tarea de descifrar el conflicto; tal es el caso de la obra de Dimas Daza, titulada “El último soldado de Nariño”, donde en efecto el artista visibiliza al soldado por encima de lo que la historia contaba sobre la violencia. En este aparte, Bejarano sostiene que el Informe de la comisión histórica del conflicto abordó la temática de la violencia, teniendo en cuenta expertos de las disciplinas hegemónicas, pero nunca se le consultó a un artista para involucrar nuevos puntos de vista sobre el tema.

Por otra parte, el expositor formula la pregunta “¿cómo hacer visible y legible la historia de los pueblos?  para poder nombrar a los sin nombre,  la escritura de los sin papeles, el lugar de los sin techo, la reivindicación de los sin derechos”. Este es un cuestionamiento que desemboca en el arte contemporáneo como respuesta, ejemplo de ello es Beatriz González con su intervención en el Cementerio central, donde se ponen de manifiesto todos los cuerpos de aquellas victimas que fueron dejados en el olvido y que sus familiares tenían que ir a buscar.  

Finalmente, Bejarano señala que es importante visibilizar el arte como un saber transdisciplinar, una lucha que debe seguir avanzando para ser reconocidos como interventores de la historia de la violencia, donde el arte, en su aspecto político, es una provocación e invita a la polémica “porque incomoda, porque da un poco en las llagas, porque abre heridas, y la idea de un arte que sea vivo, que sea activo, es que genere una perturbación”. Este planteamiento es una invitación donde se perciba el arte como un canal de sentidos o de memoria de los sentidos.  

El próximo ciclo de charlas de Zona C se llevará a cabo el 26 de marzo de 2015 a las 5:00 p.m. en el hemiciclo de la Utadeo con el tema “Fetichismo de Estado y/o religión” a cargo de José Alejandro Restrepo. La entrada es libre.

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