Redacción: Luis Daniel Ortiz Barrios
Ilustración: Gissell Enciso
Yomaira Isabel Barrios Mora, una jovencita de 17 años de edad, era una excelente estudiante, se encontraba cursando noveno grado y se caracterizaba por ser una niña de casa, juiciosa y muy hermosa. Tenía unos ojos color café grandes y redondos, que combinaban a la perfección con su piel morena y, junto con sus delgados y provocativos labios, adornaban el hermoso rostro fileño que resaltaba con unos hipnotizantes rizos que descansaban donde terminaba su espalda.
UNA VELADA INOLVIDABLE
En una noche hermosa, donde la luna resplandecía más que nunca, las estrellas adornaban el cielo y la brisa acariciaba sus mejillas, ella vivía una velada mágica. Su cabello crespo se movía al ritmo de bombos y trompetas, los mismos que hicieron que su sangre se sofocara y aumentará su temperatura corporal, provocando deseos de mover sus candentes caderas.
Ese once de noviembre del año 1991, ella pasaba uno de los mejores momentos de su vida bailando y disfrutando de un rato muy agradable. Hacia las diez de la noche, su alegría aumentaría gracias a Luis Mariano, un joven de 20 años, alto, atlético y extremadamente apuesto, que acababa de llegar a la fiesta. Él era su novio, con quien había compartido dos años de relación; sus ojos color miel hacían que ella se perdiera en lo más profundo se su ser, viera su alma y todos sus pensamientos; sus largas y crespas pestañas parecían llevarla de la mano por un camino de flores en primavera que despedían un aroma adictivo, el cual se intensificaban al probar sus dulces labios.
Tan pronto como vio a Luis, ella no quiso pasar la noche con nadie más. Sonó su canción preferida y decidieron salir a bailar, sin embargo, no todo era perfecto, tuvieron la mala suerte de que Leonida, la madre de Yomaira, los vio juntos y los separó inmediatamente, descargando rabia y recelo en contra de Yoma. Ella, en el fallido intento de explicarle a su madre que no pasaba nada, la hizo enfurecer aún más, hasta el punto de recibir una bofetada.
Leonida decidió llevarse a su hija a casa para que alejarla de ese vándalo con aires de casanova, pues el temor más grande que tenía era que su hija menor saliera embarazada y no pudiera cumplir sus sueños de ser profesional.
Al momento de llegar a casa, Yomaira fue castigada y obligada a quedarse encerrada allí.
VISITA INESPERADA
Mientras lloraba en su cuarto y trataba de calmar el intenso ardor que aún sentía por el golpe que le propinó su madre, escuchó a lo lejos que tocaban su ventana…
“Yoma, amor, ábreme; soy yo, Luis Mariano”
Al oír esto, ella saltó de inmediato de su cama, secó sus lágrimas y se dirigió a la ventana.
“Abreme la puerta amor, debemos hablar”
“Pero, ¿cómo entraste a la casa?”
“Me metí por el patio, ábreme.”
Un poco atemorizada y aún agitada por el fuerte regaño que le había dado su madre, decidió abrir la puerta, salir al patio y platicar con él.
Luego de un largo rato de conversación discutiendo si era conveniente seguir o no con la relación, Luis decidió finalizarla con un apasionado beso. Este beso hizo que todos los sentimientos que tenía Yomaira hacia él salieran a flote, su piel color canela se erizó por completo, sus manos sudaban sin parar, sus latidos cardíacos enloquecieron y le temblaba todo el cuerpo.
Los ardientes besos de Luis causaron que se le olvidara el mundo, solamente pensaba que él era el amor de su vida y que ese amor que ella sentía debía expresarlo de alguna manera. En el momento en que Luis empezó a acariciarla, sus pensamientos se nublaron, y cuando la besó en el cuello, perdió la noción del tiempo. La camiseta blanca que llevaba puesta, un poco húmeda por las lágrimas, salió a volar y sus senos quedaron expuestos al suave y frío viento de la madrugada. Se sentía rara pero muy bien, lentamente se fue quitando la ropa hasta quedar completamente desnuda. La delicadeza y sutileza que tenía Luis Mariano, quizá por la experiencia, la llevaron a un punto de excitación tan alto, que quedó rendida en sus brazos.
Los únicos testigos de estas dos almas enamoradas fueron la luna llena y las estrellas, juntas brillaban de felicidad porque al fin se pudo dar este amor entre dos seres de luz que habían fortalecido aún más su vínculo. Una velada que había empezado de forma excelente, no podía terminar mejor para Yomaira…
Volviendo en sí misma, la joven Yomaira estaba atemorizada y un poco desconcertada. Había hecho algo que iba en contra de sus valores morales, sentía que le había fallado a Dios, a sus padres, y a ella misma: Había tenido relaciones sexuales antes del matrimonio, ya no era virgen, ya no era una señorita, era la mujer de Luis Mariano.
SEÑALES DE VIDA
Semanas después, Luis Mariano volvió a la casa de Yomaira antes de irse a trabajar, así que se levantó muy temprano y decidió pasar por la casa de su negra adorada para ver cómo estaba y para matar el tiempo mientras se daba la hora de irse a ganar unos chivitos recogiendo algodón. La madrugada, su fiel confidente, y aquel rincón del patio de la casa de “la choro”, como le decían de cariño en el pueblo, fue testigo de la unión de estas almas enamoradas por segunda vez.
Con el pasar de los días, Yomaira se sentía un poco rara, tenía nauseas, mareos, antojos, y se imaginó lo peor. Por unos momentos de placer, su vida podría estar marcada para siempre. El mismo día le contó a Luis lo que le estaba sucediendo, quien le respondió que debía hacerse la prueba de embarazo lo más rápido posible. Así que, al día siguiente, Yomaira le dijo a su madre que debía ir a la ciudad a comprar unos libros que le habían pedido en el colegio para leer. Cuando llegó a la urbe, se dirigió a una casa de empeño para poder obtener dinero a cambio del anillo de oro que le había regalado su padre al cumplir los quince años para lograr hacerse la prueba de embarazo.
Rondando las tres de la tarde, Yomaira decidió acercarse a las instalaciones de la Cruz Roja para realizarse la prueba de embarazo. Sus piernas temblaban de miedo, sus labios se pusieron blancos, el color de su piel se tornó pálido, los latidos de su corazón se aceleraron y fue invadida por el miedo, solamente pudo caminar por su fuerza de voluntad. Al entrar al recinto no hacía más que rogarle a Dios para que su temor no fuera realidad. “Cuando me sacaron la sangre, me dijeron que los resultados se tardaban 24 horas en ser entregados” , 24 horas que se convertirían en toda una eternidad de angustia y preocupación. “La Choro” se regresó al pueblo y le dijo a Luis Mariano que él debía ir a recoger los resultados al día siguiente, pues su madre, Leonida, no le volvería a dar permiso para salir. Luis, encantado, aceptó ir.
Por fin llegó el gran día, la angustia y la espera había terminado. Luis se arregló como para una fiesta: Se vistió con una camisa rosada con delgadas líneas blancas, un pantalón de estilo clásico y unas zapatillas en cuero de color miel, una de las mejores mudas de ropa que tenía; se aplicó el Dolce Gabbana y salió cerca de las tres de la tarde a la ciudad de Montería a recoger los resultados de la prueba de embarazo, “Tenía el presentimiento de que iba a ser papá, algo en mí me decía que los resultados iban a ser positivos” . Alrededor de las 4:30 de la tarde, recibió los resultados, la intriga no lo dejó esperar para leerlos junto con Yomaira, abrió el sobre de papel como un niño rompiendo una bolsa de regalo para sacar su tesoro más preciado y empezó a revisarlos: “Cuando leí eso me puse más contento que nunca, iba a ser papá” . La presión sanguínea le subió tanto que sus blancas mejillas se pusieron más rojas que nunca, saltaba de la emoción, cantaba y gritaba a los cuatro vientos su buena nueva.
Al llegar a Carrizal - Córdoba, Luis se calmó un poco y llegó a la casa de Yomaira. Cuando la vio salir se le hizo más hermosa que nunca, ese conjunto de falda y blusa azul que marcaba la figura de su hermoso cuerpo la hacía resaltar entre todas las mujeres con las que él había estado antes. Se sentaron en el mueble de la sala y él le dijo:
“Te tengo noticias… Voy a ser papá”
A ella se le vino el mundo encima: “Lo primero que se me vino a la mente fue que me iban a pegar, y de saber cómo era mi papá tan fregao´, yo decía << ahora no solo me van a pegar, sino que también la coge con mi mamá, se pone bravo con mi mamá>> todo eso lo pensaba yo” .
LA DECISIÓN MÁS DIFÍCIL
Luego de meditarlo por dos días, Yomaira decidió contarle a su mamá ese doloroso momento, diciéndole:
“Mami, necesito hablar contigo, vamos al cuarto” ella se sentó en una cama y yo me senté en la otra y le dije: “Mami, lo que pasa es que estoy embarazada”
“¿Cóóóómo! Ombe` en qué problema tan grande me metiste tú con tu papá, ahora que venga Carmelo nos va a mochar la cabeza a las dos” decía mi mamá, “te tienes que ir con él Calda , yo no le voy a decir a Carmelo que estás embarazada hasta que no te vayas, porque tú te quedas aquí y será pa` que Carmelo te pegue una fuetera” y se puso a llorar viendo cómo sus sueños de que su hija fuese una profesional se frustraron.
Mientras transcurrían los días, Yomaira fue empacando la ropa en una gran maleta negra un tanto desteñida por el paso de los años.El primero de enero era el fatídico día en el que Yomaira dejaría de ser una señorita de su casa, para convertirse en la mujer de un joven que cautivó su alma y al cual se entregó por completo. Al caer la noche, Yomaira se despidió de su padre con un beso en la mejilla como era su costumbre, y él, ignorante de lo que iba a suceder dos horas más tarde, le devolvió esa despedida con un fuerte abrazo.
Llegada la hora de su partida, Yoma se estaba arrepintiendo de todos los errores que había cometido, sobretodo de no haber pensado bien las cosas antes de entregarse a Luis Mariano, sus ojos se inundaron de lágrimas y soltó todo lo que tenía reprimido. A las 11:40 llegó Luis, con la intención de llevarse a su amada con él, ya tenía todo preparado, había abierto una serie de portillos para emprender el “escape” hacia su casa, donde viviría con Yomaira.
Ya era hora de irse, Yoma lloraba y Luis cargaba en sus hombros la maleta. Antes de partir, Yomaira se despidió de sus hermanas e hizo un último recorrido por la casa, recordando los momentos de niñez y adolescencia que vivió allí y que jamás volvería a recordar de la misma forma ahora que era toda una mujer, que debía afrontar las consecuencias de sus actos y formaría su propio hogar al lado de Luis Mariano y el niño que venía en camino. Finalmente, con lágrimas en sus ojos le dijo adiós para siempre a su hogar…