¡Pobre de mí, no soy sino un triste pintor!: cartas de Luis Caballero a Beatriz González
Los epistolarios se han convertido dentro de mi archivo en una fuente de conocimiento, que había permanecido oculta. En el año 2007, en Cádiz, inicié una charla sobre lacorrespondencia de Mutis, diciendo “de las cartas se extraen verdades”. Parece una perogrullada, pero si se toman las palabras de una carta, estas denotan la época, el clima, las personas, el sitio. Basta mencionar la obra Memorias por correspondencia de Emma Reyes para entender la Colombia de los años veinte y treinta del siglo XX. Los epistolarios están de moda. Philipp Blom en Gente peligrosa se refiere a las seiscientas cartas de Diderot a su amante, como una manera de comprender la Ilustración. Hace poco tiempo, por ejemplo, apareció publicada una carta de Gabriel García Márquez que arroja datos inéditos sobre Cien años de Soledad.
Mi colección de cartas enviadas por Luis Caballero, en su estado actual, no es realmente una correspondencia porque solo existen las cartas que él me escribió. Sin embargo, hay indicios de mi presencia. El epistolario consta de 28 cartas de irregular intermitencia durante casi 30 años. El grave problema es que en muy pocas cartas Luis colocó el año y, aunque la mayoría tienen el día o el mes, se ha tenido que introducir –hasta donde se ha podido– ese dato a partir de los acontecimientos que narra. La correspondencia se inició el 2 de enero de 1963 y terminó el 30 de septiembre de 1992.
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