La derecha sabe hacer sus cosas. Espera que los ciudadanos se aprovechen de la rotura del sistema tributario que está propiciando y voten por ella, agradecidos. Para eso redujo la carga tributaria de los más ricos, lo cual ya de por sí es irresponsable, como lo revelan las necesidades para enfrentar la crisis; además, amplió el jolgorio al devolver el IVA de los más pobres y para la clase media, tres días de lo mismo al año. Grande la primera, mezquina la segunda y ocasional la tercera, pero desatando el consumismo en medio de un pandemonio: consuma lo que pueda y muera en el intento.
Una de las justificaciones de la medida fue que impulsaría la demanda efectiva para bienes seleccionados que obviamente fueron electrodomésticos importados o de ensamble nacional con alto componente importado. Terminaron favorecidos los productores chinos y coreanos, mientras que aumenta el déficit del país con el resto del mundo. Sucumbe el rigor que debe mantener el sistema tributario para que todos los ciudadanos cumplan sus obligaciones. Socava el recaudo que es su fuente vital. Queda el oportunismo propiciado por el propio Gobierno que se autodebilita.
Para Leopoldo Fergusson, la idea de los días sin IVA era mala desde antes de la pandemia. Algunos compradores simplemente cambian el día en que hacen sus compras, produciendo efectos modestos en el ingreso disponible de los hogares y nulos o muy transitorios en la demanda y el empleo. De hecho, los incrementos más importantes se observan en el consumo de bienes durables, que por definición los hogares solo compran ocasionalmente. Sin embargo, se insistió en su bondad a pesar de la ruptura de la disciplina social, que contribuyó a que se dispararan los contagios en zonas vulnerables del país.
El Gobierno miente cada vez más. El presidente Duque, en una de sus tediosas y abusivas tomas de todos los medios públicos, para ilustrar lo poco que puede hacer frente a la crisis, que él y sus funcionarios no pueden más que levitar sobre la pesada realidad de una población sin cobertura de salud, sin agua potable, sin espacio para estar encerrados, afirmó que está gastando el 11 % del PIB para vencerla. Está sumando aguacates con chontaduros: incluye emisiones del Banco de la República y garantías que no son de necesaria realización con los gastos propios del Gobierno. La plata para atender las necesidades en salud, los subsidios a las familias son escasos, por cierto, y los subsidios a la nómina que nunca llegaron. La devolución del IVA a los pobres incluirá un millón de familias con pagos de $75.000 cada dos meses. El Fome ha gastado 2,3 % del PIB.
Como lo expresó el Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana, “mientras el ministro de Hacienda hablaba de $30 billones, el viceministro dijo que eran $117,2 billones”. El dato del ministro del 3 % del PIB parece el más ajustado.
Para rematar el problema, “el Gobierno abandonó la regla fiscal, que era una carta de navegación ya vulnerada por Carrasquilla, que había reducido su credibilidad”. Para Mauricio Cárdenas, “quedamos volando sin instrumentos en medio de una densa niebla. Ya no hay ninguna certeza de dónde estaremos en materia fiscal en 2022”.
El Gobierno no quiere que le hablen de reforma tributaria ni de anular la ley de crecimiento económico y los dos días sin IVA que le quedan en medio de la precariedad de sus ingresos y su desesperada necesidad de endeudarse a más del 65 % del PIB. Se viene una noche fiscal negra, sin estrellas.
Salomón Kalmanovitz