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Plaza de Bolívar: del castigo al ejercicio político
Miércoles, Noviembre 27, 2019
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El rollo, la pila y la estatua configuraron el espacio público político de la Plaza de Bolívar, ubicada en el centro de Bogotá. Entre los años 1539 y 1886 este escenario no sufrió muchas transformaciones, excepto por los símbolos que estuvieron presentes en el corazón de la plaza, los cuales transformaron la atmósfera del lugar. Conozca algunas de las conclusiones a las que llega el estudio del profesor Félix Vargas.
Por: Diana Hernández - Fotografías: Alejandra Zapata - Oficina de Comunicación

Desde la época de su fundación, a mediados del siglo XVI, hasta nuestros días, la plaza principal de la ciudad de Bogotá ha albergado sucesivamente tres monumentos que han contribuido a conferirle identidad: el rollo, la pila de agua con la imagen de San Juan Bautista Niño y la estatua pedestre de Simón Bolívar.

Partiendo de la idea de que las transformaciones físicas en el espacio urbano generan transformaciones culturales y al mismo tiempo la cultura contribuye a modificar el medio ambiente, el profesor Félix Vargas, del Departamento de Humanidades de Utadeo, se ocupó de examinar la forma cómo la presencia de estos tres monumentos mencionados favoreció la conformación de un particular espacio socio-cultural en la ciudad.

"La hipótesis de trabajo consistió en que, aunque para muchos los cambios no fueron muy notorios en términos del espacio físico, si fueron muy significativos en términos del espacio simbólico y social, porque los tres monumentos señalados fueron en su momento elementos determinantes en la configuración de formas particulares del espacio público político en la ciudad", explica Vargas.

Al costado oriental de la Plaza se encuentra la Catedral Basílica Metropolitana Primada de Colombia

 

El rollo

En su investigación doctoral en Arte y Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia, Vargas cuenta que la fundación y poblamiento de ciudades fue una de las estrategias fundamentales de la Corona española para someter y dominar el territorio en las colonias hispanoamericanas. De hecho, la fundación de la ciudad se realizaba mediante un ritual muy poco variable que incluía, entre otros, la demarcación del área para la plaza principal o Plaza Mayor, el trazado de las calles principales y el emplazamiento del rollo y la picota en el centro de la plaza.

"En las ciudades coloniales hispanoamericanas se desarrolló una composición urbanística que apuntaba a concretar un orden político de corte absolutista con la simbólica figura del Rey ocupando el centro y los demás estratos sociales gravitando a su alrededor. Así que en términos prácticos la Plaza Mayor era la médula a partir de la cual se apropiaba y poblaba el territorio, y en términos políticos, era el núcleo a partir del cual se organizaba y controlaba un tejido social de índole colonial.", explica.

Si bien la Plaza Mayor era uno de los más importantes símbolos del poder y la inteligencia de la Corona, su jurisdicción y potestad para administrar justicia estaban simbólicamente encarnados en el rollo, una columna de piedra o un poste de madera que se emplazaba en el centro de la plaza principal, y la horca o la picota. En la metrópoli se hacía distinción entre el rollo como símbolo de la jurisdicción real y la picota como símbolo de la justicia. En las ciudades hispanoamericanas, en cambio, rollo y picota eran la misma cosa: "lo usual era que el rollo fuera simplemente un robusto y escueto poste de madera alzado en medio de la plaza. Así las cosas, en las ciudades hispanoamericanas la Plaza Mayor y el rollo eran los símbolos del señorío, la autoridad y la justicia", comenta el tadeísta.

Las picotas son columnas de piedra sobre las que se exponía a los reos ajusticiados por la autoridad. Foto de referencia: Pixabay

Era el lugar desde el cual se comunicaban los mandatos de las autoridades, se pronunciaban las alocuciones oficiales y se elegía a los funcionarios, pero también se castigaba a los condenados por la justicia real. Aunque no hay certeza con respecto a cuándo se instaló el rollo en la Plaza Mayor de Santafé, se cree que pudo ser uno de los actos realizados durante la fundación jurídica de la ciudad el 27 de abril de 1539. Lo innegable, dados los diversos testimonios de la época, es que hubo rollo y que "se empleó como instrumento punitivo", como instrumento de represión contra la población indígena como en el caso de los miles de nativos mutilados y ejecutados por el oidor Alonso Pérez de Salazar.

Sobre los actos de ajusticiamiento de los condenados, particularmente si se trataba de españoles, comenta que se llevaban a cabo mediante un ritual en el que se exhibía públicamente en la plaza y, en ocasiones también en las calles adyacentes, el cuerpo de los condenados. Era un acto de punición contra los reos por los crímenes cometidos y al mismo tiempo un ejercicio de escarmiento dirigido a la población; pero, por sobre todo se trataba de una afirmación de la incuestionable autoridad del Soberano y su potestad no solo sobre el territorio sino también sobre el cuerpo y la vida de sus súbditos. Para el rey cualquier delito era un delito de lesa majestad dado que violar la ley significaba la desobediencia al soberano y por lo tanto afrentar su derecho divino. Por tal razón, los castigos, sobre todo si se trataba de delitos graves o por alta traición, debían ser públicos y resonantes.



La pila de agua

El 7 de agosto de 1583, un grupo de vecinos de Santafé encabezado por ciudadanos prestantes elevó ante las autoridades coloniales la solicitud de construir una fuente de agua en la Plaza Mayor. De acuerdo con la documentación consultada por Vargas, esta pudo haber sido la primera manifestación colectiva que demandaba servicios públicos en la ciudad.

"El crecimiento de la ciudad ya generaba para la época una preocupación que, en términos contemporáneos, podría denominarse ambiental: el río San Francisco, en principio la principal fuente de agua potable, presentaba inquietantes problemas de contaminación debido a su empleo como fuerza hidráulica para accionar los molinos instalados a su vera, como lavadero de ropas y como cloaca pública. El líquido era provisto en la ciudad por indígenas o negros del servicio de los colonos o por aguadores dedicados a su suministro. Ocurría, sin embargo, que los sirvientes encargados de ir por el agua, dado que las fuentes donde se podía colectar agua pura eran retiradas de la ciudad, la tomaban de los ríos cercanos que se encontraban ya muy contaminados. En consecuencia, la calidad del agua que se consumía en la ciudad era muy deficiente", explica sobre el origen de la pila.

La construcción de la fuente representó para la ciudad beneficios de diversa índole: prácticos porque facilitó la provisión de agua sin que los sirvientes tuviesen que desplazarse hasta el río para traerla; estéticos porque la fuente ornaría la plaza que para la época no era más que un descampado rectangular de tierra; y, sobre todo, higiénicos porque al controlar el surtidor de agua se esperaba tener alguna garantía de que esta fuera de mejor calidad que la recolectada en un río que presentaba problemas de contaminación.

En la actualidad, la Pila del Mono se encuentra en el Museo Colonial de Bogotá. Foto: Revista Dinero

Además, la fuente, al desplazar al rollo, fue el comienzo de una importante transformación tanto en el uso como en el significado de la plaza, al ser uno de los primeros escenarios en los que se dio una cierta forma de “sociabilidad horizontal”, que posibilitó, además de los procesos de mestizaje, un intercambio creencias y costumbres. Hacia comienzos de la década de 1770 se emplazó, en el lugar donde había estado el rollo, una pila de agua alta, con doble taza, coronada con la estatua de San Juan Bautista Niño.

"A la plaza no acudían sólo los vecinos, los paseantes y los viajeros que se acercaban a mitigar la sed, sino también los criados de las casas adineradas que se ocupaban de la recolección de agua para sus patrones, y los aguadores que prestaban el servicio al resto de la ciudad. Se ampliaba de esta manera el espacio público político de la plaza, puesto que se generaban formas de socialización como el cotilleo, el cual, puede considerarse como una forma de discurso público. De esta manera, la plaza se convertía en un incipiente espacio público político, es decir, un escenario del individuo que actúa y habla.

Probablemente allí, en medio del cotilleo, se comentaban los sucesos de la ciudad y además se expresaban las quejas y lamentaciones por la pobreza y el desamparo en que vivían muchas personas en una ciudad que no solo no los protegía, sino que los explotaba y excluía sin remedio alguno. Es probable que de allí haya surgido la muy bogotana expresión “ir a quejarse al mono de la pila” para referirse a situaciones desfavorables, personales o sociales, cuya posibilidad de solución es remota o nula.

 

La estatua de Bolívar

El lunes 20 de julio de 1846, como acto central del evento de conmemoración del aniversario número 36 de la declaración de independencia, se inauguró en la plaza principal de Bogotá la estatua pedestre del libertador Simón Bolívar diseñada por el escultor italiano Pietro Tenerani y donada al Congreso de la República por José Ignacio París. La estatua, colocada sobre un sobrio pedestal de mármol blanco también diseñado por Tenerani, fue emplazada en el mismo lugar que durante muchos años había ocupado la pila de agua con la imagen de San Juan Bautista niño. La estatua de Bolívar fue la primera escultura pública heroica de la época republicana en Bogotá convirtiéndose no solo en la pionera, sino además en modelo para muchas obras posteriores.

El Libertador empuña en la mano derecha una espada desenvainada y en la izquierda un folio medio enrollado de la Constitución. El uniforme y la espada expresan su carácter guerrero; sin embargo, el celo con el que empuña la Constitución y la capa aquí se consideran un “atributo civil”.

Por años, la estatua de Bolívar estuvo rodeada de jardines y árboles. Foto:  Archivo de Bogotá

En Bogotá, la plaza continuó siendo el principal espacio público de la ciudad; no obstante, al reemplazar la pila de agua que tenía la imagen religiosa de San Juan Bautista niño con la estatua de Bolívar, el más insigne héroe civil de la Nación, no solo le cambió el nombre colonial de Plaza Mayor, que era como se la conocía a pesar del decretado y fallido nombre de Plaza de la Constitución, por el de Plaza de Bolívar, sino que le confirió su más representativo atributo: cambió el aspecto físico, pero sobre todo cambió el carácter simbólico: la imagen del héroe convirtió a la plaza en el más representativo emblema civil de la naciente República.

"Originalmente la estatua de Simón Bolívar fue emplazada mirando hacia el costado oriental de la plaza, el lado en el que se encontraban ubicadas la Catedral Primada y la capilla del Sagrario, los dos edificios religiosos más importantes de la ciudad. No obstante, el hecho de que mirara hacia el costado oriental traía aparejada una notable coincidencia: en ese costado quedaba “el altozano”, la plataforma elevada de unos quince metros de ancho formada inicialmente por el atrio de la Catedral y que luego, hacia 1842, se extendió hasta el final de la cuadra. El altozano fue para la elite bogotana del siglo XIX el espacio público de interacción social por excelencia", relata el profesor.

Este espacio se convirtió en un lugar propicio para el debate ideológico y la acción política. Sin embargo, aunque era un ámbito público político, estaba muy lejos de ser un espacio igualitario. Este era un espacio reservado para una élite cultural y económica y además estrictamente masculina.

Plaza Mayor de Bogota (1846). Edward Wallhouse Mark - Colección Banco de la República

En la segunda mitad del Siglo XIX Colombia fue escenario de cruentas confrontaciones políticas que muchas veces terminaron en guerras civiles. En la pugna por imponer sus ideologías, los grupos de poder, principalmente los nóveles partidos liberal y conservador, también se valieron de los símbolos. La estatua de Simón Bolívar instalada en la plaza principal de la ciudad sirvió como símbolo al sector más conservador. Esto motivó la réplica del sector liberal que, en 1850, promovió la creación y emplazamiento de una estatua heroica conmemorativa del general Francisco de Paula Santander. La estatua, modelada por el escultor italiano Pietro Costa, se instaló en la antigua plaza de San Francisco, que en adelante pasó a llamarse Plaza de Santander, el 6 de mayo de 1878.

Hacia 1880 y 1881 ambas plazas fueron transformadas en parques con jardines, arborizados y encerrados por una reja. Esta modificación les suprimía parte de su carácter de espacios públicos políticos para convertirlos en espacios ornamentales y de divertimento de la naciente burguesía urbana de Bogotá. También se redujo su papel de espacio político; no obstante, el altozano siguió desempeñando su condición de espacio público político por excelencia.

"Tal como ocurrió con la pila de agua que al reemplazar al rollo convirtió a la plaza en un nuevo “espacio existencial”, transformándola en un espacio funcional, pero también, en cierta medida político al darle lugar a la palabra a través del cotilleo, la estatua, al reemplazar a la pila de agua, también originó un nuevo espacio existencial: le quitó el carácter funcional que le confería la pila de agua y lo transformó en un espacio de carácter simbólico-político", comenta sobre el simbolismo de la estatua.

Al costado sur se encuentra el Capitolio Nacional
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