Los arrecifes de coral son ecosistemas de gran importancia para la vida marina a nivel mundial, en la medida que una de sus grandes funciones es proteger a las costas de la erosión y los embates de las olas, pero, también, se convierten en el hogar de aproximadamente el 25% de las especies marinas, algunas de ellas de interés comercial para el hombre. Sin embargo, la sobreexplotación en pesca, el turismo poco sostenible, sumado al calentamiento global, la acidificación de los océanos y los gases de efecto invernadero, han puesto en ‘jaque’ su supervivencia en la faz de la tierra.
De hecho, algunos estimados de la ONU sugieren que, para el 2050, casi el 90% de estos súper ecosistemas podrían estar extintos. Para evitarlo, son varios los biólogos, científicos, empresarios, organizaciones y sociedad civil en general quienes se han puesto a la tarea de trabajar en programas de conservación y retroalimentación de estos ecosistemas marinos. Uno de ellos es el biólogo marino tadeísta Camilo Cortés Useche, egresado en el año 2009, quien, desde hace aproximadamente diez años, emprendió un viaje por aguas del Caribe. Trabaja en torno a investigaciones científicas y programas de conservación de la biodiversidad y las funciones de estos arrecifes en dicha región.
Precisamente, como parte de su investigación doctoral, y en el marco de un trabajo interinstitucional y multinacional cuyo epicentro es el Laboratorio de Ecología en Ecosistemas de Arrecifes en Mérida (Yucatán), Cortés-Useche analizó la condición de los arrecifes coralinos en Áreas Marinas Protegidas del sureste de República Dominicana. Allí encontró que estas áreas cumplen una función significativa en la conservación de la biodiversidad.
En dichos lugares explorados en la isla, el grupo de investigadores y voluntarios locales, en el marco de la investigación doctoral bajo la dirección de Jesús Ernesto Arias González, encontraron comunidades coralinas en condiciones positivas, lo que lleva a designar estos puntos como “lugares de esperanza” o puntos brillantes, los cuales, a su vez, son de gran interés para identificar las dinámicas de los procesos ecológicos que allí se llevan a cabo, y así, tratar de formular acciones tendientes a su aplicación en otros contextos, de tal forma que se logre la restauración no solo de corales, sino también de invertebrados y peces, al tiempo que se hace una mejor gestión de las áreas protegidas, se mejora la calidad del agua, se reduce la sobrepesca y otros factores de estrés locales.
“Es prioritario identificar y proteger los arrecifes resistentes a las perturbaciones y garantizar la protección de las especies constructoras de corales en el Atlántico tropical. En ese sentido los corales del país Caribeño, basados en indicadores de salud, diversidad e historia evolutiva, pueden ser considerados sitios centinela para la región Caribe, donde el cambio ambiental global es cada vez más imperante; de ahí que los esfuerzos de conservación continúen a largo plazo, dentro de un marco de compromiso colectivo en la región”, indica el biólogo tadeísta, quien agrega que estos lugares de esperanza también se han identificado en Bonaire, Honduras, Cuba y otros paraísos.
Pero la historia con los ecosistemas coralinos se remonta a sus estudios de maestría, cuando llegó a México. Allí trabajó en torno al análisis de arrecifes remotos, es decir, aislados de las dinámicas costeras. Este trabajo le permitió llevar a cabo varias estancias, entre ellas una a España, en la que tuvo la oportunidad de identificar cómo algunos fenómenos naturales, entre ellos las tormentas y los huracanes, tienen un impacto en los ecosistemas marinos. Luego de eso viajó a República Dominicana, donde desarrolló un trabajo de monitoreo de la biodiversidad, estrategias de restauración y manejo de áreas protegidas.
Camilo Andrés Cortés Useche
Así, y de análoga manera como lo hacen los arrecifes al formar sinergias con los diferentes organismos que acogen, Camilo entendió que la mejor manera de ‘salvar’ los arrecifes es mediante la investigación aplicada en lo social. Es así como todas sus contribuciones científicas se han orientado en trabajar con comunidades de pescadores, empresas del sector privado, autoridades locales, organizaciones y colectivos ambientalistas, de tal forma que los resultados obtenidos puedan llegar a tener injerencia en la toma de decisiones frente a las políticas públicas que se adopten referentes a las zonas marítimas y costeras. Por ejemplo, expresa el biólogo, muchas de las acciones de conservación de herbívoros y peces, asi como de restauración de corales que se implementaron en República Dominicana, hoy han llegado a otros sectores de esta isla y del Caribe.
Una de las experiencias más gratas es la que ha emprendido en los últimos años con algunos colectivos interesados en la conservación de los arrecifes del Sistema Arrecifal Mesoamericano en México y otros sitios en Puerto Rico. Allí realiza actividades vinculadas a la restauración de arrecifes, pero también a la divulgación científica, teniendo como premisa que la naturaleza percibe esos esfuerzos.
Actualmente, como parte de su proceso de formación, realiza su estancia posdoctoral en el Laboratorio de Ecología de Ecosistemas de Arrecifes Coralinos, financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México; allí se encuentra trabajando en un programa de restauración de la biodiversidad en arrecifes coralinos del Caribe. La preocupación ahora no solo se concentra en los corales, pues se ha ampliado el interés en la restauración de ensambles de peces arrecifales, dado que la pesca en algunos sectores ha sido desaforada, a tal punto que se ha llegado a un desequilibrio ecosistémico en las redes tróficas. Ello se evidencia, por ejemplo, apunta el biólogo, en que algunos sitos no cuentan con organismos que cumplan la función de la herbivoría, ni tampoco hay grandes depredadores.
Gracias a la contribución que sus estudios han tenido al momento de establecer programas de conservación en el Caribe, el tadeísta es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. Adicionalmente, desde que inició sus estudios de maestría, ha estado becado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de ese país.
“Pertenecer a la Tadeo me dio la oportunidad de crecer para poder enfrentarme a la ciencia en el mundo. La Tadeo para mí fue el punto de partida para poder aumentar mi percepción frente a lo que quería aprender en la vida”, destaca el biólogo al señalar que su experiencia en nuestra Universidad no solo fue de índole académica sino también lo formó en el aspecto personal: el de entender y trabajar de la mano con las comunidades que habitan alrededor de los ecosistemas.
Su tarea, al igual que la de muchos colegas, se centrará en seguir dejando en alto el nombre de la ciencia latinoamericana alrededor del mundo, con trabajos de alta calidad que permitan el desarrollo de más iniciativas a escala regional. Para Camilo, la clave para lograrlo está en explotar las habilidades que cada uno tiene y ponerlas en práctica de manera colectiva y auténtica: “en el mar hay muchas cosas por descubrir, y si tienes una habilidad, debes desarrollarla, pero también hacer sacrificios”, es el consejo que le brinda a todos sus colegas en formación.