Profesor del Área Académica de Humanides y Estudios Literarios. Hace parte de Utadeo desde el 2001. Destacado por su evaluación de desempeño durante el 2020.
En todos estos años de docencia e investigación, no había enfrentado una coyuntura más compleja para la educación como la que han impuesto las medidas de salud pública frente a la pandemia. Pienso que aún no logramos visibilizar ni comprender de manera completa y sensata los efectos de esta situación en el aprendizaje y en la construcción y el fortalecimiento de la comunidad académica.
Por ejemplo, tanto para las asignaturas prácticas como teóricas, ¿cómo han cambiado las formas de lectura, discusión y escucha en la crisálida digital, y qué ganancia y perjuicio ofrecen para el aprendizaje? Por supuesto, no se trata sólo de mirar melancólicamente a las formas pasadas de la presencialidad, pues la vida no se ha detenido y nos hemos visto obligados a simplemente insistir en la continuación y funcionamiento de la academia, del aprendizaje, de la investigación y del debate. Pero tampoco creo que debamos ser ingenuamente optimistas respecto a lo ganado con la virtualidad, sobre todo en lo que tienen que ver con la experiencia básica del aprendizaje.
Nuestra actual crisálida digital de la educación impone interacciones y formas de comprensión distintas, con recursos muy valiosos en cuanto al flujo desmedido de información, pero no necesariamente positivas en cuanto a la apropiación crítica, la capacidad de cuestionamiento y el ejercicio democrático del debate y del cuestionamiento de sí mismo y de los demás. Cuando la conexión es inestable, cuando en casa varias personan comparten los ambientes de trabajo y las labores cotidianas con una intensidad mayor a la de hace más de un año, cuando la comprensión de contenidos y la construcción de debates se entremezclan con las conversaciones simultáneas de otros miembros de la familia, con la olla pitadora, con el vendedor ambulante que anuncia a gritos sus productos, creo que se afectan algunas condiciones de la atención y de los necesarios ritmos para que lo comprendido se decante y pueda demorarse en la experiencia del aprendizaje.
No creo ser un profesor ejemplar. Solamente he tratado de comprender estos retos y he tratado de transformar colaborativamente con mis estudiantes los encuentros para asegurar el mejor aprendizaje. Sólo soy alguien que busca que sus estudiantes cuestionen y presenten alternativas a las formas convencionales de pensamiento, que sean capaces de poner en duda sus propios supuestos y los de los demás, y que siempre privilegien la búsqueda de los argumentos más sólidos y legítimos para contraponer a la enorme banalidad de información indiscriminada y a la trivialidad del entretenimiento que hoy nos inundan por todos lados.