Redacción: Alison Farfán
Ilustración: Stefanny Vargas
Desde la entrada, resaltada por unos enormes arcos en ladrillo grueso de color rojizo se puede ver gradas: el lugar indicado para tomar el sol y observar lo que pasa alrededor e incluso enamorarse. Después del paso por los torniquetes, se encuentra la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, una entidad encargada de brindar conocimiento y experiencias únicas que los tadeistas viven cada semestre.
Una universidad que posee muchos espacios académicos, culturales y deportivos. Entre los académicos o de estudio encontramos la biblioteca, una construcción imponente ubicada en la plazoleta central que constituye un cubo imperfecto. Allí están los libros empolvándose, porque la mayoría de los estudiantes nunca han sacado un libro, de esos que están en los libreros, organizados en orden alfabético con una pequeña cinta blanca en su pasta.
La biblioteca cuenta con cuatro pisos y para los que tienen una condición física particular, o simplemente son flojos, está el ascensor. No muchos saben que, como toda caja de sorpresas, está también tiene sus misterios ocultos: el cuarto piso no es el tope, existe un quinto piso al cual solo acceden miembros y empleados de la universidad, cómo la rectora y administrativos. También tiene salas de lenguaje y una sala de comics, porque la biblioteca es más que leer.
Entonces, ¿qué importancia tienen estos espacios? Así como la biblioteca, los libros viejos y sus nuevos compañeros empolvándose, hay muchos otros espacios vacíos que se pierden en el tiempo. Espacios que los estudiantes más antiguos nunca conocieron o que algunos los hicieron propios. Para los estudiantes nuevos, no hay una guía turística que enseñe esos rincones que esconde la universidad. Lugares que merecen ser descubiertos.
Uno de estos lugares renombrados es el Museo del Mar. Está ubicado en el módulo uno, planta baja, frente a las escaleras que quedan ubicadas al lado de la entrada principal. Este lugar cuenta con una variedad de exposiciones y publicaciones didácticas para niños que ofrecen una aventura y una experiencia educativa de los ecosistemas marinos que se han conocido hasta ahora, e incluso una muestra de los trabajos investigativos y publicaciones en convenio con más de 850 instituciones de investigación.
El Museo del Mar es un gran atractivo con el que contamos, sin embargo, pocos conocen su historia. Creado en 1969 por la Facultad de Ciencias del Mar de esta universidad, hoy con un nombre diferente, Facultad de Biología Marina. Muchos tadeistas han escuchado un leve rumor, una historia o han visto publicidad acerca de este sitio. Pero ¿cuántos lo han visitado?
Y sobre rumores y cuentos de pasillo hablaremos de las maneras extraacadémicas de relacionarse en este lugar y del por qué se desaprovecha este espacio. Así es, hablamos del módulo tres, que se encuentra al final del transcurrido módulo dos, por el pasillo al fondo. El tres se está perdiendo en el tiempo, pues de todos sus seis pisos, solo se utiliza una reducida parte y no precisamente de manera académica.
Subiendo por las escaleras escondidas y largas de este misterioso módulo, está la emisora virtual Óyeme UJTL, dirigida por Guillermo o como muchos lo conocen ‘Don Guille’, quien ha trabajado para este medio durante años. Él conoce a todos los estudiantes que pasan por allí con sus respectivos profesores cada semestre, tanto que incluso vuelven, convertidos en viejos amigos, como el profesor Julián Bohórquez, quien constantemente dirigía a sus estudiantes a la cabina.
Don Guille, un señor de reluciente pelo blanco y ojos oscuros, ocultos por unas gafas de marco rojo y ropa casual, asegura que es poco usual ver estudiantes rondando por esos pequeños corredores con paredes blancas y ventanales en su costado. ¿Por qué es raro encontrar estudiantes en este módulo? Guillermo no se sorprende a la pregunta y responde: “aquí solo vienen cuando necesitan entrar a cabina, es más, muchos se pierden porque como aquí no hay nada más, no saben dónde queda, esto permanece solo casi siempre’’.
Ricardo Mojica, encargado y director de la oficina de Espacio Físico de la universidad, es la persona quien lleva a cabo la distribución y manejo de los recursos físicos que tiene el campus universitario. Al intentar hablar con él durante dos días, no hubo respuesta pues aparentemente se encontraba en reuniones aclarando qué iba a pasar con los espacios que quedaron desocupados este año, sobretodo en el primer piso del módulo siete, donde antes quedaba la sala de juegos y hoy un espacio para almorzar.
Los espacios de la universidad son diversos y variados pero hay que admitir que unos son más distintivos entre los estudiantes. Por ejemplo, Brújula, un espacio abierto ubicado al lado de la cancha de fútbol. Un lugar donde los cuenteros narran sus historias, donde la gente canta, rapea, actúa o simplemente se sienta a tomar el sol, cuando el clima bogotano lo permite.
“Cuando salimos de clase nos vamos para Brújula, todos saben dónde es. Es el punto donde nos encontramos siempre”. Así lo cuenta Natalia Zárate, estudiante de Comunicación Social y Periodismo, quien dice pasar tiempo en Brújula, pues es un lugar central y cerca de todo. Este lugar hace parte de la cultura y de la identidad de los tadeistas, es un espacio donde cualquiera se siente cómodo e incluido.
Hay otros espacios que pocos conocen, como Crossmedia Lab y Tadeo Lab, un rincón perfecto para crear amistades. Se trata de un edificio, un salón diferente, amplio, ideal para trabajar y realizar diferente proyectos. Por dentro se puede ver la diversidad que caracteriza a la Tadeo: su multiculturalidad, como en una de sus paredes que se puede leer ‘para gustos…colores’.
“Es que ni los porteros ni señoras de seguridad sabían dónde quedaba el salón, les dije que me dirigía a Cross media lab y no sabían a dónde enviarme’’. La profesora Erika Montoya, alta, muy delgada para sus 43 años, pelo teñido de rubio con algunas capas negras y ropa oscura, se dirigía a dictar su clase de Convergencia II por primera vez en esta universidad, pero se encontró totalmente perdida al no encontrar el salón, pues nadie sabía dónde quedaba.
Muchos son los lugares perdidos en la infraestructura que nos acogerá durante cuatro años o más, por eso descubrir estos espacios es un reconocimiento a nuestro compromiso por ser parte de la universidad. Tal vez no sea cuestión de realizar una investigación exhaustiva sobre espacios que los administrativos desperdician o no son bien conocidos por falta de interés, es cuestión de aprovecharlos y saber cómo usarlos correctamente, no como un ‘Pasaje’.
Pero ya que hablamos de Pasaje, dentro de la universidad hay un espacio muy similar pero con mejores fines: la Casa Republicana, un sitio especializado en desarrollar las capacidades artísticas de las personas con iniciativa y motivación. En esta casa de la cultura, el tadeista comprenderá que no todo es el estudio y no todo es fiesta pasajera. Un elemento importante es la distracción, alejar la mente y llevarla hacia la cultura y el deporte. Aprender a interpretar un instrumento, mejorar el sonido de la voz, aprender un estilo de baile, hacer parte de un equipo, divertirse con juegos de mesa, cualquier actividad extracurricular puede hacerse aquí, en la casa, oculta por largos pasillos grises y un poco oscuros, pero con una luz al final del pasillo.
¿Dónde queda el módulo catorce? ¿Dónde está el departamento de idiomas? ¿Cross media Lab existe? ¿Cuántas emisoras hay? ¿El museo del mar dónde queda? ¿Qué es la Casa Republicana? Son preguntas que muchos se hacen pero pocos pueden responder porque muchos son los espacios dispuestos para los miembros de la universidad, algunos que están a la vista, otros prefieren mantenerse escondidos; todos se pueden perder pero encontrarse será el reto en este gran rincón llamado Tadeo. ¿Listo para conocer todo lo que esta universidad tiene para ti?