Dalia Barragán cuenta que, desde que tenía ocho años, en medio de revistas infantiles sobre Biología, inició su amor por los cetáceos, unos mamíferos muy particulares que desde hace millones de años lograron adaptarse a la vida marina, conservando aún algunos rasgos biológicos de sus antepasados terrestres.
“¿Sabías que los cetáceos siguen respirando aire y sus bebés aún nacen de colita para que no se ahoguen?“, comenta emocionada esta bióloga marina tadeísta, para quien estudiar estos mamíferos marinos no solo se debe a que sean “lindos”, sino también interesantes.
Tan interesantes que, efectivamente, la llevaron a estudiar Biología Marina en Utadeo, carrera de la que egresó en el 2010, luego de un año de trabajo de grado sobre la distribución y uso del hábitat del delfín nariz de botella en Bocas del Toro (Panamá), uno de los cetáceos más famosos y conocidos, pues es el que habitualmente vemos en televisión o cine, pero que infortunadamente se encuentra en peligro en esa región, debido a su población reducida y porque están aislados genéticamente al no aparearse, sumado al tráfico local de embarcaciones, que causó, al menos, la muerte de siete ejemplares de la especie, en el 2012.
Avistamiento de ballena jorobada en la Antártica - Fotografía: Diego Mojica
Sin embargo, debido a los altos costos que implica investigar cetáceos, durante un tiempo Dalia se dedicó a estudiar aves, hasta que lo inesperado tocó a su puerta.La Sociedad Internacional de Cetáceos (CSI), una de las ONGs que impulsa a jóvenes investigadores de todo el mundo para que estudien delfines y ballenas, le otorgó una beca para trabajar con ballenas, situación que inicialmente le pareció un ‘cliché’ a la bióloga, pero que no tardó en aceptar, pues hace parte de la familia de mamíferos que tanto anhelaba investigar.
A través de esta pesquisa, y posteriormente en colaboración con otros investigadores, se dio cuenta que aún había mucho terreno por explorar sobre las ballenas y su interacción con las cadenas alimenticias en el océano. Así fue como, gracias a las muestras que recolectaron los biólogos colombianos Sandra Bessudo, María Claudia Díazgranados y Diego Mojica, en el marco de la I Expedición de Colombia a la Antártida Almirante Padilla (2014-2015), Dalia pudo realizar su estudio, en colaboración con los biólogos Paula Angel, Natalia Botero, Susana Caballero, Andrea Luna y Federico Riet, sobre la presencia de mercurio en ballenas jorobadas, bajo el entendido que estas especies tienen un corredor biológico que va desde el Pacífico colombiano hasta las frías aguas del ‘continente blanco’.
Como parte de su Doctorado en Ciencias Biológicas de la Universidad de Los Andes, la tadeísta dirigió el trabajo de pregrado de la estudiante Paula Angel, quien encontró niveles bajos de este metal pesado en esas ballenas. Sin embargo, resalta, lo ideal habría sido no encontrar mercurio en ellas, pues estas son meso predadoras, es decir, se encuentran en niveles intermedios de la cadena alimenticia, pues se alimentan de peces pequeños y krill, una especie de crustáceos de amplia comercialización.
Ballena jorobada avistada en el Pacífico colombiano - Fotografía: Natalia Botero
El mercurio es un metal pesado que, en niveles muy altos, puede causar daños neurológicos,, así como afectar varios órganos internos. Sin embargo, el mayor daño se produce en los fetos o neonatos de los mamíferos, entre ellos los humanos, quienes pueden llegar a sufrir malformaciones. En los cetáceos, incluso, se han llegado a presentar casos de cáncer debido a la presencia de este elemento. Un ejemplo de ello se dio en la Bahía de San Lorenzo, en Canadá, donde decenas de belugas, conocidos como delfines blancos, aparecieron muertos, debido a tumores malignos.
Lo que realmente preocupa, insiste Dalia, es que otras investigaciones han encontrado presencia de mercurio en cetáceos ubicados en niveles más bajos de la cadena alimenticia, como lo es el caso de las ballenas Minke, lo cual sugeriría que los cetáceos que son depredadores tope, quienes tienen el mismo nivel trófico de los humanos, podrían llegar a tener excesos de mercurio, dado que este químico se bioacumula y se biomagnifica en los tejidos de los animales, es decir, se suma en cada nivel de la cadena alimenticia hasta llegar a su máxima expresión en la cúspide: “Eso quiere decir que si estos animales reflejan altos niveles de mercurio, este metal pesado también puede estar presente en nosotros, en la medida que ellas consumen algunos organismos que nosotros consumimos”, indica la bióloga.
Ballena yubarta (Megaptera novaengliae) en el Pacífico colombiano - Fotografía: Natalia Botero
Es por ello que los nuevos proyectos de investigación que tiene en mente se enfocan a analizar la presencia de mercurio en los predadores tope, a partir de muestras provenientes de cetáceos como la orca o la foca leopardo, propuesta que presentó este año para la V Expedición de Colombia en la Antártica “Almirante Campos”, que se efectuará en el verano austral (diciembre 2018 – marzo 2019): “En el Caribe colombiano la presencia de mercurio parece no ser tan grave. Ahora queremos saber cómo se da ese fenómeno en el Pacífico, pues sabemos que la incidencia del mercurio por actividades como la minería ilegal es muy alta. Colombia es el tercer país que emite más mercurio a nivel mundial”, señala.
Muestras del mercurio, cuyo poder destructivo se evidencia en las cuencas del río Caquetá y Amazonas, ya han arrojado niveles altos en los delfines rosados que habitan sus aguas, pero Dalia asegura que aún este tipo de estudios deben desarrollarse en profundidad en los mares, así que estar en la Antártida es la oportunidad para hacerlo, lugar al que, desde ya, califica como “el paraíso”, pues asegura que allí se encuentra una gran diversidad de mamíferos marinos, en comparación con las aguas del Caribe que ha estudiado desde su pregrado.
La tadeísta hizo parte del equipo de muestreo de la Fundación Macuáticos Colombia, en el Pacífico colombiano, durante el 2015.
Una tadeísta hasta los huesos
Además de estudiar a los cetáceos, esta investigadora tadeísta es amante de la divulgación científica, pues cree plenamente en que el conocimiento debe estar abierto al público, a través de lenguajes sencillos pero veraces, haciendo uso de elementos multimedia. Es por ello que, junto con la también tadeísta Elizabeth Abril y un grupo de investigadores y comunicadores de la ciencia, decidieron crear la Revista Digital Fulica, de la que Dalia es su editora general.
Así mismo, es investigadora de la Fundación Macuáticos Colombia, que tiene como fin contribuir al conocimiento y conservación de la diversidad biológica, especialmente a través de la investigación y protección de las especies de mamíferos acuáticos que habitan las costas y sistemas de agua dulce del país.
Y es que aunque ya han pasado ocho años desde que salió de Utadeo, Dalia dice amar a esta Universidad y a la Biología Marina: “Cada vez somos menos los biólogos marinos y Colombia requiere mucha investigación en esta área. Tenemos dos océanos llenos de recursos y organismos que se pueden estudiar y los estamos dejando pasar”, sostiene la tadeísta, quien sueña además con ser profesora de la Institución, con el fin de posicionar el estudio de las ballenas y delfines, pues como lo asegura “todos inician el programa con la aspiración de estudiarlos, pero finalmente son pocos los que se dedican a ello”.
Sus épocas en la Universidad, en donde tuvo que repartir su tiempo entre terminar sus estudios y criar a su hija Martina, solo las define en dos palabras: colaboración y camaradería, pues, contra todo pronóstico, se trasladó junto con su hija a Santa Marta, cuando cursaba séptimo semestre, y de allí recuerda que eran sus compañeros y profesores quienes le ayudaban en el proceso de crianza.
Ante ello, Dalia solo da un consejo a las nuevas generaciones de biólogos marinos: no limitarse por los recursos económicos o personales, ni dejarse cuestionar por nada, “siempre háganse preguntas científicas, pues todas ellas son válidas”.