Tratar de dar cuenta de una vida que se ha transformado en símbolo es intentar recorrer un camino inverso que es imposible realizar. Del símbolo, de la leyenda, del mito no se puede ya volver a la realidad material y lo único que se puede hacer es contemplarlo y tratar de otorgarle una nueva forma o agregarle algún elemento novedoso que surja de una mirada diversa.
Sobre Jorge Eliécer Gaitán casi nada puede decirse porque todo está dicho. Pero sobre todo porque se trata de un nombre que puede ser llenado de múltiples maneras, con muchos significados. Es lo que suele ocurrir con aquellos que se vuelven representantes de una comunidad; el referente histórico se desdibuja y sobre este se construye una imagen mítica y funcional. Para lograr eso el sujeto histórico tuvo que haber logrado hazañas impresionantes que el tiempo no borre. Sin embargo, eso no significa que esas acciones hayan superado el olvido. Si bien hoy todos conocemos a Gaitán, no mucho podemos decir con exactitud quién fue y qué hizo. Lo que sabemos es que murió y que su asesinato fue un punto de quiebre en nuestra historia.
Tal vez es eso lo más impactante y lo que debería llamar más la atención sobre Gaitán y todos estos sujetos que se han transformado en referentes simbólicos. Lo más significativo de este hombre no fue lo que hizo, sino lo que no pudo hacer. Quiere decir esto que Gaitán se hace imagen y con ello poseedor de una potencia que solo la imagen puede tener. Gaitán no es un sujeto del pasado solamente, sino una potencia que ejemplifica esa capacidad de acción que se encuentra en todos aquellos que más que hacer no han hecho. No quiero decir que Gaitán no logró muchas cosas en vida, por el contrario, su acción se hace más potente en el momento en que deja de actuar, porque se convierte en un motivador que en su no acción manifiesta un poder efectivo que todavía nos alcanza.
Nunca pudimos saber si Gaitán habría sido un buen gobernante. Los cargos políticos que tuvo fueron muy cortos y en la carrera para la presidencia su vida se terminó. Ese vacío de poder, esa no actuación como gobernante es lo que da la posibilidad y lo que explica que él siga siendo un sujeto presente en nuestra sociedad. Pero al mismo tiempo es una muestra del peligro que significa la mitificación de las figuras. Gaitán tal vez habría sido un pésimo presidente, es una posibilidad, pero al no haberle permitido demostrarlo se convirtió en una especie de potenciador que puede, debe, ser utilizado por toda una variada cantidad de candidatos.
De esta forma, Gaitán puede servir para sostener ideas socialistas y de transformación social, pero también como un defensor de las instituciones y del orden político. Es una imagen, como las de la publicidad, que funcionan en su actualización. Por eso, lo importante de Gaitán no es tanto lo que hizo y lo que interesa de él no es reconstruir su pasado, su asesinato, los motivos que llevaron a este, sino su potencia hacia el futuro, el intento por darle una forma a esa oscuridad que desde él se proyecta.