Son las 7:30 a.m., en la playa de El Rodadero, a escasos 300 metros de la sede de Utadeo en Santa Marta. El sol, aunque aún suave y refrescante por la brisa, nos indica que tendremos un buen clima para lo que será el trabajo de campo de la asignatura de Ictiología, que desde hace dos años orienta el profesor Carlos Polo, quien hoy particularmente es 'bendito entre las mujeres', pues cuenta en su tripulación con seis estudiantes del pregrado en Biología Marina y de la Maestría en Ciencias Marinas provenientes de todos los lugares del país, como Giselle Cantillo, quien desde pequeña ama los peces y el mar, pues nació y creció con ellos en el archipiélago de San Andrés. Un polo opuesto es Mairen Cala, oriunda de Ocamonte (Santander), quien a pesar de no vivir en una zona costera, heredó el gusto por los animales marinos por su madre, quien es bióloga, y por su padre, quien es veterinario. Desde pequeña, cuando vio el mar y a la majestuosa orca en videos, sabía que lo suyo era la Biología Marina.
A eso de las 8:00 a.m., comienza el embarque en “Yemayá”, un navío para unos diez ocupantes que fue bautizado en honor a la orishá o divinidad de la fertilidad en la mitología yoruba, que al igual que esta embarcación, está rodeada por las aguas. El Capitán Christian Fletcher está a cargo. Nuestro primer destino será El Salidero, en Isla Aguja.
Mientras “Yemayá” navega por las aguas samarias, el sol comienza a golpearnos de frente, al tiempo que la salinidad del océano tersa nuestro rostro. Tras cuarenta minutos llegamos al primer punto de muestreo, y mientras las estudiantes preparan su equipo de buceo, aletas y una pizarra para tomar nota de lo que ven, acompañada de un pequeño folleto en el que se encuentra un completo listado e ilustraciones de las especies de peces que habitan el trópico, es inevitable no preguntarle al profesor Polo qué es la Ictiología.
Este biólogo marino, con la sonrisa y amabilidad que lo caracterizan, nos recuerda que esta es una rama de la Biología que se encarga de estudiar los peces de agua dulce y de mar, conocimientos que, precisamente, deben adquirir este nuevo ramillete de biólogas, pues serán estos animales con los que trabajarán por el resto de su vida, en la medida que la mayoría de estos profesionales terminan especializándose en peces: “La idea es que ellas puedan comparar diferentes sitios en diversidad y composición de especies de peces, para cuando lleguen a clase, elaboren su informe sobre lo que vieron”, señala Polo.
Así se vivió la salida de campo de la asignatura de Ictiología en Utadeo Santa Marta.
Pero aprender a identificar sus colores y formas no solo tiene un fin contemplativo. La presencia de algunos de estos animales puede contarnos muchas historias sobre el estado de salud del ecosistema en el que nos encontramos. Especies que en Biología se denominan como bioindicadoras: “Es importante conocer lo que tenemos, para aplicar ciencia y conservar, y la ictiología es una forma de reconocer y evaluarlo”, precisa el tadeísta.
También, a través de la Ictiología, se pueden identificar los cambios en la biodiversidad de un ecosistema, así como evaluar el impacto del hombre en estos, por actividades como la pesquería, con el fin de poder tomar medidas o adoptar estrategias para el uso sostenible de algunas especies comerciales o la conservación de especies marinas en peligro de extinción.
En grupos de a dos estudiantes, y durante dos horas de exploración por este ecosistema marino, las futuras biólogas encontraron un número importante de especies y de abundancia de estas, entre ellos la proliferación y gran tamaño del pez conocido popularmente como “colombianito” (Bodianus rufus), una especie cuyos colores se asemejan a los de la bandera de nuestro país, condiciones que especialmente se atribuyen por la disponibilidad de minerales y nutrientes en la zona: “Los peces son un eslabón muy importante de la red trófica marina, pues están en el medio. Consumen la producción primaria y son el alimento de los consumidores superiores. Es importante conocerlos, pues su presencia nos puede indicar una serie de efectos del hombre en el ambiente”, señala Luisa Fernanda Díaz, estudiante de la Maestría en Ciencias Marinas.
Pasadas las 10:00 a.m., los motores de “Yemayá” vuelven a encenderse, esta vez con un rumbo al segundo lugar de muestreo, a diez minutos del lugar, en el sector conocido como Granate. Allí, pese a que el ecosistema se encuentra en buenas condiciones, la abundancia y composición es menor a la presentada en Isla Aguja. Nuestros investigadores tardan una hora navegando la zona, y mientras eso sucede, también aprovechan el tiempo para divertirse, refrescarse y jugar en el agua, en un contacto con la naturaleza, donde hombres y mar son uno solo: “Estas salidas de campo son una parte importante para la carrera, pues ayudan a poner en práctica lo que se ha visto en la teoría”, destaca Cala, para quien estas actividades son sus favoritas, tras cuatro meses de estar estudiando en Utadeo Santa Marta.
Tras una mañana de investigación en las aguas del Caribe, “Yamayá” retoma su rumbo hacia las playas de El Rodadero. Mientras eso sucede, el profesor Polo comienza a hablar con sus estudiantes acerca de las especies que encontraron. Y es que a través de la ictiología descubrir la biodiversidad de peces es como conocer un nuevo mundo. Peces lija, globos, trompeta o los lábridos, similares a las mojarras, dan cuenta de un universo tan místico como curioso, como los peces que pueden cambiar de sexo cuando el macho del arén muere.
Llegamos a tierra justo antes del almuerzo. Cada uno toma apresurado su camino para ir a casa, pues saben que dos horas después deberán estar puntuales en el salón de clase para discutir los resultados del trabajo de campo, siempre prestas para comenzar a escribir de manera rigurosa toda la diversidad que alli contemplaron. Por lo pronto, mientras estás páginas de reseña terminan, nuestras biólogas tienen mucho por escribir.