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La Gran Muralla. Un poco más que historia
¿Quién imaginaría conocer una de las siete maravillas del mundo moderno en junio de 2016?
Tal vez uno de los días más esperados para todos los que fuimos al Campamento de Verano 2016: conocer la Gran Muralla. Reconocida por su extensión aproximadamente de veintiún mil kilómetros, construida a partir del siglo V a.C. hasta el XVI d.C. con el fin de proteger el Imperio Chino de invasores como los mongoles. Todo esto solo conocido por el internet, la televisión o una de mis clases de Política Internacional Asiática. Pero ¿qué fue lo que aprendí?
En primer lugar, algo muy valioso que aprendí de China es que todo posee un significado real y proviene de una tradición, un emblema o un hecho histórico y lo mejor es que si se le pregunta a cualquier habitante chino, más que cultura general, hace parte de su sentido de pertenencia por su nación. Es por esto que al visitar este patrimonio de la humanidad se tiene la satisfacción de haber conocido y caminado a través de un símbolo nacional, donde los mismos habitantes transitan con felicidad y orgullo cuando el día está dividido por el sol y el único fin es tomarse el desafío de llegar a lo más alto del tramo de la muralla.
Mientras se hace el ascenso de la muralla no hace falta el comercio de los suvenires más comunes de China, donde los turistas hacen pequeñas paradas para entretenerse, descansar y hacer algunas compras, también ver padres con sus hijos de cualquier edad o grupos de amigos como un plan de sábado.
Al evidenciar esto me sentí afortunada de haber cruzado el mundo para conocer una de las construcciones que maravilla la tierra, que fue construida con un significado real y que es encantador para todo aquel que la recorre. Entonces, como aprendiz de la cultura china, me sentí en uno de los mejores lugares del mundo, y no solo por el nombre que lleva sino por la representación que tiene al momento de estar allí.
Porque el que lo vive es el que lo disfruta.
Nadie se imagina viajar por horas completas a un lugar desconocido que tal vez, gracias a fenómenos como la Globalización, se conoce a través de una imagen o un medio de comunicación pero al momento de presenciarlo estar allí y saber que lo que algún día viste, en una pantalla o en un salón de clase, se convierte en una realidad que como todo patrimonio posee su historia. Nada mejor que haber escuchado y aprendido la historia de la Gran Muralla, y un día del mes y año cualquiera haber estado en tan inmensa construcción.
En conclusión, a esto le puedo llamar un poco más que historia porque aunque las inmensas construcciones y maravillas del mundo se encuentren en cualquier medio, la sensación al estar allí es única e irrepetible y es tan difícil describir que se vive en el momento. No saber si habrá una próxima vez. Solo queda por decir “Un sueño hecho China”.
Hoy, después de solo describir una de las pocas experiencias significativas que nos dejó China en tan pocos días, nos quedan agradecimientos para el Instituto Confucio de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, la Universidad de Estudios extranjeros de Tianjin y todas las personas que hicieron parte de nuestra experiencia y nos brindaron orientación, porque se encargaron de que cada día perdiéramos la noción del tiempo al conocer algo nuevo sobre la cultura china, desde visitar un museo, practicar taijí, probar un plato nuevo, pintar con tinta china, viajar por los medios de transporte desconocidos, preparar comida tradicional, ir de compras, conocer amigos chinos y de otros países, practicar el idioma.
Son todas las cotidianidades y todo lo demás lo que nos sirvió para vivir la experiencia, para crecer como personas siendo tan jóvenes y poder disfrutar desde los pequeños detalles hasta las maravillas que el mundo nos da al tomarnos el desafío de conocer una cultura o emprender el aprendizaje de un idioma como lo es el chino.
Johanna Medrano.
Estudiante de Relaciones Internacionales.
Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano.