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Humanizar la naturaleza: lo que debemos aprender del Amazonas
Martes, Septiembre 15, 2020
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Este año, Utadeo celebró el décimo Encuentro Conciencia Alma de la Tierra, cuyo foco estuvo en el Amazonas, explorando su inigualable riqueza natural y cultural, pero también proponiendo soluciones para los problemas que experimenta este "pulmón del mundo". Desde Expeditio hablamos con dos de sus conferencistas: Fernando Urbina y Valerie Meikle, cuyas vidas han estado inmersas en la cultura y sabiduría ancestral de estos pueblos.
Por Emanuel Enciso Camacho - Fotografías: France 24

Los incendios forestales que arrasaron más de 2,5 millones de hectáreas de la Amazonía consternaron al mundo y una vez más evidenciaron la huella precaria que ha dejado el hombre sobre el planeta, principalmente con este bioma considerado como el “pulmón del mundo”. Así, la tala de árboles, la contaminación con metales pesados como el mercurio en los afluentes hídricos, pero también la presencia de grupos al margen de la ley que llevan a cabo sus acciones en la zona, han generado un deterioro notable en el medio ambiente y de su gente, poblaciones indígenas que se ven amenazadas no solo por el desplazamiento forzado sino también por una profunda aculturización, en la que muchos han olvidado sus raíces, cediendo a los elementos identitarios que ofrece occidente.

En todo caso, lejos de ser una cultura que se deba dominar por la globalización, los pueblos indígenas de la Amazonía tienen una riqueza ancestral sin precedentes, de la cual, en las últimas décadas se han enamorado el investigador en mitología Fernando Urbina y la escritora Valerie Meikle, dos de los panelistas que hacen parte del más reciente Encuentro Conciencia “Alma de la Tierra”, organizado por el programa de Publicidad de Utadeo que, en esta ocasión, pone su mirada en el Amazonas.

Para Urbina, tras trabajar desde 1968 con Uitotos y Muinanes, principalmente desde sus mitologías y arte rupestre, los indígenas nos enseñan que la naturaleza y sus elementos son seres personales a los cuales se les debe extender la noción de humanidad. Por ejemplo, el investigador señala que, en las cosmovisiones de estos pueblos, hay un profundo respeto al medio ambiente, al considerar que los árboles, animales y todos los elementos de la naturaleza tienen alma, y por eso, son seres dialogantes. Por eso, advierte, los abuelos indígenas invocan los espíritus del bosque, a los dueños de los animales, las plantas y los entornos a través de conjuros y oraciones.

Colombia hasta ahora está entrando en el marco de su legislación a que se adecúe el considerar que los entes naturales, como la fauna, los animales, la flora y los propios elementos, como el agua de los ríos, sean sujetos de derechos, de ahí que se crea el concepto del derecho ambiental, para que la naturaleza sea tratada bien, sin la crueldad con la que ha sido tratada históricamente, al tiempo que los bosques son respetados. En la cultura occidental les hemos quitado esa posibilidad a la naturaleza y la hemos visto como cosas, aunque las cosas para los indígenas tienen espíritu y hay que respetarlas”, precisa Urbina al sentenciar que la humanidad ha llegado a un colapso ambiental debido al desconocimiento de esos principios ancestrales.

Fernando Urbina, investigador en mitos y pintura rupestre en la Amazonía. Fotografía: El Espectador

Sin embargo, aunque considera que aun falta mucha difusión de esos saberes indígenas, señala que, desde algunos sectores sociales, se ha comenzado a tomar conciencia sobre este legado y Alma de la Tierra de Utadeo es uno de esos escenarios: “El racismo es un aspecto que ha estado enquistado en la sociedad desde los tiempos de la invasión española, aún persisten las masacres indígenas y el desplazamiento de comunidades por parte de terratenientes y una clase social corrupta que se beneficia con esas actuaciones. En todo caso, algo se ha avanzado, pero aún no se ha corregido del todo; hay gente dispuesta a aprender de los indígenas”.

Una persona que ha aprendido de estos pueblos indígenas es Meikle, cuando iniciando los noventas llegó al Amazonas, un lugar que considera todo un paraíso. Para esa época, la autora de “El corazón del Amazonas” buscaba en la sabiduría indígena una cura para una enfermedad, a través del yajé. Ella afirma haberse curado gracias al encuentro que tuvo con un chamán.

Posteriormente conoció a los coyas, comunidad indígena que la recibió con los brazos abiertos, a tal punto que decidió quedarse con ellos durante dos años, hasta 1993: “ellos tienen una manera de vivir hermosa: son independientes, con sus chagras, las aguas claras del río de donde sacan su pescado. Son autosuficientes, hacen sus propias ollas y cultivan. Es como volver al paraíso”.

Aunque afirma haber sufrido en cuatro ocasiones de malaria, la selva se convirtió en su hogar, tanto así que fue una de las fundadoras de la primera reserva privada del departamento del Amazonas, llamada Cerca Viva, en honor a una planta endémica de la región, la cual se convirtió en la primera siembra que hicieron en el lugar.

La reserva queda muy cerca a una inmensa comunidad de indígenas Uitotos, en lo que es una de las reservas más grandes del planeta. Sin embargo, Meikle afirma que muchas  personas en estas comunidades indígenas están viendo en su contacto con occidente uno de los mayores problemas, pues las nuevas generaciones, tras terminar su bachillerato, no quieren volver a la chacra o estar en las malocas, sino más bien conseguir trabajo en las empresas de la región, a pesar de que no hay condiciones adecuadas de empleo: “Ellos lo saben todo: construyen sus casas, sus dispositivos de transporte, sus mecanismos de producción de alimentos, realmente nosotros tenemos que aprender de ellos. Sin embargo, muchos indígenas creen que se están perdiendo de algo allá afuera”.

Valerie Meikle, autora del libro "El Corazón del Amazonas". Fotografía: Vanguardia

De ahí que el trabajo como académicos, dice ella, sea el de apoyar a aquellos grupos que intentan cuidar el medio ambiente y tratar de preservar la cosmogonía de estos pueblos, pues lo que se ha disfrazado como “progreso" en occidente es una especie de “cáncer” o de regreso a lo estéril.  

Precisamente, esa es una labor que, durante los más de cincuenta años de docencia emprendió Urbina, pues en sus cursos siempre llevaba al estudiante a aproximarse a las cosmovisiones y al pensamiento indígena, sumado a trabajos de divulgación en radio y televisión y al oficio con el arte rupestre que aún continúa haciendo en su calidad de pensionado.

En todo caso, él considera que debe haber un diálogo entre occidente y las comunidades indígenas. Por ejemplo, destaca que ya son varias promociones de profesionales indígenas las que se han graduado de las mejores universidades del país, llevando ese conocimiento a los colegios indígenas, en aras de defender su territorio y no olvidar su lengua.

“Los indígenas se están aproximando a la globalización, educándose en saberes propios del mundo occidental, a través de escuelas y colegios; ellos lo ponen en diálogo con sus saberes milenarios. Esa síntesis también se está dando desde los occidentales y ha sido un diálogo fecundo en el país”. 

El camino a seguir para aprender de estos pueblos, al igual que gran parte de la Selva Amazónica, aún tiene mucho por ser explorado. Por eso, sostiene Meikle, tenemos que acercarnos a los indígenas para conocer su cultura y respetar sus sentidos de vida sobre la naturaleza: “Todos hemos sido indios alguna vez, solo que en un momento lo perdimos. Hemos perdido el paraíso. Lo que podemos hacer es tratar de protegerlos, pues se está perdiendo una joya de conocimiento y cultura”.

Atardecer en la Amazonía. Fotografía: Pixabay