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Del preescolar a la educación terciaria. Estos son los desafíos que enfrenta la economía de la educación
Martes, Agosto 4, 2020
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El profesor tadeísta Luis Fernando Gamboa, en conjunto con investigadores de otras instituciones, desarrolló dos estudios referentes a la efectividad del preescolar en el rendimiento de los estudiantes que presentan las pruebas Saber 11 y otro sobre el impacto que tiene el programa “Jóvenes en Acción” en sus beneficiarios a la hora de conseguir un empleo.
Por: Emanuel Enciso Camacho – Fotografías: Alejandra (Oficina de Comunicación) y Pixabay

Utilizar las herramientas del análisis económico para entender y proponer políticas públicas en torno a hacer más eficiente y equitativo el uso de los recursos del sistema educativo es el propósito que tiene la economía de la educación. Desde hace ya varios años, el profesor Luis Fernando Gamboa, del Departamento de Economía, Comercio Internacional y Política Social de Utadeo, al interior del grupo de investigación GICEAS de la Universidad, ha indagado en torno al impacto que tienen diferentes políticas educativas en nuestro país, entre ellas la eficiencia que tiene la educación preescolar en los resultados obtenidos por los estudiantes en sus pruebas Saber 11, y por el otro lado, la importancia de una ayuda monetaria para el sostenimiento de los estudiantes durante su periodo de estudios técnicos y tecnológicos, especialmente teniendo como centro de análisis el programa “Jóvenes en Acción”.

Cursar dos o más años de preescolar mejoraría el desempeño en las Pruebas Saber 11

En un estudio en coautoría con Erika Londoño, de la Oficina de Investigaciones del ICFES, el profesor Gamboa buscaba identificar si existen diferencias en el logro educativo en los estudiantes que presentan las Pruebas Saber 11, especialmente en aquellos que realizan su educación preescolar y los que no.

El estudio revela que, quienes llevan a cabo dos o más años en ese nivel educativo, obtienen mejores resultados en dichas pruebas. Sin embargo, esto no ocurre con aquellos que solo hacen un año de preescolar, pues cuentan con resultados similares a los que no tuvieron esa escolaridad. En particular, dos años de preescolar aumentan los puntajes en matemáticas en 0,18 desviaciones estándar con respecto a quienes no lo cursan. De la misma manera, para quienes cursan tres años de este nivel educativo, el puntaje aumenta en 0,26 desviaciones estándar, con respecto a quienes no asisten.

La gran importancia del estudio es que provee nueva evidencia empírica en el país sobre los efectos de mediano plazo de ingresar al sistema educativo en un curso prescolar, y para ello realizan un análisis retrospectivo, pues el tiempo de formación, de preescolar a grado 11, puede ser de 11 a 13 años.

Para ello, los investigadores tuvieron como ventana de observación a los estudiantes que presentaron las Pruebas Saber 11 en los años 2009, 2010, 2011, 2013 y 2014, luego que, en el 2009, el ICFES incorporara preguntas relacionadas con la carrera académica de los estudiantes, entre ellas cuántos años de preescolar habían llevado a cabo, en el formulario de inscripción a las pruebas. En total, la prueba Saber para ese periodo supera dos millones de estudiantes y de ellos se obtuvo una muestra de 50.000 estudiantes para el estudio.

Los resultados se dieron gracias a la confrontación de los resultados de la prueba, con los registros del SIMAT (Sistema de Matrícula Estudiantil) del Ministerio de Educación Nacional de cada uno de los estudiantes, con datos del 2000 al 2003, años en los cuales estos habrían iniciado su vida escolar, así como los datos de población del Dane.

Para evitar sesgos con otras variables que llevaran a atribuir erróneamente estos beneficios, los investigadores trabajaron mediante un modelo estadístico de regresión y aislaron otras variables que modifican el comportamiento de estos jóvenes en las pruebas, entre ellas si el colegio del que venían era oficial o privado, el nivel educativo de los padres, el estrato socioeconómico, la edad y el género, entre otros: "Es importante tener presente que, de no hacerse un ajuste para controlar la motivación de los padres o la existencia de planteles educativos con educación prescolar en cada municipio, se podrían tener resultados sesgados que sobreestimen o subestimen el verdadero efecto de asistir al prescolar", señala el investigador.  

 

Apoyar a los estudiantes de educación terciaria más allá de la educación gratuita, clave para que se incorporen al trabajo

 

En un segundo estudio, que inició en el 2016, con la coautoría del profesor Jaime Millán, del Departamento de Economía de la Universidad Carlos III en Madrid, y que contó con la financiación de esa institución y de la firma Econometría Consultores, que realizó la evaluación de impacto, el profesor Gamboa evaluó, a nivel nacional, la eficiencia del programa “Jóvenes en Acción”, un programa de transferencias condicionadas (subsidios) del Gobierno nacional, dirigido a jóvenes en condiciones de pobreza y vulnerabilidad, que consiste en la entrega de recursos económicos para la manutención y demás gastos que tengan durante el tiempo que desarrollan sus estudios técnicos, tecnológicos y profesionales. 

El estudio, que finalizó en el 2018, tuvo una muestra representativa de 50.000 beneficiarios, correspondientes a las cohortes de este programa, durante el primer y segundo semestre del 2015.  Allí se encontró que “Jóvenes en Acción” si tenía unos efectos positivos en los beneficiarios a la hora de incorporarse formalmente al mercado laboral.

Para los estudiantes es importante que no solo se les ayude con la educación, sino también con el sostenimiento. Estudiar en el SENA no implica gastos de matrícula, pero si requiere gastos para llegar a los cursos, materiales y dejar de percibir ingresos durante ese periodo. Vimos que quienes recibieron esa ayuda tienen una mayor probabilidad de conseguir trabajo formal que aquellos que cursaron sus estudios y no la recibieron”, destaca Gamboa.

En todo caso, el efecto no parece ser tan positivo para el caso de las mujeres, pues no se logró encontrar diferencias entre aquellas que recibieron la ayuda económica y las que no la recibieron. Es decir, aparentemente la ayuda no generó un impulso adicional para que estas jóvenes llegaran al mercado laboral.

Frente a ello, los investigadores trabajan sobre tres hipótesis que esperan confirmar de aquí a un año, cuando se conozca el cruce de información con los datos del Ministerio de Educación Nacional y los registros de nacimientos del Dane.

La primera de ellas tiene que ver con que la edad de las mujeres que acceden a este beneficio y cursan sus estudios coincide con el periodo en que se comienza a tener hijos en el país. Ello podría llevar a que las beneficiarias, tras terminar su educación, hayan tenido que posponer su entrada al mercado laboral, debido a que se encontraban en etapa de gestación y crianza. Sin embargo, para corroborar esta afirmación, sostiene Gamboa, es necesario cruzarla con los registros de nacidos vivos del DANE.

Una segunda posibilidad es que las beneficiarias están accediendo a ocupaciones más informales, en relación con los hombres, lo cual llevaría a no evidenciar cambios en las Planillas Integradas de Seguridad y Parafiscales (PILA): “Si bien Colombia tiene un volumen alto de trabajo informal, cuando se habla del cambio a la formalidad, ha sido más rápida la formalización de los empleos masculinos, quizá porque algunas de las ocupaciones más demandadas pueden ser más visibles para el mercado”, agrega. 

Una última hipótesis, de carácter positivo, se relaciona con que la mayoría de estas mujeres hayan hecho el tránsito a la vida universitaria, gracias a los convenios de profesionalización que tienen instituciones como el SENA con diferentes universidades, entre ellas Utadeo. Hoy en día, las mujeres están alcanzando un mayor número de años de educación en promedio, y por lo tanto, puede ser un resultado interesante y positivo.

En todo caso, señala que la coyuntura de pandemia que se vive actualmente pudo haber desalentado ese tránsito a la vida universitario u ocasionado deserción: “La coyuntura también afectará la forma como estos estudiantes ingresan a lo laboral, por la destrucción del empleo. Sin embargo, la educación técnica, al ser más aplicada y menos abstracta que la profesional, podría permitir que las personas ejerzan más rápidamente las destrezas que están aprendiendo e incluso adelantar emprendimientos”.

Luis Fernando Gamboa fue ganador del Premio Utadeo 2019, en la categoría Profesor Distinguido en Ciencia

Aprender a aprender, el reto de la educación terciaria

Para Gamboa, uno de los grandes retos de la educación actual se centra en que los programas de formación deben prepararse para brindar un conjunto de habilidades y capacidades para aprender, desde su trasfondo, y no unos aprendizajes específicos, pues estos últimos pueden cambiar con la tecnología o con las coyunturas.

A los estudiantes hay que enseñarles a pensar; eso significa aprender a aprender. De lo contrario, cualquier política estatal va a ser insuficiente. La educación técnica podría contribuir a implementar desarrollos generados a partir de la educación universitaria, pero con suficiente innovación y desarrollo de lo que se está haciendo en las universidades; si no es así, solo se queda en reproducción de tecnología o de servicios”, puntualiza el investigador.